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Actualizado:Tarde o temprano iba a suceder. El lío está servido. Navacerrada ha sido el primer polvorín helado en estallar y sus estaciones de esquí no volverán a estar transitadas; telesillas abandonados y un entorno marcado por la incertidumbre. Son las consecuencias de una crisis climática que ya está aquí. En este pico, la temperatura media ha subido 1,95ºC durante los últimos 50 años y la masa de nieve natural ha descendido un 25%, con una media de 24 días menos de nevadas al año respecto a la década de 1970. Precisamente esto es lo que ha llevado al Organismo Autónomo de Parques Nacionales a activar el proceso de cierre de las pistas de esquí.
Pero esta estación de la meseta central no es la única que se acerca al ocaso. Gran parte de las instalaciones dedicadas a los deportes de invierno están condenadas por la coyuntura de cambio climática y, aunque no todas desaparecerán, sólo el 44% podrán sobrevivir a la próxima década si se realiza una proyección científica amable en la que la temperatura global del planeta ascienda 2ºC por encima de los niveles preindustriales. En el peor de los casos, con una subida de 4ºC, sólo el 7% los centros podrán permanecer abiertos, y tendrán que nutrirse de apoyo de innivación artificial, según el último informe de la Oficina Española de Cambio Climático.
"En España la cosa no pinta demasiado bien", dice Isabel Moreno, física, meteoróloga y experta en divulgación sobre cambio climático. "El clima tiende a ser cada vez más cálido y con precipitaciones menores. Esto en líneas generales no significa que vaya a dejar de nevar, pero sí que vaya a haber menos disponibilidad de nieve. Los datos ya nos indican que cada vez disponemos de menos y que se están perdiendo glaciares", indica a Público.
"Puede haber algunas estaciones de esquí que, desgraciadamente, dejen de ser rentables"
Cayetano Torres, coordinador de área de información meteorológica y climatológica de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), advierte de que "las estaciones del sistema central son las que presentan más vulnerabilidad". Un ejemplo son las pistas de La Covatilla, en la Sierra de Béjar (Castilla y León), según menciona el experto. "A largo plazo, las que podrán permanecer abiertas más tiempo serán las de los Pirineos y las de Sierra Nevada, aunque también lo podrán pasar mal por el cambio climático", valora. "Si nos situamos en un escenario muy optimista, con una supuesta subida de temperaturas de 1ºC para finales de siglo, las cotas de nieve subirán en torno a los 200 metros, por lo que muchas estaciones estarán en riesgo. Las estaciones no van a desaparecer tanto porque vaya a nevar menos, que es importante, sino porque las cotas de nieve van a elevarse", analiza, con una proyección muy amable del futuro si se tiene en cuenta que los datos científicos ya hablan de la posibilidad de que el termómetro global ascienda unos 4ºC. "Todo esto puede hacer que algunas estaciones de esquí desgraciadamente dejen de ser rentables", opina.
Los datos del Ministerio para la Transición Ecológica estiman que para las próximas décadas la subida de la cota de nieve, es decir, la altitud a la que la nieve empieza a cuajar, estará en los 2.000 metros, por lo que numerosos picos y estaciones de esquí estarán abocadas a desaparecer.
Por su parte, Rubén del Campo, técnico de la Aemet, destaca la importancia que tiene la disminución de las precipitaciones previstas para los próximos años en la región mediterránea: "El IPCC estima en su último informe que habrá una bajada modesta del 5%. Puede parecer poco, pero si lo sumamos a un incremento de las temperaturas y de la cota, se traduce en que la cantidad de nieve disponible va a bajar". Además, las heladas, importantes para que las pistas puedan permanecer a una temperatura estable, son cada vez menos habituales y se constata que al año hay 21,6 días menos que hace 50 años, según el informe Impactos y riesgos derivados del cambio climático en España.
Pirineo y Sierra Nevada no se salvan de la crisis climática
Las estaciones de esquí situadas en los picos centrales son las más expuestas a los efectos del calentamiento acelerado del planeta, pero no las únicas. Pese a estar ubicadas en la zona más segura y fría, los Pirineos ya empiezan a padecer en algunos de sus puntos disminución de masas de nieve, en tanto que la fecha de inicio de temporada de esquí se ha retrasado hasta 50 días en las estaciones de cota baja y 30 días en las de cota media, según los datos del Observatorio Pirenaico del Cambio Climático (OPCC).
La temperatura pirenaica subirá entre 1º C y 7º C en la próxima década
Los datos de este centro científico muestran que la temperatura media subirá entre 1º C y 2,7º C a finales de esta década y hasta 4º C en 2050 si las proyecciones de aumento de emisiones de gases de invernadero y calentamiento del planeta siguen la tendencia actual. Para la segunda mitad del siglo XXI, entre el 39% y el 8% de las pendientes dedicadas al esquí podrán seguir funcionando con nieve natural en toda la zona, incluidas las estaciones situadas en la vertiente francesa.
En una de sus informaciones de divulgación, el OPCC señala también la viabilidad de que las estaciones puedan operar con sistemas de innivación –maquinaria que fabrica nieve artificial– y señala que, a medida que las temperaturas medias vayan subiendo, será más difícil y costoso conseguir que la sustancia permanezca sin evaporarse en el terreno.
El futuro de Sierra Nevada tampoco es halagüeño si se mira desde una perspectiva nivológica. El Observatorio de Cambio Global de Sierra Nevada estima que podrían descender las precipitaciones en los próximos años al mismo tiempo que se incrementan las temperaturas medias hasta 6º C para 2100. Las masas de nieve podrían descender cerca de un 21% en las próximas décadas si no se detiene el calentamiento del planeta a escala global. La situación de este pico es importante, no sólo desde el punto de vista turístico, sino también hidrológico, pues se trata de la despensa de agua que nutre a gran parte de la provincia de Granada y sus ríos. Quizá la prueba más evidente de la vulnerabilidad del territorio es la extinción del glaciar de La Veleta en los años 90 del siglo pasado.
¿Qué pasará con el turismo de esquí?
Con este panorama, el sector turístico orientado al deporte de invierno se enfrenta a la difícil tarea de reconvertirse y adaptarse a una coyuntura que, con los datos sobre la mesa, parece innegable. La Asociación Turística de Estaciones de Esquí y Montaña (ATUDEM), una organización empresarial que aglutina los intereses del conjunto de estaciones de esquí y snowboard de España, repasa en su último informe la situación del sector, que da empleo directo a 3.103 personas. En el último año, la industria ingresó 118.755 millones de euros a pesar de la pandemia, aunque el 80% de la actividad se concentró en el entorno pirenaico.
La organización, sin embargo, en el apartado de su informe relacionado con los retos del futuro no hace mención al cambio climático y centra su atención, como puede ser razonable, a las incertidumbres económicas derivadas de la emergencia sanitaria de la covid-19. El sector sigue resistiendo a la tendencia climatológica de España, marcada por un mercurio al alza, propulsando la apertura de estaciones gracias a sistemas de innivación que mezclan la nieve disponible con la artificial. El 52% de las pistas de España ya disponen de cañones que riegan artificialmente la tierra de hielo, según adelantaba una publicación de la revista ambiental Ballena Blanca. En 2011, el porcentaje de estaciones con esta tecnología era del 40%, por lo que la tendencia hacia este sistema es cada vez más clara a medida que el cambio climático deja su huella en el territorio peninsular.
Estos sistemas requieren de una gran carga energética para su funcionamiento, pero el mayor problema tiene que ver con la necesidad de agua para fabricar nieve. "El problema es que los recursos hídricos en España ya están cayendo. Además, de la disponibilidad del agua, que en algunas zonas como Navacerrada puede estar garantizada, hay que tener en cuenta la importancia de la temperatura, ya que si no es demasiado baja la nieve no se va a lograr mantener mucho tiempo, se funde", argumenta Torres.
Ernest Cañada, profesor de la Escuela Universitaria de Turismo y Hotelería de Barcelona (CETT-UB) y coordinador del centro de investigaciones Alba-Sud, apunta a la insostenibilidad del modelo en una coyuntura de crisis e incertidumbre económica y ecológica. "Es igual que los cruceros; las pistas de esquí ahora mismo no tienen sentido y no se puede seguir planteando su crecimiento. Detrás sólo hay especulación y el deseo de seguir dando privilegios a un sector bajo las falsas excusas de siempre; de empleo, economía o población".
"Se habla de un modelo precario que nos hace más vulnerables, en este caso ante el cambio climático"
Como en todos los sectores, la transición ecológica debe implicar un cambio en el modelo de turismo, según indica el experto, apostando por un sistema menos expansivo y nocivo con los entornos donde se desarrolla. "Sobredimensionar el turismo ya tiene efectos problemáticos, como la fragmentación del territorio, la desaparición de otras actividades en el entorno o el futuro de las zonas rurales", avisa Cañada, que recuerda además cómo vincular estos territorios y pueblos de montaña a la economía de esquí genera una dependencia peligrosa. "Ya lo hemos visto en la pandemia en otras áreas del turismo. Se ha constatado como el argumento del empleo caía por su propio peso, al perderse toda la actividad el sector se desprendió de todos los puestos de trabajo con mucha facilidad, a diferencia de lo que ocurrió en otros sectores donde las plantillas se han logrado mantener más pese a la crisis. Esto nos debería dar una perspectiva diferente para entender que se habla de un modelo precario que nos hace más vulnerables, en este caso ante el cambio climático".
El más que probable cierre de Navacerrada es un paso más. Una evidencia clara de que la crisis climática ha dejado de versar sobre augurios y pronósticos para evidenciar sus daños. La clausura de pistas es un daño colateral. Ahora es el momento de repensar cómo proteger las montañas y los picos del Estado y cómo adaptar los territorios y sus economías a las nuevas incertidumbres.
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