MADRID
A Europa no le saldrá barato confeccionar un Ejército propio. O cualquier alternativa que piense para adquirir una cierta capacidad militar autónoma, mientras la OTAN, su brazo armado, exigirá a sus socios desde 2025, y de forma oficial, cuando comience la versión Trump 2.0, esfuerzos de mucha mayor enjundia a las arcas de la Alianza Atlántica.
Un informe de Bloomberg Intelligence (BI) cifra en 720.000 millones de dólares la factura militar europea, una cantidad que se asemeja a los 723.000 millones de euros con los que se dotó a los Mecanismos de Recuperación y Resiliencia, la mayor partida del septenio presupuestario actual 2021-26 destinada a los Fondos Next Generation para la reconstrucción de la economía europea tras la Gran Pandemia. Ahora que el billete verde y la divisa europea se dedican a coquetear otra vez con la paridad y que ha aflorado de nuevo la amenaza nuclear por parte de Vladimir Putin tras el lanzamiento de su misil intercontinental contra suelo ucraniano.
Los recursos Next Generation ascendieron finalmente a 806.900 millones de euros, pero su gran aportación procede de los 338.000 millones en avales y los 385.000 millones de créditos a bajo interés de sus palancas de resiliencia. Aunque el cálculo de los expertos de BI también es similar a la cantidad que Mario Draghi ha previsto anualmente para superar la brecha competitiva del mercado interior respecto a EEUU y China, sus rivales económicos y comerciales -entre 750.000 y 800.000 millones de euros-, incluido el impulso a una industria armamentística genuinamente europea, o a la mitad del PIB español.
Este fondo de Defensa, germen de un posible Ejército europeo que levanta suspicacias en ciertos estratos de sus sociedades civiles -cada vez menos, hasta casi desaparecer en los socios del Este y de forma recurrente en los otrora neutrales países escandinavos- y dudas entre los expertos militares sin que la UE acometa antes una de sus eternas asignaturas pendientes: establecer un entramado federal que choca con el principio constitucional de Estados centralizados que, como la Francia de Emmanuel Macron, quieren un poder militar propiamente europeo.
Fabrice Pothier, estratega de asuntos internacionales en Rasmussen Global, es uno de los que alerta sobre las irónicas contradicciones de mandatarios como Macron, con varias cuestiones lanzadas al aire: ¿qué hará Europa en materia nuclear?, ¿el comandante en jefe del Ejército empleará armas atómicas francesas en misiones exteriores?, ¿es posible un proyecto militar con objetivos de mantenimiento de la paz en tiempos de tan alta incertidumbre, cuando su aliado tradicional, EEUU, se desmarca de esta doctrina y China, Rusia o Irán han pasado a desarrollar políticas exteriores ofensivas?
Este experto cree que Europa, por sí misma, carece de capacidad militar suficiente e influencia internacional para asumir este reto. Por mucho que Rusia suponga una amenaza evidente sobre sus fronteras exteriores. Como tampoco en otros ámbitos, ni en el económico-comercial ni en el de la lucha contra la crisis climática. "Su peso global merma cada vez más", precisa.
El subconsciente colectivo acrecienta el factor de riesgo
Aunque la presión social crece en favor de abordar este desafío que requerirá, de inicio, que los socios comunitarios dupliquen sus gastos militares, dice el informe de BI. Sobre todo si, como se descuenta en las cancillerías de la Unión, la versión Trump 2.0 retira el apoyo a Ucrania y exige una contribución mínima del 2% del PIB a los aliados de la OTAN. Este mandato estadounidense implicará la aportación de otros 340.000 millones de dólares anuales en inversiones, hasta que se alcance la cifra de 720.000 que los analistas del BI contemplan como pilar esencial para poder edificar un Ejército europeo.
Una medida que, "si se recuerda el discurso de Trump en su primer mandato, en el que amenazó con dejar la Alianza si los países europeos no incrementaban sus cotizaciones, obligaría a la UE a tomar iniciativas" en esta dirección, en un momento en el que "se siente aún más agredida por Rusia", apunta George Ferguson en el estudio de BI. Este aumento de recursos a Defensa es algo que -precisa- "ya se ha producido" entre los socios de la Unión. Aunque, en cualquier caso, se revisará al alza, con mayor o menor rapidez, en función de si la amenaza rusa eleva sus niveles actuales, que siguen in crescendo a pasos agigantados, "o la rivalidad geoestratégica con China se agudiza".
En medio de este debate, la contestación social a la militarización de Europa ha disminuido. Las llamadas a los ciudadanos de los países escandinavos y bálticos a prepararse para un probable ataque -sin descartar que use armas nucleares- ordenado por el Kremlin, parece haber inclinado la balanza demoscópica hacia un escenario prebélico. Pese a que, como advierte el politólogo noruego Glenn Diesen en Brave New Europe, plataforma británica defensora de la justicia social, "la militarización de Escandinavia socavará drásticamente la seguridad de la región e invitará a nuevos conflictos, ya que Rusia se verá obligada a responder a lo que podría convertirse en una amenaza existencial".
Diesen explica que "Noruega ha decidido albergar al menos 12 bases militares estadounidenses en su suelo, mientras que Finlandia y Suecia siguen su ejemplo transfiriendo el control soberano sobre partes de su territorio tras su adhesión reciente a la OTAN". Estocolmo ha roto con ello dos siglos de neutralidad geoestratégica de su diplomacia. Mientras en Finlandia, según la firma de sondeos demoscópicos Korhonen, seis de cada diez finlandeses ya han adquirido los equipos de emergencia que recomienda su Gobierno para hacer frente a un ataque ruso en su protocolo de reacción. A los tres días de enviarlo a sus conciudadanos.
Más hacia el Occidente de la Unión, una encuesta de la revista Le Point asegura que el 81% de los franceses es partidario de que Europa tenga una fuerza militar propia, y otra del Pew Research Center en Alemania habla de una importante porción -el 43%- de su población favorable a elevar sus partidas en Defensa.
Los 720.000 millones de euros anuales que calculan en la unidad de inteligencia de Bloomberg justificaría, en términos financieros, la recomendación de Mario Draghi en su informe para sellar la brecha de competitividad de la UE frente a EEUU y China de acudir a los eurobonos como aval para dar cobertura a los principales proyectos geoestratégicos europeos. Entre los que citó de forma expresa la construcción de un escudo antimisiles para proteger de amenazas exteriores a los cielos abiertos -espacio aéreo compartido- del mercado interior e, indirectamente, la ingente tarea de crear una industria militar made in UE que se beneficiara de dotaciones de los 750.000 ó 800.000 millones de euros anuales que, a su juicio, requerirá devolver la competitividad global al Viejo Continente.
Solo cuatro socios europeos superan el 3% del PIB en gasto de Defensa -Polonia (4,12%); Estonia (3,43%), Letonia (3,15%) y Grecia (3,08%)- y solo España (1,28%), Luxemburgo (1,29%), Bélgica (1,30%) e Italia (1,49%) se sitúan por debajo del 2%, en el que aparece el resto de socios de la UE, además de Reino Unido, Turquía y Noruega.
La productividad e influencia mundial aparecen en escena
Draghi también se encargó de vincular el repunte de productividad y de musculación e influencia global europea -frente a su "lenta agonía", en caso de no actuar-, a la necesidad de incrementar las inversiones en capacidad defensiva de la Unión, aumentando los pedidos armamentísticos a emporios europeos como Leonardo, Airbus, BAE Systems o Rolls Royce, después de décadas de descapitalización productiva, y formalizando "contratos de larga duración".
Aunque en 2023 el sector de Defensa europeo mejoró en un 17% sus ingresos, hasta totalizar 158.800 millones de euros, según reconoce la Asociación Europea de Industrias Aeroespaciales, de Seguridad y Defensa (ASD), que también asegura que el empleo creció un 9% en sus empresas asociadas, que ya disponen de una plantilla de 581.000 trabajadores. Micael Johansson, número dos de la ASD, hace causa común con el diagnóstico de Draghi al afirmar que "una cantidad muy significativa de los suministros a la industria militar europea proceden de EEUU" y que el sector está expuesto a "problemas persistentes de disrupciones en las cadenas de valor, acceso al flujo de minerales críticos o componentes electrónicos o altos costes de la energía".
En un contexto en el que las condiciones laborales "se están endureciendo" y las restricciones comerciales "se acentúan" por las sanciones a Rusia, aduce. El primer ministro polaco y anterior presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, amplía el espectro de amenazas a la complejidad geopolítica. "Europa debe volver a ser un auténtico poder político y militar si desea restablecer y sentir la seguridad del continente".
Al igual que el último análisis de la Secretaría de Defensa británica antes de que el laborismo tomara el relevo de 14 años de gobiernos conservadores. A juicio de sus altos cargos militares, la OTAN, de hecho, está en una "situación prebélica" desde la invasión de Ucrania, en vez de en el "escenario de post-Guerra Fría" de las últimas décadas. Como lo demuestra el hecho de que unos 90.000 soldados aliados participasen entre enero y mayo de 2024 en los ejercicios militares más importantes (Steadfast Defender) de su historia.
Bart M. J. Szewczyk, analista del German Marshall Fund, escribe en Foreign Policy que la creación de un Ejército europeo no es la mejor de las ideas. En su opinión, el objetivo de la UE sería más factible si se impusieran aumentos de partidas para incentivar su industria e idear mecanismos de Seguridad desde los presupuestos nacionales, aunque sea el club comunitario el que perfile finalmente la hoja de ruta de su estrategia de Defensa y canalice, "con recursos europeos", sus economías de escala industriales. Otra perspectiva próxima al diagnóstico de Draghi. Ampliando el escudo de mayores contribuyentes -Alemania, Francia, Italia, España y Polonia aportan el 70% de los gastos militares de la Unión- bajo una "coordinación estrecha" con EEUU.
Porque Bruselas tiene argumentos de peso frente a Washington. Entre otros, que ha duplicado con creces la aportación conjunta de ayudas a Ucrania. De los 144 millones de euros -montante total de la colaboración europea a Kiev- frente a los 68.700 de Washington. En paralelo a la idea, surgida del anterior comisario de Mercado Interior, Thierry Breton, de cubrir el fondo de defensa de Ucrania hasta 100.000 millones de euros y dar prioridad con este cheque comunitario a "una base de tecnología y Defensa industrial", con proyectos militares conjuntos, "pero sin perder los cauces de entendimiento con otros sectores armamentísticos aliados". E incorporando avances en innovación, como en IA, donde la recién aprobada directiva comunitaria exime de sus reglas -con una indudable carga restrictiva- a los "sistemas de tecnología que se usen exclusivamente para fines militares", destaca Szewczyk.
El retorno de Trump "no debería ser un pretexto para resucitar el debate sobre una política de Defensa europea centralizada, que ha durado más de medio siglo, sino que debería inducir a sus autoridades a activar iniciativas que eleven la capacidad de respuesta de la UE ante agresiones del exterior" y focalizar esos esfuerzos en si Europa "debe convertirse en potencia militar o, por el contrario, renunciar a tener su propia seguridad", asegura este analista con alto cargo pasado en la Secretaría de Defensa estadounidense. Con independencia -avisa- de la tensión geopolítica y bélica en Ucrania y de el próximo inquilino del Despacho Oval vuelva a ser Trump.
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