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Clases online universidad Universitarios y profesores dan clase a ciegas en una educación digital provocada por la covid que genera muchas dudas

Miles de profesores universitarios dan clases online a alumnos y alumnas a quienes no pueden ver el rostro desde que estalló la pandemia. Tres docentes, una alumna y un alumno de tres comunidades autónomas radiografían para 'Público' un modelo de enseñanza telemática que deja muchas dudas en el aire.

12/01/2021. Imagen de archivo de un estudiante utilizando desde casa el ordenador para realizar tareas académicas, en Madrid. - EUROPA PRESS
Imagen de archivo de un estudiante utilizando desde casa el ordenador para realizar tareas académicas, en Madrid. Jesús Hellín / Europa Press

Nunzia Castelli no sabe cuántos estudiantes hay al otro lado de la pantalla. ¿Diez? ¿Quince? ¿Veinte? Desde que la pandemia puso patas arriba el planeta, buena parte de sus clases online las da a una pantalla negra como el tizón. Sus estudiantes han tomado por costumbre no encender las cámaras de sus ordenadores y es imposible saber si están atendiendo a sus explicaciones o viendo una serie de Netflix en pijama. Cualquiera sabe.

Hablar a una máquina sin ver la cara de los interlocutores no es un plato de gusto. Al menos para Nunzia Castelli, profesora de Derecho del Trabajo de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM). "Es frustrante y desagradable", admite en conversación telefónica con Público. Pero es lo que hay. Los estudiantes se refugian en el derecho a la intimidad de sus hogares y en la escasa potencia de la conexión de Internet para apagar sus cámaras. Y no es un caso aislado. La inmensa mayoría desconecta la imagen. En Castilla-La Mancha y en las otras dos comunidades autónomas consultadas por este periódico.

Para Mara González, profesora de Economía y Empresa de la Universidad de Zaragoza, dar clases a una pantalla en negro no es un problema insalvable. Después de más de un año de docencia online parece haberse habituado a un sistema que se tuvo que improvisar ante la irrupción de la covid y que se ha prolongado mucho más tiempo del esperado. Es consciente de que la enseñanza telemática permite a los alumnos y alumnas desconectar del aula virtual sin que el docente lo perciba. "No sabes si hay alguien al otro lado escuchando", reconoce la profesora. "Es evidente que los estudiantes que no quieran atender, no lo hacen. Y mientras estás dando la clase, lo mismo están con el móvil o sencillamente viendo una película".

Mara González: "No sabes si hay alguien al otro lado escuchando"

Nunzia Castelli cree que el hecho de no ver la cara de sus alumnos le priva de una información pedagógica básica. "No entro en comunicación con ellos. No veo su expresión de comprensión e impide el intercambio", protesta. La participación se ha visto seriamente afectada, cuando en las clases presenciales ya suponía un déficit notable.

No es el único aspecto de la modalidad online que incomoda a la profesora de la UCLM. A su juicio, la educación telemática entraña importantes desventajas con respecto al sistema convencional. "La universidad es comunicación, intercambio y comunidad", resume. Y esos principios elementales están siendo laminados por un modelo educativo improvisado en pocos meses para sortear la amenaza de la covid. "La universidad debe ser presencial. No puede ser un lugar donde la profesora vomite conocimientos sobre alumnos inmóviles", sostiene.

Entre otras cosas porque reduce notablemente las posibilidades metodológicas a la "voz y, como mucho, el PowerPoint", precisa Castelli. "No sirve para formar ciudadanos críticos, porque los alumnos están en casa aislados". Y no solo eso. También ha incrementado la dedicación de los docentes. "Tenemos un estrés alucinante. Hemos tenido que duplicar las horas de trabajo. Yo tengo dos niñas pequeñas en casa. Imagínese lo que me ha costado dar las clases vía digital", lamenta.

La organización de las clases telemáticas varía entre facultades y cursos en función del número de alumnos y la incidencia de la pandemia. Entre la segunda quincena de marzo de 2020 y final del curso pasado, la mayor parte de las 82 universidades españolas se refugiaron en la educación digital. A partir de octubre, la modalidad online se ha combinado con la presencial en buena parte de las especialidades. En muchas aulas se han instalado cámaras para que la mitad del alumnado siga las explicaciones del profesor desde casa en semanas alternas.

David Ballesteros: "Con las clases digitales no te involucras igual. Pierdes confianza y te inhibes"

Los estudiantes acogieron la nueva situación con incertidumbre y disparidad de opiniones. Muchos valoran la comodidad de poder recibir las clases sin tener que salir de casa. Pero también subrayan sus inconvenientes. Es el caso de David Ballesteros, de 20 años y alumno de Relaciones Laborales de la UCLM, para quien la modalidad telemática "distrae mucho" y perturba la "concentración". "No estamos acostumbrados", remarca. "Con las clases digitales no te involucras igual. Pierdes confianza y te inhibes. En las presenciales preguntas más al profesor. La mayoría piensa como yo, aunque muchos las prefieren por comodidad".

David Ballesteros tampoco activa la cámara cuando interacciona con el profesor. "Nadie la enciende", remarca. Es consciente de que para muchos docentes dar la clase a una pantalla en negro es una práctica, cuanto menos, molesta. "Sé que los profesores quieren la cámara encendida. Y lo veo lógico. Las caras de los alumnos lo dicen todo y dan información al profesor. Pero es una invasión a la intimidad. Estamos en nuestras habitaciones privadas", puntualiza.

Ana estudia tercero de Magisterio en la Universidad del País Vasco (EHU). En su especialidad siguen lo que denominan "sistema bimodal". Dos grupos de 25 personas que se van turnando cada semana para recibir clases online o presencial de forma alternativa. No parece muy satisfecha con el resultado. "Se ve fatal. La cámara es de muy mala calidad y la pizarra apenas se adivina", protesta. Ana critica los frecuentes fallos en el sistema y es particularmente contraria a un modelo mixto que combine la educación digital y presencial. "No es efectivo. O todos en casa o todos en clase", sugiere.

El suyo es un caso similar al del estudiante de la UCLM. Nadie pone en marcha la cámara. Y, cuando algún alumno o alumna de casa interviene, se proyecta en primer plano el pantallazo negro y deja de verse el profesor o la pizarra. "Te pierdes todo lo que está pasando en ese momento", asegura. A principios de curso, algún profesor rogó a los estudiantes que activaran su cámara. Sin éxito ninguno. Y Ana entiende las reticencias. "No tiene sentido ponerla, porque da problemas de calidad". No todos los alumnos disponen de conexión de alta capacidad y con la cámara encendida se suele colapsar la imagen. Ana es un nombre ficticio para preservar su privacidad.

Tampoco quiere revelar su nombre un profesor de Ingeniería Marina de la Universidad del País Vasco. Pero su opinión sobre la educación online no deja lugar a dudas. "Es un desastre", asegura. "No podemos seguir igual un año más". A su juicio, las clases telemáticas podrían haberse evitado si se hubiera optado por un sistema de ventilación mecánica en las aulas, que habría disipado la amenaza de la transmisión del coronavirus por aerosoles. Y así lo demuestra, según afirma, un estudio científico que ha ejecutado en colaboración con un estudiante y que fue difundido meses atrás. "El problema está mal planteado de inicio", lamenta.

La ley obliga desde 1994 a instalar en las aulas mecanismos de renovación del aire

Para empezar, la ley ya obligaba desde 1994 a configurar aulas con mecanismos de renovación del aire, que hubieran sido eficaces contra la covid. Pero, según afirma, la mayor parte de constructores no respetaron las prescripciones normativas. "No hubiera sido necesario ni reducir el aforo", aduce. Haber paliado ese déficit, conforme a sus cálculos, habría costado unos mil euros por aula, una suma similar a la que las administraciones públicas se están gastando en material informático. "Ha sido todo una absoluta improvisación. Los sistemas de transmisión telemática se cuelgan. No funcionan bien".

Solo en calefacción, el coste va a ser mayor, advierte el profesor de la UPV. Los protocolos anticovid recomiendan airear las aulas a través de las ventanas cada cierto tiempo y en invierno o en zonas frías obligará a multiplicar el gasto energético. Sin menoscabo de que la ventilación natural en modo alguno garantiza la purificación ambiental en toda la estancia.

Y lo que es peor: las consecuencias han sido negativas para la calidad de la enseñanza y la salud de los profesores. "Psicológicamente, provoca problemas de foniatría. Los docentes no modulan la voz correctamente porque no ven a los alumnos ni perciben su reacción. Pierden el control de su voz. No somos presentadores de televisión", señala a modo de ejemplo.

González ve "muy difícil vigilar que no se comuniquen entre ellos a través del Whatsapp"

Y luego está el dilema de los exámenes, el único escenario donde los estudiantes están obligados a activar sus cámaras. Pero ¿es posible controlar que los alumnos no se copien al otro lado de la pantalla? Mara González lo duda. "Veo muy difícil vigilar que no se comuniquen entre ellos a través del Whatsapp", indica. Lo mismo estima David Ballesteros, alumno de Relaciones Laborales. "Los exámenes en línea no son un buen instrumento. El control del profesor es menor. Y muchos estudiantes hacen trampas", reconoce.

Catorce meses después de la pandemia, los mecanismos habilitados para mantener la actividad lectiva no han dado los resultados previstos. Toda la comunidad universitaria es consciente de las enormes dificultades que se han debido sortear en poco tiempo. Pero los efectos sobre la calidad de la enseñanza son evidentes. Todavía hay alumnos sin ordenador en casa, pese al esfuerzo realizado por las universidades. Algunos utilizan el móvil para sus conexiones. "Se está relegando a los alumnos con menos recursos", alerta Nunzia Castelli. La situación de provisionalidad ha sembrado la incertidumbre. Y todos temen que si las vacunas no llegan a tiempo este verano para inmunizar a cientos de miles de jóvenes estudiantes, el curso escolar podría arrancar con renovadas dudas.

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