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La urgencia de cuidar y cuidarse para las periodistas en México

Las reporteras Yetlaneci Alcaraz, Vania Pigeonutt y Reyna Haydee relatan la importancia de poner límites en el trabajo y establecer protocolos de salud y de seguridad para ejercer en el país más peligroso del mundo para los profesionales de la información.

Las reporteras Yetlaneci Alcaraz, Vania Pigeonutt y Reyna Haydee en el Congreso de Periodismo de Migraciones de la Fundación porCausa.
Las reporteras Yetlaneci Alcaraz, Vania Pigeonutt y Reyna Haydee en el Congreso de Periodismo de Migraciones de la Fundación porCausa. Javier Sanz (porCausa)

"Entregarse al periodismo es una entrega difícil en México. No comes, no duermes, no tienes Seguridad Social, no vives, tu familia queda al margen. Y van pasando los días. En mi caso ya he pasado 30 años y apenas me he dado cuenta. Ahora estoy aprendiendo a cuidarme". Reyna Haydee Ramírez es reportera autónoma de la convulsa región de Sonora, en la frontera noroeste de México con Estados Unidos. Informa sobre tribunales, corrupción, migraciones y derechos humanos, aunque en esta ocasión ha venido a hablar de lo que no se cuenta en sus piezas: la herida propia que va generando la profesión.

Es una de las ponentes de la mesa "cuidar a las cuidan, cuidar a las que cuentan" del Congreso de Periodismo de Migraciones que la Fundación Por Causa celebra esta semana en Mérida, y a Haydee la han acompañado otras dos mujeres periodistas con una amplia experiencia en la profesión, Yetlaneci Alcaraz (Underground Periodismo) y Vania Pigeonutt (Amapola Periodismo).

Las tres han puesto sobre la mesa la necesidad de establecer protocolos, propios y colectivos, para evitar las mellas que pueda causar en el país más peligroso para ejercer el periodismo, según varias organizaciones internacionales. Lleva siéndolo cuatro años consecutivos debido a los casos de secuestros, extorsión y, sobre todo, asesinatos. Solo en 2022 mataron a 11 profesionales de la información. Ya son tres en los que va de año. "Es importante preguntarse también en qué condiciones trabajaban los compañeros asesinados", apostilla Pigeonutt.

Solo en 2022 mataron a 11 periodistas en México

Esta reportera lleva a sus espaldas dos décadas de coberturas sobre feminicidios, crimen organizado o desapariciones forzadas de personas. La desaparición forzada de los estudiantes de Ayotzinapa le ha ocupado casi todos sus últimos años desde que se produjo en 2014. "Cubrimos heridas abiertas, acompañamos a las víctimas y no pensamos que nos desestructura como periodistas", asegura. Pero el desgaste acaba aflorando en forma de colitis, gastritis, falta de sueño y una larga listas de enfermedades con las que el cuerpo va lanzando sus avisos. "Dormía una media de cuatro horas diarias", ilustra. Pero en 2021, "después de varias advertencias en terreno", empiezo a preocuparme por mi salud mental y por un déficit de rendimiento". Habían saltado las alarmas.

"A todo esto se agrega la precariedad en la que vivimos los periodistas en el país, una precariedad que nos violenta y que muchas veces naturalizamos. Al final vemos que somos más vulnerables de lo que creemos ser", sostiene por su parte Alcaraz. Ella se dio cuenta cuando salió del país y empezó a trabajar en Berlín. Durante años fue reportera del periódico mexicano El Universal y entre 2011 y 2020, corresponsal de la revista Proceso en la capital alemana. "Llegaba a la redacción a las ocho de la mañana y me iba a las diez la noche. No le das importancia, quieres seguir haciéndolo, pero acaban con una gastritis horrible", recuerda.

Las periodistas han reflexionado sobre la importancia de saber parar, algo que algunas han podido hacer gracias a programas internacionales de "descanso y refugio" como el de Reporteros Sin fronteras. Lo más urgente, dicen, es crear "protocolos de salud colectivos" para los profesionales, no solo en México, sino en el sur global en general, donde la profesión entra riesgos incomparables con la situación en Europa. Pigeonutt, por ejemplos, lleva tiempo trabajando en un proyecto junto a siete colegas periodistas. "Una especie de alcohólicos anónimos del periodismo" para "prevenir y gestionar la colectividad".

Haydee también se esfuerza desde 2017 en crear una "red de periodistas de a pie" en Sonora como mecanismo de protección, pues "el Estado no nos protege, sobre todo si no eres un periodista famoso o eres de provincias alejadas de la capital", apostilla. Pero no solo habla de seguridad, sino también de herramienta de presión, "porque a veces hay que insistir y pelar para que te envíen una nota de prensa".

Alcaraz ha subrayado que "a veces también hay que protegerse de las fuentes", "aprender a poner límites" cuando ya has publicado una información y esta insiste en que publiques más. Al final, resumía, el periodista es percibido por la fuente en demasiadas ocasiones como un último y único recurso para mantener viva una historia, y esa relación puede volverse tortuosa y entrañar riesgos "emocionales y también de seguridad", matizaba.

"A las fuentes hay que protegerlas, claro. Pero las fuentes no son tus amigos", zanjaba Haydee. Todas han coincidido en que trabajar como fixeres es uno de los ejercicios más arriesgados, y muchas lo han descartado. "Ellos viene a contar una historia y luego se van, pero dejan expuestas a tus fuentes y a veces a ti", aseguraba Haydee. "Son como una piedra en el agua que genera ondas que remueven a todos", exponía Pigeonutt.

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