MADRID
La monarquía británica pasa por uno de los momentos más frágiles y vulnerables de la última década. Carlos III se ha retirado de la vida pública para tratar el cáncer que padece. Camila trata de cubrir su agenda, aunque los compromisos reales la han "agotado" y ha tenido que coger una semana de vacaciones. Harry y Meghan se han desmarcado de la Corona y viven en California desde hace tres veranos. La lista de escándalos y nombres es infinita, pero no importa demasiado. La estrategia de Kensington y los talk shows de turno pasa por responsabilizar a una sola persona, casualmente mujer: Kate Middleton.
La Casa Real ha puesto a la princesa de Gales en el centro de la diana, mientras la prensa saca su cara más amarillista e intenta —sin reparos— afinar el tiro. Kate Middleton lleva casi dos meses sin aparecer públicamente como consecuencia de una "cirugía abdominal". La operación estaba programada y ella misma había pedido mantener su información médica en la "esfera privada". La petición ha caído en saco roto y la escabechina contra la futura reina de Inglaterra —salvo imprevistos— solo acaba de empezar.
"El tema de Kate coincide absolutamente en el tiempo con el cáncer de Carlos III. La gente critica la falta de información en ambos casos, pero con distintas formas. En el caso de la princesa, todo gira en torno al morbo y las especulaciones", apunta Isabel Menéndez, catedrática de comunicación en la Universidad de Burgos y especialista en estudios de género. La publicación de una imagen manipulada con inteligencia artificial de la princesa de Gales junto a sus tres hijos ha alimentado todavía más la polémica.
La estrategia de comunicación de Palacio hace aguas y los expertos cuestionan su respuesta atropellada y poco meditada. "La difusión de la foto ha sido improvisada, como todo desde que lanzaron el comunicado del pasado 16 de enero [sobre la cirugía abdominal]. Los fallos solo consiguen alimentar los rumores y poner a la princesa en el foco del debate público", explica Diana Rubio, doctora en comunicación y especialista en protocolo. La gestión de la convalecencia de Kate Middleton ha sumido a la monarquía británica en una crisis de reputación, imagen y credibilidad sin precedentes.
"La estrategia no tiene perspectiva de género"
Carlos III ha sido diagnosticado con un cáncer el pasado mes de febrero, según ha informado Buckingham a través de un comunicado. El problema de salud de la princesa de Gales todavía permanece en la intimidad, pero es ella la que lleva semanas acaparando portadas y muchas horas de televisión. "Los juicios a los que nos vemos sometidas las personas son diferentes en función de nuestra identidad de género. El claro ejemplo de esto lo tenemos en cómo se están tratando los casos de Kate Middleton y Carlos III", argumenta Victoria Ferrer, catedrática de psicología social de género en la Universitat de les Illes Balears. El mero hecho de referirse a la princesa de Gales por su nombre de pila y al monarca con su número regnal ya desprende machismo.
"Lo primero que tenemos que hacer es tratar la monarquía como una institución fuera de tiempo, porque todavía tiene una norma y unos protocolos que se basan en el constructo patriarcal. Las mujeres, tristemente, quedan relegadas a la puesta en escena y son definidas a partir de cánones masculinos", precisa Jorge García Marín, profesor de Sociología en la Universidade de Santiago de Compostela y coordinador el máster en Igualdad, Género y Educación. El docente explica que por eso es Kate Middleton la que tiene que dar explicaciones sobre su vida privada, mientras que todo el mundo respeta el "silencio" del monarca.
"El gabinete no tiene en cuenta que ella no recibe el mismo tratamiento que un hombre. Las tertulias especulan durante toda la tarde sobre su estado de salud, por eso me sorprende que, sabiéndolo, nadie le brinde protección. La estrategia no tiene perspectiva de género", prosigue Menéndez. En este caso, la presión social coincide con la desazón propia de una convalecencia, dos ingredientes que redoblan el desgaste físico y emocional que sufre la princesa.
Kate Middleton y la violencia simbólica
Kensington ha atribuido la metedura de pata a un "experimento" de "fotógrafa aficionada" de la propia Kate Middleton. La princesa de Gales ha firmado en solitario el comunicado que ha emitido Palacio para pedir disculpas por haber compartido una imagen manipulada. La institución la sitúa como la única responsable y los medios reproducen su argumentario. "La excesiva exposición a la que estamos sometidos por culpa de las redes sociales se agudiza en el caso de las mujeres por los estereotipos de género. El problema es peor todavía cuando son mujeres que se dedican a la vida pública", revela Ferrer.
La prensa y la opinión pública han violentado con sus especulaciones la intimidad de la segunda persona mejor valorada —al menos, hasta mayo de 2023— de la Corona británica. "No sé qué le ocurre ni me interesa, pero cuando una mujer físicamente no está en su mejor momento, la presión psicológica es más fuerte que de costumbre. Esto repercute directamente en su salud mental, sus niveles de estrés y su estabilidad", añade la catedrática de psicología social de género. El desánimo se acentúa cuando la gente traspasa todos los límites y pierde el sentido del tacto.
"La violencia simbólica que está viviendo la princesa es muy significativa. Los medios actúan como si ella no pudiese estar desaparecida. Los mecanismos y las herramientas que se utilizan son muchas veces invisibles, pero pretenden ejercer un control sobre su vida", precisa García Marín. El profesor considera que la foto retocada de Kate Middleton responde a la necesidad de "autojustificar su ausencia". La Casa Real todavía no ha dado más explicaciones para intentar cortar la polémica. Las teorías de la conspiración recorren mientras tanto Twitter y la gente se pregunta hasta qué punto ella tiene "poder de decisión" en este cóctel de turbulencias reales.
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