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Viajes Emilia Serrano, la escritora y trotamundos granadina que la historia borró del mapa

Viajó en el siglo XIX por toda América y plasmó su experiencia en varios libros, aunque también escribió poesía, novelas y artículos en prensa.

La viajera, escritora y periodista Emilia Serrano, baronesa de Wilson.
La viajera, escritora y periodista Emilia Serrano, baronesa de Wilson. La Ilustración Nacional

Emilia Serrano fue la primera. La primera, en muchos aspectos, pero el paso del tiempo terminó relegándola en los anaqueles de la historia. No hubo antes otra española que atravesase el continente americano de punta a punta, ni que plasmase todas sus observaciones y vivencias en varias obras. Literatura de viajes en la que combinaba la antropología con la historia, la geografía con la actualidad, el diario personal con la reflexión intelectual. También, como afirma Ana María Velasco, la primera persona que estudió "las cuestiones de género e identidad en América" y que antologizó a los literatos de ultramar, entre los que incluyó a veinte escritoras.

La primera, esta primera, no terminó siendo la última, pero han sido necesarias demasiadas décadas para que su figura fuese reconocida. A veces, como incansable viajera, aunque su perfil trasciende los límites de las fronteras geográficas, pues su labor también abarcó la unión entre pueblos, el hermanamiento iberoamericano y, sobre todo, un lavado en seco de todo lo que significaba el Nuevo Mundo para quienes jamás habían salido del Viejo. Y en esa tarea, digamos, pedagógica, puso énfasis en la figura femenina. Tarea, por cierto, de ida y vuelta, pues en una de sus maletas llevaba su afrancesamiento a ultramar, de donde regresaba cargada de experiencias de primera mano que sacudían los tópicos europeos.

Emilia Serrano tuvo la gracia de ser de buena cuna, lo que no le resta mérito alguno en un tiempo donde la mujer, también la de la alta sociedad, era más objeto que sujeto. Nació en Granada, de padre notario, en el primer tercio del siglo XIX. La fecha baila, aunque la catedrática Amelina Correa la fija en 1833 o 1834. Algunas otras cifras también varían en función de la fuente, si bien es probable que Emilia realizase seis viajes a América, el primero en 1865, después de la muerte de su primer marido —el noble británico Henry Wilson, con cuyo título y apellido firmaría algunas de sus obras: la baronesa de Wilson— y de su hija, de solo cuatro años. Casi la misma edad a la que sus padres la llevaron a París.

Allí se crio una niña inquieta, observadora y curiosa. Culta, leída y precoz. Que supo abrir los oídos entonces y después, pues terminó conociendo a Alphonse de Lamartine, Francisco Martínez de la Rosa, Alejandro Dumas (hijo) y otros escritores que, en el futuro, colaborarían en las publicaciones que fundó o dirigió. También fue una cría viajada y políglota, que conoció Europa y se empapó en una biblioteca del italiano lago de Como de su americanismo. Fascinada por naturalistas como el geógrafo y explorador Alexander von Humboldt, describe ese momento iniciático en América y sus mujeres:

"Las escenas de la vida de los indios, descritas gráficamente; los descubrimientos y conquista, las batallas, las heroicidades de españoles y de indígenas, la luz tenaz y justa de los hijos del Nuevo Mundo contra los invasores me enajenaron hasta el punto de olvidarme de todo lo que no era leer, dándose el caso de renunciar a paseos y a otras distracciones, por entregarme a mi pasión favorita". Serrano, quien se había casado a los quince y enviudó dos años después, sería una periodista y escritora prolífica antes de cumplir su sueño. Ejerció como redactora de El Eco Hispano-Americano, colaboró con La Revista del Nuevo Mundo y dirigió La Caprichosa, además de publicar poemarios, novelas, ensayos educativos femeninos y guías de viaje.

En vez de encerrarse entre cuatro paredes, rompió con las convenciones de la época y, como mujer independiente e ilustrada, pronto se lanzó a ver mundo. Y a ser una pionera, como sostiene la profesora Lara Altieri, quien investigó sobre su figura en Una heroica viajera por las Américas, donde la califica como intrépida aventurera: "Fue autora del primer estudio comprensivo de la mujer americana y de la primera gran novela histórica americana sobre el encuentro de los dos mundos, El mártir de Izancanac". Todos ellos, fruto de sus expediciones desde Canadá hasta la Patagonia, donde no fijó la mirada de una turista, sino la de una literata empeñada en desechar los estereotipos sobre el continente.

"Su obra mezcla sus preocupaciones —mejorar la sociedad de la época, contribuir a la educación de la mujer, extender el progreso y difundir la literatura francesa, así como, especialmente, los rasgos de identidad americanos— con su experiencia vital y la historia", escribe Velasco en Emilia Serrano: una viajera española por América y Europa en la segunda mitad del siglo XIX, donde la define como una "americanista original" que "explora los límites de la historia y de la autobiografía, de rigor y de la pasión, del método científico y de la aventura". Sin embargo, alejada del papel femenino de ángel del hogar, "su cosmopolitismo y el carácter transnacional de su obra [...] hacen que su figura sea poco conocida", asegura la historiadora y doctora en Comunicación.

La baronesa de Wilson trató de desmontar las falsedades que circulaban por Europa sobre América y de dar a conocer la realidad de otros pueblos, al tiempo que abogó por la educación para reducir las desigualdades —no solo entre países, sino también de género—, sostiene la profesora Simona Barbagallo. "No se conformó con contemplar bellos monumentos, admirar hermosos paisajes, tratar con todas las capas sociales, desde altos mandatarios hasta humildes indios, y disfrutar de obras de arte, sino que se implicó en los acontecimientos políticos y sociales de su época, como la esclavitud, las revoluciones y los golpes de estado", relata en Emilia Serrano, escritora viajera española del siglo XIX; olvidada "cantora de las Américas".

La propia baronesa de Wilson mostraba su fascinación por el Nuevo Mundo en sus textos: "América es algo superior a cuanto elaboró la mente: la realidad supera a los ideales más inverosímiles. Esto es incomparable para quien no ha viajado por ese mundo desconocido hacia largos siglos y que Colón descubrió", ensalza en América y sus mujeres, donde describe como "empresas riesgosas y erizadas de dificultades" los anteriores viajes de sus compatriotas. Nada que frenase sus ansias expedicionarias. "No podía ocupárseme lo temerario del propósito: pero mi excelente salud y la incontrastable fuerza de voluntad salían fiadoras para que no temiese el cansancio moral y físico".

Su pasión no encontró obstáculo alguno, hasta el punto de que no solo hizo varias travesías, sino que también llegó a vivir en América durante largos años. Paloma Castañeda Ceballos recoge en el libro Viajeras (Aldebarán) el comentario que, tras una comida, le hizo a unos amigos la baronesa de Wilson, quien firmaría como Emilia Serrano de Tornel tras casarse en segundas nupcias con el doctor Antonio García Tornel: "Soy una partidaria del progreso de la mujer y los viajes forman parte de este capítulo. Si triunfo o fracaso, sólo el tiempo lo dirá, y le puedo asegurar que soy de esas mujeres que no me doy por vencida con facilidad".

Serrano fallecería en 1923 en Barcelona, donde se había instalado, pero siguió colaborando en prensa hasta poco antes de su muerte, cuando estaba a punto de cumplir noventa años. La lista de cabeceras en las que publicó sus artículos es ingente: El Último Figurín, El Correo de la Moda, La Primera Edad, El Gato Negro, El Eco Ferrolano, La Ilustración Artística... Valga como epitafio el texto que le dedicó otra insigne periodista, la almeriense Carmen de Burgos, en la revista La Alhambra. Lleva por título Granadinos olvidados. La baronesa de Wilson:

"Su labor no ha sido la del geógrafo o historiador teórico, que solo se inspira en los escritos de otros autores. Ella ha viajado por toda América, desde el Canadá hasta la Patagonia, durante treinta años. Ha realizado peligrosos viajes, como el de remontar la corriente del Plata y hacer ascensiones de los ásperos flancos del Tandil, del Aconcagua, el Misti, el Chimborazo, etcétera. Ninguna mujer ha realizado jamás tan penosos trabajos ni abarcado empresa de tal magnitud. Por mucho menos se han aplaudido viajes de francesas e inglesas, celebrando su esfuerzo en todos los tonos. Y esos viajes no han sido de turista, han sido de una mujer estudiosa, laboriosa, que ha trabajado incansablemente".

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