barcelona
Actualizado:Josep Maria Tamarit ha coordinado el trabajo conjunto sobre abusos sexuales en la Iglesia católica que durante casi tres años (2018-2021) han realizado conjuntamente investigadores de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), la Universitat de Barcelona (UB) y la Universidad del País Vasco (UPV). Las conclusiones de la investigación, la más ambiciosa que se ha llevado a cabo en el Estado sobre el tema, se presentaron hace unos meses. Sin embargo, el estudio no contó con la colaboración de la Conferencia Episcopal Española, algo que contrasta con lo ocurrido en otros países, como en Francia, donde recientemente se han comunicado los resultados de una investigación sobre los abusos sexuales a menores cometidos en la Iglesia católica en los últimos 70 años.
Tamarit es también catedrático de Derecho Penal de la Universitat de Lleida y de la UOC y director del programa de Criminología de este último centro. Abordamos con él las razones de esta particularidad de la Iglesia católica española, así como las causas que explican los abusos sexuales cometidos en la institución y porque es necesario emprender procesos de reparación a pesar de que penalmente los hechos, en muchos casos sucedidos hace décadas, ya hayan prescrito.
Hace unas semanas se dio a conocer el informe de una comisión independiente que ha investigado los abusos sexuales cometidos en la Iglesia católica francesa desde 1950. Habla de cientos de miles de menores de edad víctimas de abusos y de miles de religiosos responsables . Si se hiciera un trabajo equivalente en el Estado español, ¿los resultados serían similares?
Ésta es una pregunta que los investigadores nos hemos hecho desde hace tiempo. El informe de Francia se suma a los que se han hecho en otros países y en todos ellos se detecta una tendencia que es bastante coincidente, ya que hablan de entre un 4% y un 9% de clérigos que habrían estado involucrados en conductas abusivas de menores, en función del país. La cifra de Francia está algo por debajo del 4%, pero no se aleja mucho.
"Entre un 4% y un 9% de clérigos habrían estado involucrados en conductas abusivas de menores", asegura Tamarit
La pregunta que nos habíamos hecho siempre era si España era una excepción o no, y no tenemos ningún indicio de que apunte a que lo sea, aunque no se han podido realizar estudios comparables a los de otros países. Sí que es cierto que hubo una encuesta de 1995, en un estudio realizado por Félix López, que ya aportó un dato que iba en esa dirección y coincide bastante con el que ha salido ahora de Francia, y es que más o menos el 1% de la población habría sufrido algún abuso sexual por parte de algún miembro vinculado a la Iglesia católica. Por lo tanto, tenemos un primer indicio de que los datos podrían ser similares, pero la diferencia es que aquí no ha habido un encargo de la Conferencia Episcopal Española (CEE) a un equipo de investigadores independientes que, además, haya contado con su apoyo, en el sentido de poner a disposición los datos de sus archivos.
¿Por qué cree que no ha habido una voluntad por parte de la CEE de facilitar una investigación, dado que ya llevamos años con un goteo de casos que salen a la luz?
Lo único que puedo decir es que está claro que no ha habido una voluntad por parte de la Conferencia Episcopal Española de investigar los abusos sexuales del pasado. Lo que sí detecto es que por lo general los esfuerzos que se hacen y las decisiones que se toman están más bien dirigidos a realizar actuaciones de prevención. Es bastante habitual que cuando alguien pregunta sobre el pasado o por qué no se hacen acciones de reparación, pues las respuestas son siempre una evasión hacia el futuro. Es decir, "ya estamos haciendo actuaciones para que no vuelva a suceder", pero sin mirar al pasado. Esto es bastante una constante en España, es sintomático que no suceda sólo en el ámbito de los abusos sexuales en la Iglesia. Por lo general en España hay una dificultad para afrontar el pasado. Se tiende mucho a esta actitud de no mirar al pasado, sino que miramos el futuro, cuando sabemos que la mejor manera de evitar que en el futuro haya cosas que no queremos que estén, es ver qué ha pasado [antes].
En el trabajo conjunto de la UOC, la UB y la UPV que ha coordinado, ¿qué relación han tenido con la Conferencia Episcopal?
Hicimos una demanda de colaboración en la CEE y también enviamos un mensaje al nuncio, pero no encontramos una respuesta positiva. No nos han facilitado información, pero no proyectamos el estudio partiendo de un encargo suyo ni contando con la CEE. Ya partíamos de que la situación existente es que no se había mostrado un interés por su parte y lo planteamos como un proyecto de investigación autónoma y hemos trabajado con nuestros medios.
En todos los países donde se han realizado investigaciones los resultados muestran porcentajes significativos tanto de religiosos que han cometido los abusos como de personas que los han sufrido. ¿Eso sólo puede explicarse por décadas de una enorme impunidad y por una Iglesia católica que miraba hacia otro lado?
Esto tiene un alcance importante, no podemos considerar que son unos hechos aislados, anecdóticos, sino que existen unas pautas de comportamiento y de conductas que están bastante arraigadas y son suficientemente consistentes que hace que nos preguntemos por las causas. Y esto es lo que se ha hecho con los estudios que se han realizado. Hay tres tipos de causas donde debe ponerse el foco: primero están las individuales. Estos hechos sólo afectan a una minoría de clérigos y, por lo tanto, hay causas individuales de unas personas que en unas determinadas situaciones cometen hechos delictivos, abusos sexuales a menores.
En segundo lugar, hay causas relacionadas con oportunidades. Es decir, estas personas cometen lo ocurrido porque tenían la oportunidad de hacerlo. Por lo tanto, se puede trabajar de cara a la prevención para reducir estas oportunidades. Y, en tercer lugar, existe un tipo de causas más estructurales, que afectan a la institución. Y aquí es donde la falta de respuesta y cierta cultura de la impunidad que ha predominado durante mucho tiempo es lo que ha podido hacer que estas conductas se hayan podido mantener.
¿Cuáles serían estas causas estructurales?
Por ejemplo, la vivencia de la sexualidad en la institución. No sólo el tema del celibato, también el discurso moral hecho en relación con la sexualidad. Se ha podido encontrar en los estudios que la idealización moral que se ha predicado en la Iglesia, con una doctrina que no ha podido dar respuesta a las necesidades de la sociedad, ha podido llevar a una disonancia entre la prédica y la realidad. Luego está el tema del perdón o del sacramento de la penitencia. Que haya habido una práctica que haya podido crear una sensación en muchos miembros de la Iglesia de un perdón barato puede haber favorecido también una dificultad a la hora de asumir una responsabilidad en los propios actos. Es la idea de que cometo un pecado, me confieso y se ha terminado, y esto no tiene una cuestión de dogmática o de principios de la Iglesia, sino que la práctica puede haber llevado a ello. Y sobre todo la insuficiencia de respuesta que ha predominado durante mucho tiempo.
En algunos países esto último ha cambiado en los últimos años. ¿Por qué?
Ha habido una evolución, la Iglesia es una institución muy grande, no es monolítica, y ha habido tendencias hacia el cambio. En algunos países han ido más rápido que en otros y nos hemos encontrado que ha habido personas dentro de las instituciones que creían que debía darse el paso, asumir la responsabilidad y dar una respuesta al problema. Cuando estas actitudes han pasado a predominar, es cuando nos hemos encontrado respuestas como las que ha habido en algunos países. Podríamos decir que en estos momentos en España estas actitudes más favorables a mirar hacia el pasado y a preguntarnos cuáles son las causas y cómo podemos actuar para evitar que esto siga ocurriendo no han sido las predominantes. Y esto explica esta actitud inmovilista y la falta de respuesta.
De los tres tipos de causas, ¿dónde más puede actuar la Iglesia es en las de carácter estructural?
Creo que puede actuar sobre los tres. De hecho, creo que actualmente está bien dispuesta a aceptar que es necesario actuar sobre los de oportunidad, cuando se hacen políticas por ejemplo para evitar que los niños estén solos con los clérigos o en determinados espacios de la Iglesia, como escuelas, se pongan cristales transparentes, para evitar que existan espacios que generen oportunidades. Las [causas] estructurales son más difíciles de asumir, porque hacerlo implica cuestionar cosas más profundas, como construir el discurso moral sobre la sexualidad o cómo abordar el tema del celibato. Con esto no estoy diciendo que haya una relación directa entre celibato y abusos, pero la Iglesia debería preguntarse si aquí hay un factor de riesgo y cómo estos riesgos pueden ser precavidos.
Buena parte de los casos que han aparecido en los últimos años se refieren a hechos cometidos hace muchos años. ¿Por qué cuesta tanto denunciar los abusos?
"Los abusos son experiencias que pueden dejar una huella muy profunda"
A las víctimas les cuesta mucho dar el paso de explicarlo, porque son experiencias que pueden dejar una huella muy profunda y, en ocasiones, puede no haber una conciencia clara de lo que ha pasado y ver que realmente es un abuso. Por eso es muy importante que se hable de abusos sexuales, porque puede ayudar a las víctimas a tomar conciencia de lo ocurrido. Y después hay muchas barreras. Por ejemplo, en el abuso sexual en el ámbito de la familia podemos encontrar que hay mucha presión a nivel familiar. Y aquí [con la Iglesia] nos encontramos con que existen las mismas barreras, pero puede haber otras. Nos encontramos con víctimas que han sufrido abusos que son de familias muy religiosas y asumir que lo ha hecho una persona perteneciente a la Iglesia, que es alguien con autoridad moral, es muy difícil de aceptar por las víctimas y por su entorno. Luego está la posición de poder social que puede tener la Iglesia.
Además, nos encontramos con que si las víctimas lo revelan al cabo de muchos años, existe el problema de la prescripción. Es muy difícil que alguien dé el paso de denunciar si antes no se ha hablado del tema, pero cuando empiezan a salir casos, entonces salen más.
Más allá de la cuestión de la prescripción del delito, en muchos casos el autor de los abusos ha muerto. ¿Esto facilita la impunidad y dificulta la reparación de las víctimas?
Debemos distinguir entre la responsabilidad penal del abusador y la responsabilidad moral que tiene la institución. La responsabilidad penal está sometida a unos límites y criterios que son muy claros en la ley. Primero debe estar vivo el abusador, es evidente; y, segundo, el delito no debe haber prescrito. Pero esa responsabilidad penal no quita la responsabilidad que tiene la institución en un caso en el que el abusador se haya prevalecido de su rol, de su poder en la institución, para cometer los hechos. En cierto modo es la institución quien ha puesto en contacto al abusador con la víctima y, por lo tanto, la institución no puede descuidar su responsabilidad. Esta responsabilidad se puede traducir en muchas cosas, se puede expresar simbólicamente a través de actos de reconocimiento que son muy importantes para las víctimas y después también en la compensación económica, que también debe estar ahí. Para las víctimas es una forma de expresar un compromiso de la institución y que se haga efectivo con actos más tangibles lo que es un reconocimiento del hecho y una responsabilidad.
Creo que Bélgica es un buen ejemplo a seguir a la hora de reparar a las víctimas a través de un centro de arbitraje. ¿Cómo funcionaba?
Este centro fue un órgano temporal que funcionó durante años. Funcionó muy bien y es un buen ejemplo primero por cómo se creó, que fue por una decisión del Parlamento pero en la que colaboró la Iglesia católica. Se creó un órgano que diera una respuesta a casos de delitos prescritos. Había un procedimiento en el que primero se miraba que hubiera un diálogo para llegar a un acuerdo entre la víctima y una representación de la Iglesia. En la gran mayoría de casos se llegó a una solución consensuada, en la que existía un reconocimiento de los hechos y una indemnización económica por parte de la Iglesia. En los casos en que no fue así, había una comisión que tomaba una decisión. Finalmente, quien tenía que pagar era la Iglesia católica, que se había comprometido a ello, de acuerdo con un baremo que se había establecido.
Para llegar a modelos como este es necesario un grado de madurez democrático o social que quizás el Estado español todavía no ha alcanzado.
Bien, la experiencia lo demuestra. Que no se haya llegado a tal solución es porque no ha habido la madurez necesaria y no sólo por parte de la Iglesia, sino también por parte de las instituciones públicas, que también tienen una responsabilidad. La Iglesia católica ha tenido una posición de poder social y ha tenido relaciones muy directas con el poder político, no sólo durante el franquismo, también después. Aún están el Concordato [con la Santa Sede] o los conciertos con escuelas dependientes de la Iglesia. Estamos hablando de que es una institución social y, por tanto, las instituciones públicas no pueden estar al margen.
En Comú Podem ha propuesto recientemente la creación de una comisión en el Parlament de Catalunya para investigar los abusos sexuales de la Iglesia. ¿Sería un buen paso?
Sí, si volvemos a mirar el ejemplo de Bélgica inicialmente hubo una comisión del Parlamento y después ya con la involucración de la Iglesia se creó el centro. En Australia también hubo una comisión creada por el Parlamento, que elaboró un informe muy abultado con la participación de la Iglesia facilitando el acceso a archivos. Que hubiera una comisión en el Parlamento sería un paso a dar e idealmente debería contar con la colaboración de la Iglesia católica. Si la Iglesia no lo quiere o lo ve con recelo, pues los primeros pasos los podría dar el Parlamento e intentar después generar una dinámica para que la Iglesia acepte que esto no es algo hecho en su contra, sino a favor de las víctimas, a favor de la reparación del pasado y la prevención del futuro.
El estudio de la UOC, la UB y la UPV muestra que los abusos sexuales en el Estado fueron cometidos, mayoritariamente, por clérigos que conocían las experiencias previas de malos tratos que presentaban a las víctimas y su extrema vulnerabilidad.
En muchos casos se ha detectado que los abusadores seleccionaban a aquellas personas que podían ser más fácilmente alcanzables como objetivos. Y una forma es hacerlo con aquellas que ya presentan unas condiciones de vulnerabilidad. Muchas de las personas que han sufrido abusos en el entorno de la Iglesia ya habían sufrido antes situaciones de maltrato o abusos en su entorno familiar o en otros ámbitos, lo que las hacía muy vulnerables. Esto es algo conocido en victimología. La previa victimización es el primer factor de riesgo para sufrir usna nueva victimización y esto además hace que las consecuencias de los abusos sean más graves, porque es una acumulación de experiencias negativas.
Es evidente que los abusos sexuales no han desaparecido en el conjunto de nuestra sociedad, pero al menos aparentemente existe hoy menos impunidad. Paralelamente, es un hecho que la Iglesia católica ha perdido poder en la sociedad. ¿Todo esto hace más difícil que se repitan situaciones que fueron muy habituales durante décadas?
Todos los estudios de que disponemos a nivel internacional apuntan a que hubo unos años en los que los abusos sexuales en la Iglesia tuvieron un pico, que serían los años 50, 60 y 70 [del siglo pasado] y después habrían ido disminuyendo y ahora el número de abusos sería menor. Pero tampoco deberíamos pensar que son hechos del pasado que no pueden repetirse, porque en Alemania están detectando que siguen habiendo nuevos casos. Siguen existiendo situaciones de riesgo. Por mucho que mejoremos los procesos de selección de los clérigos, que reduzcamos las oportunidades y que se haga una reflexión profunda sobre con qué condiciones podríamos reducir los riesgos, siempre podemos tener el riesgo de que estas conductas se produzcan. Por lo tanto, está claro que es importante insistir en la prevención.
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