Barceloona
Un aumento en el registro de intentos de suicidio no implica necesariamente una tasa de mortalidad más alta por esta causa. Aunque el programa Codi Risc Suïcidi (CRS) atendió más de 8.000 casos de conductas suicidas en 2023 ―un 7% más que el año anterior―, en Catalunya las muertes disminuyeron un 2%, con 626 defunciones, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). A la espera de una investigación científica que explore este fenómeno, la hipótesis del Departament de Salut apunta a "una mejor capacidad de detección de conductas suicidas y a las actuaciones de prevención".
"Es difícil atribuir la reducción en la mortalidad a una acción concreta, pero sí que es cierto que desde la implementación del teléfono 061, hace dos años, ha mejorado la equidad en el acceso. Cualquier persona, desde cualquier punto de Catalunya, las 24 horas del día, puede acceder directamente a un sistema de atención especializada", asegura a Público Diego Palao, coordinador del Pla de Prevenció del Suïcidi de Catalunya 2021-2025 (PLAPRESC) y director de Salud Mental del Hospital Universitario Parc Taulí.
Las llamadas al 061 son atendidas desde el Sistema de Emergencias Médicas (SEM), donde un operador deriva el caso a un equipo especializado formado por profesionales de enfermería, psiquiatría y psicología. Cuando una persona expresa ideaciones suicidas se activa el protocolo CRS y se le evalúa para "intervenir de manera adecuada". Antes del código, concreta Palao, solo un 20% de las personas recibían una asistencia continuada. Ahora están cerca del 90%. Y añade: "La mayoría de la gente que se suicida no había contactado con el sistema".
De hecho, el experto asegura que, "por primera vez desde que se hacen registros, desde 2014, en los últimos 12 meses, más del 50% de las personas que consultan por una crisis suicida lo hacen antes del intento". "Esto es un efecto del PLAPRESC. Antes acudían cuando ya lo habían intentado, no cuando lo estaban planificando", revela.
En el marco del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, Salut organizó este septiembre un primer encuentro intersectorial que reunió a voces expertas de diferentes departamentos de la Generalitat y otras entidades. Si el objetivo era claro ―compartir experiencias para mejorar la detección precoz, el abordaje y el apoyo a las personas afectadas―, la conclusión fue evidente: el suicidio y la autolesión siguen siendo un grave problema de salud pública en nuestro país.
Se trata de una cuestión compleja, que debe desglosarse para dibujar una radiografía completa. La tasa de mortalidad por suicidio ha oscilado en la última década, pero en 2023 se fijó en 9,1 muertes por cada 100.000 habitantes. Esto implica una reducción respecto a los años 2013 y 2022, cuando se alcanzaron los máximos de los últimos diez años. La cifra, no obstante, sigue siendo superior a la registrada antes de la pandemia.
Hablar sobre el suicidio para reducirlo
Es evidente que la crisis del Covid marcó un punto de inflexión. De hecho, según Anna Romeu, psicóloga especialista en duelo y pérdidas y miembro de la Sección de Psicología de Emergencias del Col·legi Oficial de Psicologia de Catalunya (COPC), "al mismo tiempo que afectó gravemente la salud mental de muchas personas, también la situó como una prioridad", explica.
Para ella, la bajada del 2% en la mortalidad y el aumento de conductas suicidas no son del todo "significativas", pero sí admite que la mayor difusión de este asunto puede frenar la consumación. "Al contrario de lo que se piensa popularmente, hablar sobre el suicidio no lo fomenta. Cuanta más información, más prevención se podrá hacer", añade. Los medios de comunicación tienen un papel fundamental en este sentido, sobre todo a la hora de no reproducir detalles escabrosos o de desmitificar ciertas creencias: las ideaciones suicidas no son exclusivas de las personas que sufren un trastorno mental, sino que cualquiera puede ser "susceptible" en un momento determinado.
"Que el pensamiento pase por la cabeza de alguien, no significa necesariamente que acabe consumando el acto. La mayoría de las personas que buscan ayuda terminan dejando atrás la ideación suicida", asegura. Quien piensa en autolesionarse o suicidarse "no quiere morir", sino que quiere dejar de "sufrir" y cada vez ve menos opciones para salir adelante. Romeu dice que "se agudiza la visión de túnel", es decir, que a medida que aumenta el sufrimiento, la perspectiva de su realidad se va haciendo más estrecha y se centra especialmente en los aspectos negativos.
En esta línea, Palao afirma que "una persona no se quita la vida porque no pueda más, sino porque está en un dolor psicológico o un estrés emocional muy intenso que tal vez se ha precipitado por un desahucio o un problema económico o social, pero que se puede gestionar desde los sistemas de salud". El coordinador del PLAPRESC subraya la importancia de trabajar la gestión de las emociones y de la frustración desde pequeños, en la escuela, para mantener el aprendizaje durante la vida adulta. "Un 10% de las llamadas que recibimos al 061 son de menores de edad", concreta.
Los colectivos más vulnerables
Según el Departament, el grupo demográfico donde se registran más muertes por suicidio es el de hombres mayores de 65 años, con 18,2 defunciones por cada 100.000 habitantes. Donde ha habido un descenso más pronunciado es entre las mujeres de entre 15 y 29 años: en 2023 se ha registrado un 20% menos de muertes respecto al año pasado. Paradójicamente, es el colectivo donde la tasa de intentos es más elevada, con 176,3 intentos por cada 100.000 habitantes.
Romeu atribuye este dato al hecho de que las chicas, desde jóvenes, "tienen un sufrimiento psicológico más elevado que los chicos". "Las mujeres tienen más presión, no hay solo una causa. El bombardeo de imágenes y las redes sociales impactan mucho más en ellas. Hay más exigencia a nivel físico y a la hora de demostrar su valía", argumenta la psicóloga del COPC.
En última instancia, ambos expertos hacen hincapié en la atención al entorno de las personas que han muerto por suicidio o que lo han intentado. "Es importante ofrecer ayuda a las familias para gestionar el duelo, porque un suicidio cercano incrementa el riesgo de otra muerte", dice Palao. Según datos del Departament, por cada defunción "quedan afectados entre seis y 10 familiares y amigos íntimos, pero el impacto real se extiende a un círculo social mucho más amplio, afectando de media a 135 personas conocidas".
Romeu, por su parte, puntualiza que es necesario cuidar el entorno antes y después de la consumación. "Hay que hacer pedagogía para que las familias y amigos, si lo detectan, también pidan ayuda profesional. Que no piensen que pueden solucionarlo por su cuenta. Porque si después llega a ocurrir, el sentimiento de culpa es uno de los primeros en aparecer y de los más difíciles de gestionar", concluye.
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