MADRID
Actualizado:"Es una situación inaceptable. La lengua española no se puede hablar en la propia España". Con estas palabras secundaba Ramón Tamames el mantra que desde hace años promueve la derecha española para atentar contra los idiomas cooficiales del Estado. El candidato de la fallida moción de censura de Vox parece haberse alineado con sus secuaces en un nuevo ademán de propagar que el castellano corre peligro. ¿Los motivos? El ficticio avance del catalán, el euskera o el gallego. Una afirmación tan hipócrita y poco fundamentada como la propia votación parlamentaria que esta semana frustró el segundo intento de Santiago Abascal por desbancar a Pedro Sánchez de la Moncloa.
Los datos hablan por sí solos. En el planeta se recitan más de 7.000 idiomas. Muchos de ellos son indígenas. Según la ONU, al menos 3.000 están abocados a la desaparición. Y no, el castellano no figura en esa lista negra. Aunque el profesor Tamames las pasó por alto, la Constitución española y los Estatutos de Autonomía reconocen la oficialidad de otras cuatro lenguas en sus respectivas comunidades: catalán, gallego, euskera y valenciano. Todas ellas han sufrido el azote de la imposición y viven minorizadas en sus propios territorios. Sin embargo, algunos líderes políticos y sociales siguen empeñados en criticar su mera existencia. ¿Qué pasaría si dedicasen ese tiempo a desarrollar la curiosidad y el afecto por la cultura ajena?
Según la ONU, más de 3.000 lenguas en el mundo están en peligro de extinción
Entre tanto ruido, es importante detenerse en la juventud que lucha por defender las señas identitarias de sus vecinas y vecinos. Público ha hablado con distintas personas del ámbito político, educativo, periodístico o empresarial que fomentan activamente el uso de las lenguas cooficiales y demuestran que el empeño no conoce fronteras. Algunas han crecido en los barrios y universidades de Madrid. Otras llegan desde países como Perú o Estados Unidos. Ninguna ha nacido en regiones bilingües, pero todas se pueden comunicar sin dificultad con una familia de Catalunya, Euskadi o Galicia. Entonces, ¿existe realmente algún obstáculo?
Claudia Gago, de 'Merlí' a TikTok
En la era digital, marcada por la jerga del algoritmo, la supervivencia de las lenguas minorizadas corre más peligro del que venía soportando. Su visibilidad en las redes sociales cobra especial relevancia. Claudia Gago (Madrid, 2000) ha sido la última en tratar de combatir la demonización del catalán. La joven, estudiante de Traducción e Interpretación, nunca vivió en Catalunya, pero controla el idioma como si hubiese pasado media infancia en un pueblo del Baix Ebre.
"He visto la serie catalana Merlí en versión original. Lo entendía todo sin ningún problema. Empecé a buscar entrevistas de los actores, me montaba mis propios monólogos y escuchaba programas de la TV3. Poco a poco comencé a hablarlo fluido", asegura esta universitaria que hace un par de semanas se hizo viral en TikTok al contar su experiencia. Claudia no sabía hasta qué punto tenía un nivel aceptable. Comenzó a ponerlo en práctica con su madre y cuando lo exteriorizó con sus amistades catalanas el feedback fue inmejorable. "Lo he compartido en Internet para animar a otras personas a aprenderlo. No me considero influencer, pero si esto sirve para desmontar el odio hacia las lenguas débiles, lo aplaudo".
Íñigo Errejón, catalán por afecto
El interés de Íñigo Errejón (Madrid, 1983) por el catalán viene de lejos. El líder de Más Madrid se crio en la capital, pero pasó un par de años estudiando en Girona. "He vivido en entornos de inmersión lingüística. Tengo muchas amistades en Catalunya, el País Valencià y Balears. Esto me ha permitido desarrollar un particular cariño por su lengua", reconoce. Para el politólogo, la literatura, la música y las charlas del día a día han sido el mejor manual de aprendizaje.
"Las instituciones tienen que defender el patrimonio cultural"
"Entré en contacto con el catalán porque en mi entorno no cambiaban de idioma. Nunca lo he considerado una falta de respeto. Normalmente, cuando alguien cambia de lengua, deja de usar la débil. El castellano no está en peligro, no es una lengua minorizada", apunta el diputado progresista. La paciencia y la simpatía del pueblo catalán se destapan como ingredientes de una receta que no requiere más que ganas y algo de esfuerzo. No obstante, Errejón pone sobre la mesa el inexcusable papel de las instituciones: "Tienen que velar por su defensa y protección. Las lenguas son un patrimonio, una forma de transmitir la memoria de las comunidades. Hay que pelear para que no desaparezcan".
Reyes Prados, una sevillana en la televisión vasca
El caso de Reyes Prados (Sevilla, 1982) despierta pasiones allá donde llega. La periodista andaluza se trasladó a Bilbao en 2006. Había estado alguna vez de visita, pero no conocía demasiado sobre la realidad vasca. "Como trabajaba en el mundo de la comunicación, empecé a preocuparme por las costumbres y la cultura euskaldún", confirma la sevillana.
Cuando la llamaron de la EITB (televisión vasca), se dio cuenta de que el euskera se deslizaba con fuerza por los pasillos y redacciones. Se matriculó en una academia para estudiar el idioma, aunque la mejor lección la recibió fuera de las aulas: "Necesitaba introducirme en el ambiente, por eso me fui a Errezil, un pequeño pueblo del interior de Gipuzkoa. Allí pasé un mes en un caserío, con una señora mayor que solo hablaba euskera. Le ayudaba con los animales, con la comida. Fue una experiencia increíble". Actualmente trabaja como profesora universitaria en Euskadi y ha llegado a presentar varios programas en vasco. "Si echo la vista atrás me cuesta creerlo", bromea.
Francisca González, el volcán de los idiomas
Licenciada en Ciencias de la Información, se aventuró a cursar Estudios Asiáticos en la Universitat Oberta de Catalunya. Francisca González (Las Palmas de Gran Canaria, 1976) trabaja actualmente para RTVE en el centro de producción del archipiélago. Durante su etapa como alumna, se dio cuenta de que podía leer los apuntes de chino perfectamente en catalán. "¿Por qué no iba a ser capaz de hablarlo?", se preguntó la comunicadora. Fue entonces cuando comenzó un curso básico a distancia para pulir sus conocimientos gramaticales.
"Me resultó sencillo. Es muy intuitivo. No entiendo a la gente que se excusa en su dificultad, porque tiene la misma raíz que el castellano. Si te mueves a un territorio, qué menos que molestarte en aprender su lengua", señala la reportera. Gracias a su dominio del idioma, pudo realizar una conexión en directo con un programa de la radiotelevisión pública para informar en catalán sobre la erupción del volcán de La Palma. Preguntada por el futuro de las lenguas cooficiales, postra un claro mensaje: "El problema es puramente político".
Annie Ornelles, inglés con acento gallego
A esta filóloga americana pocos idiomas se le resisten. Annie Ornelles (Carolina del Norte, 1990) llegó a España hace diez años, aunque ya viajó con los deberes medio hechos. "Siempre fui una apasionada del fútbol, muy seguidora del Barça. En aquel momento la página web del equipo no estaba en castellano y decidí hacer un curso para comprender el catalán", explica la joven. Tras una primera toma de contacto, solicitó plaza para ser auxiliar de conversación en Catalunya. El azar decidió que su destino estaba en Galicia y, según palabras propias, se enamoró.
"Me llamó mucho la atención el idioma. Lo he aprendido a raíz de hablar con la gente. He jugado al fútbol en pueblos pequeños, en los que tanto las jugadoras como el entrenador utilizaban el gallego. Es un ambiente perfecto para practicar cualquier lengua", demuestra Annie. Ahora está centrada en terminar un doctorado sobre la identidad sociolingüística del gallego entre la población joven de las zonas rurales. Una investigación que pone en evidencia las puertas que es capaz de abrir la sumersión cultural: "En la facultad empleo el gallego, igual que en los partidos. Hay estudios que demuestran que la riqueza gramatical es muy positiva para el cerebro". Mientras tanto, el legado de Feijóo en la Xunta sigue implacable con el maltrato de su propia lengua.
Roberto Bustos, el euskera suena en Perú
Hace 23 años que dejó atrás los malecones de la capital peruana para buscar una oportunidad en Euskadi. Antes de mudarse, lo único que Roberto Bustos (Lima, 1974) conocía de la región era lo que los medios querían contar sobre ETA y el terrorismo. "Me tiraba un poco para atrás, pero nada más llegar mi percepción cambió por completo. Me encantó", matiza el administrativo.
"Si Bilbao iba a ser mi casa, tenía que hacer el esfuerzo de hablar su lengua"
Comenzó trabajando en cooperación internacional, para luego acabar en la Universidad de Deusto. Desde que terminó su formación hasta que accedió al mercado laboral pasaron exactamente 12 meses, "un año sabático" que el peruano aprovechó para estudiar euskera. "Hice un curso intensivo. Me metí en los pueblos, en las fiestas vascas. No quería un título, mi objetivo era entender su cultura", aclara Bustos. Actualmente trabaja para una empresa energética con sede en Londres, por lo que utiliza sobre todo el inglés, pero sigue escuchando los informativos matinales en euskera para no perder el oído. "Bilbao me ha acogido desde el primer día. Si iba a ser mi casa, tenía que devolverle el favor de hablar su lengua", concluye.
Otros casos: del teatro a la gran pantalla
Estos seis ejemplos no son los únicos que demuestran que el que quiere, puede. En el panorama artístico español, numerosos rostros han utilizado lenguas ajenas y débiles para componer canciones, firmar poesía o articular guiones. En 2014, el actor Karra Elejalde (Gasteiz, 1950) tuvo que ponerse manos a la obra con el gallego para protagonizar A Esmorga, un filme que sigue durante 24 horas los pasos de tres amigos de Ourense durante una larga noche de fiesta. Natalia Sánchez Molina (Madrid, 1990) tampoco se queda atrás. La actriz se instaló en Barcelona hace cuatro años y desde entonces se comunica en catalán. Lo aprendió para presentarse a un casting, pero la suerte no estuvo de su parte. Ahora no solo lo habla en casa, también lo hace sobre los escenarios. Desde febrero actúa en el Teatre Borràs con Fitzroy, comedia escrita íntegramente en catalán. Una relación de casos que desmonta cualquier traba lingüística y certifica que, con un mínimo de interés y cariño, desaparecen los problemas.
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