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MADRID.- En el 'reino’ de José Ignacio Wert, el cuidado exquisito por la Educación de nuestra vecina Francia parece propio de un relato del género fantástico. Allí, cada pocos años, surge una importante película –documental o ficción- sobre el tema. A títulos ya emblemáticos como Hoy empieza todo, de Bertrand Tavernier, o La clase, de Laurent Cantet, se une ahora Camino a la escuela, con la que Pascal Plisson ha ganado el Premio César al Mejor Documental y el aplauso de más de un millón y medio de espectadores. La escuela como uno de los mejores regalos que podemos recibir, su extrema importancia, su carácter irreemplazable en la formación del ser humano, son elementos indiscutibles para los franceses, para Plisson y para los protagonistas de su película.
Ellos son una niña y tres niños de diferentes rincones del planeta que cada día, durante horas, recorren varios kilómetros y se enfrentan a distintos peligros y obstáculos para llegar a la escuela. Lo hacen con una gran sonrisa, cantando en muchas partes de su camino, jugando y, lo más importante, ilusionados porque a cada paso se acercan un poco más a su destino. Inconscientes de su hazaña, Jackson (11 años, Kenia), Carlitos (11 años, Patagonia), Zahira (12 años, Marruecos) y Samuel (13 años, India), con su tesón, su pasión y su convicción, abren los ojos de los prepotentes y desganados países ricos.
"Loco de enfado"
Aquí, muchos niños ricos pasan horas en autobuses para ir a escuelas exclusivas -un sacrificio que les imponen los padres que desprecian el valor de la educación pública-, en las que realmente no les gusta estar, porque no les divierte estudiar. Se aburren. El pequeño protagonista africano de esta película conoció a algunos de estos niños cuando acompañó a Plisson a presentar su trabajo en Japón. “Primero no entendía nada, pero luego se volvía loco de enfado. No daba crédito a su inconsciencia. No es normal que los niños en nuestros países no quieran aprender, que no les guste la escuela. En los países ricos algo estamos haciendo muy mal en el tema de la Educación”.
Jackson recorre cada día, con su hermana Salomé (seis años), quince kilómetros por tierras plagadas de peligros –bandas armadas que atacan las aldeas, animales salvajes…-. Lo hace muchas veces con el estómago vacío y con muy poco agua. Lleva siempre su uniforme limpio y no pierde jamás la sonrisa. Carlitos vive en una de las regiones más inhóspitas de Patagonia y desde los seis años, todos los días monta a caballo durante más de 18 kilómetros para ir a estudiar (ahora lo hace con su hermana pequeña) haga el tiempo que haga.
22 km. por las montañas del Atlas
El caso de Samuel es impresionante. Bebé prematuro, nació con una discapacidad y no puede caminar. De una familia pobre del Golfo de Bengala, vive en una choza sin agua ni electricidad. Para llegar a la escuela, sus dos hermanos menores empujan varios kilómetros una silla de ruedas fabricada con desechos que han ido encontrando. Samuel quiere ser médico y ayudar a los niños como él.
Los peligros a los que se enfrenta Zahira son diferentes. Los domingos se levanta al alba y comienza un recorrido de 22 kilómetros. Atraviesa, con dos amigas, las montañas del Atlas y luego hace autoestop para llegar al internado. La mayoría no quiere llevarlas, no quieren que las mujeres estudien y les ponen todos los problemas posibles. De hecho, ella será la primera mujer de su familia que vaya a la escuela.
Conscientes de su suerte
“Es muy importante que los niños sean conscientes de lo importante que es ir a la escuela. Aquí, donde la escuela es gratuita, deben ser plenamente conscientes de la suerte que tienen”, explica Pascal Plisson, que cuenta una anécdota muy reveladora de uno de los niños de su película, Carlitos. “Cuando le dijimos que para hacer la película iba a perder dos días de escuela, dijo que entonces no quería hacerla. Tuvimos que pedir ayuda a su profesora, que convirtió el rodaje en otra cosa. Le dijo que tendría que hacer una redacción y presentarla como un trabajo a sus compañeros. Entonces ya dijo que sí”.
“Eso es lo que debemos conseguir con los niños. Y los adultos debemos tener claro el concepto de escuela. Por supuesto, soy partidario de la escuela pública. El camino es la escuela pública de calidad, no el de tener colegios privados para los ricos y públicos, para otra clase de ciudadanos”.
Camino a la escuela, que cuenta con el apoyo de UNICEF y de UNESCO, no solo ha conseguido premios y gran atención del público. “Mucho más importante, ha sensibilizado, ha conseguido que la gente se interese”, dice Plisson, que tras el estreno creó una organización desde la que se intenta ayudar a las familias y a los niños. “No es cuestión de gestionar dinero, sino de dotar de material a las escuelas y otras cosas. Ahora, por ejemplo, Jackson y su hermana viven durante la semana en un internado y no se enfrentan a esos peligros, Carlitos, igual…”
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