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Al periodista Xavier Aldekoa, África le ha cambiado las preguntas. Ahora, pregunta más por la vida, por la persona que hay detrás de la cicatriz. Su tercer libro, Indestructibles (Península, 2019) es un reflejo de este esfuerzo de cambiar de perspectiva.
No habla de niñas pobres de Madagascar. Habla de Marceline, que quiere ser profesora y entiende el cambio climático por los obstáculos que encuentra en el camino de su casa a la escuela. Habla de un pueblo namibio, los himbas, que saben cómo encontrar agua en las sequías, pero ya no hallan pastos para su ganado. Cuenta historias de fortaleza y de resignación, historias de desgarro y de amor.
Historias de seres humanos concretos que son también historias de Áfricas. “Indestructibles son seres humanos normales, africanos, que lo intentan”, explica Aldekoa, “el valor de lo que son está en ese intento”. El libro recorre 18 países africanos narrando las luchas cotidianas de personas diversas: una bebé nómada que duerme en la frontera de Mauritania y Senegal, una pareja de migrantes en el desierto del Sáhara, un campesino keniano que escribe leyendas kalenji…
Muestra lo que más nos aleja, las circunstancias particulares de cada uno que nos sitúan en mundos diferentes. Al mismo tiempo, demuestra todo lo que nos une, con la familiaridad de unos muñecos compartidos entre su hija Lena y niñas de todo el continente o de la expresión grave de su abuela cuando escucha las complicaciones de un parto en la zona rural de Etiopía. “Cuando nos fijamos en las situaciones que definen a estos personajes, algunas son muy duras. Eso es lo que nos diferencia. Si conoces sus sueños, sus aspiraciones, su amor por sus familiares, ahí somos iguales”, subraya el reportero, corresponsal de La Vanguardia en África y cofundador de la Revista 5w.
"Por mucho que crea que no, tengo prejuicios, y esos son los más peligrosos"
Escuchar, escuchar, escuchar y explicar lo que te explican. Esta es la estrategia de Xavier Aldekoa para aproximarse a la realidad africana lo máximo posible. “Muchas veces describir lo que ves es una derrota”, afirma, “por mucho que crea que no los tengo, tengo prejuicios, y esos son los más peligrosos”.
Aldekoa persigue romper con el binomio “víctima africana”-“salvador blanco”, retratando a los africanos en todos los papeles de sus historias. Reconoce que tuvo que ajustar aún más el enfoque para representar adecuadamente a la mujer africana. Se dio cuenta de que aunque en sus reportajes el intelectual, el analista y el médico eran todos africanos, también eran todos hombres. Mientras tanto, “la mujer era la violada, la esclava, la que está muy empobrecida y pocas veces en la posición de médico o de líder de la sociedad”, admite. Tuvo que hacer un esfuerzo extra para salir de esa victimización de las africanas en sus relatos.
El periodista se rebela contra la tendencia de los medios de comunicación de reducir toda la existencia de una persona a su momento más duro, “noticiable”: “Las personas nunca son la herida, son mucho más que eso”, recalca. “Si quieres sólo ver a una víctima, vas a ver sólo a una víctima”, señala. En cambio, “si preguntas quién era antes esa persona, se convierte en un ser humano que viene de algún sitio y, sobre todo, un ser humano que intenta cambiar las cosas”. “A lo mejor, te das cuenta de que era una chica que tenía un ordenador y que se conectaba a Facebook cada día y que quería ser, yo qué sé, cantante. Que de repente tiene ese momento jodido en su vida, pero lo que le define no es eso, también es todo lo demás” subraya.
¿Cómo se consigue ese equilibrio entre humanidad y dureza? Dedicando tiempo a cada persona y sabiendo que la realidad se parece más a un puzle de piezas dispares que a una línea recta. “Si hay yihadismo, si hay guerra, si hay hambre, si hay una epidemia de Ébola que el mundo olvidó, hay que explicarlo. Pero, a lo mejor, puedes contar la historia de un tipo que escribe en Kenya que, cuando todo el mundo se dedica a correr, él se dedica a escribir. O de una niña en Cabo Verde que cambia sus sueños porque llega la electricidad”, asegura el periodista. Quizás sólo así podamos completar una imagen fidedigna del continente, con el dolor y las victorias que forman parte de cualquier vida.
Vidas suspendidas sobre el Mediterráneo
Indestructibles cuenta la otra cara de las migraciones, la que no vemos desde Europa: la rabia de un joven senegalés que ha perdido a su hermano en el mar, los lazos de fraternidad entre personas que se encuentran en el camino, el viaje de regreso de quienes ya han luchado demasiado, la tenacidad de los que dicen “Europa o nada”.
“De la migración, hemos preguntado demasiado sobre la muerte. Cuando preguntas por la vida, las respuestas cambian totalmente. Te das cuenta de que es gente que migra por amor. No sale la economía, no sale ese futuro brillante en Europa, sino ‘yo estoy arriesgando mi vida, porque, es que, mi hermana, porque, es que, mi madre, porque, es que, mis hijos…’”, explica el corresponsal. Así, se dio cuenta del carácter colectivo de la migración africana, muchas veces sufragada con el trabajo de una familia entera o, incluso, de toda la comunidad. Por esta razón, muchos de los migrantes que conoció buscan enviar algo de dinero a los suyos y poder regresar en cuanto les sea posible. “Todo el mundo quiere volver a casa si tiene un futuro”, remarca.
"Tres cuartas partes de la electricidad de Francia se generan por uranio de Níger"
Aldekoa reivindica hablar de la inmigración como una oportunidad para ambos continentes, una suma positiva: “Nos puede ayudar porque aquí estamos cada vez más viejos, la economía podría revitalizarse y mejorarían la vida de los suyos, por tanto, los siguientes, a lo mejor no necesitan venir”, sentencia. Además, no olvida la responsabilidad que tiene Europa en generar estos flujos migratorios. Un ejemplo: “Níger es uno de los países más pobres del mundo y tiene una riqueza en uranio descomunal. Tres cuartas partes de la electricidad de Francia se generan por ese uranio. Si después miras a la empresa Areba, que es la principal beneficiada de ese negocio, el porcentaje de royalties que paga es aproximadamente de un 5%. Un 5% es un tercio de lo que paga en Canadá o en Kazajistán.”
Periodismo para quitarnos el miedo
En la batalla del miedo que se libra en Europa, el concepto de “víctima” es la posición estratégica que permite a los europeos eludir su responsabilidad, analiza Aldekoa. Los otros, los que se ahogan en el Mediterráneo, son presentados como los agresores, los que “nos quieren quitar la cultura” y “nos quieren quitar el trabajo”. Al adueñarse de la etiqueta de víctima de esa situación, Europa se “garantiza la inocencia y, lo más peligroso de todo, la víctima no tiene que justificarse y ese es el sueño del poder”, reflexiona el periodista.
“En el momento que estamos viviendo, en el que la extrema derecha se amarra a este discurso del miedo, es más importante que nunca entender, mirar hacia el otro y repensar nuestro propio mundo”, señala Aldekoa. Por eso son importantes estas crónicas, porque, en palabras del periodista, “todas las victorias son hijas de un intento”.
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