BARCELONA
Actualizado:El turismo de cruceros en el Puerto de Barcelona ha dejado definitivamente atrás la parada forzada por la pandemia de covid-19 y ha superado con creces su récord histórico. A pesar del creciente debate político y social alrededor de su regulación para limitarlos y reducir sus impactos ambientales y sociales, el número de cruceristas que pasaron por la capital catalana durante 2023 se elevó hasta cifras inéditas. En concreto, solo hasta noviembre del año pasado atracaron en la ciudad 3.433.371 cruceristas, según los datos del Puerto de Barcelona.
Son 300.000 más que el anterior techo, registrado en 2019, y la diferencia se ampliará una vez se añada el número de turistas de diciembre, todavía no disponible. Si la comparación se ciñe a los 11 primeros meses del año, el crecimiento de cruceristas de 2023 es del 12,1% con relación al récord prepandémico.
Si entonces encontrar algún mes con más de 400.000 turistas de cruceros era excepcional, durante 2023 el dato se superó en cinco ocasiones -mayo, julio, agosto, septiembre y octubre-. El tope mensual fueron los 468.553 de octubre, lo que equivale a más de 15.100 cruceristas en el día de media.
En pocas décadas los visitantes de este tipo en Barcelona han crecido de manera exponencial. En 1999, hace apenas un cuarto de siglo, la ciudad
superó por primera vez el medio millón de pasajeros de cruceros, con
541.596. Cuatro años después, en 2003, se logró el millón (1.049.230), mientras que los dos millones llegarían en 2008 (2.073.890). Los tres millones de cruceristas serían una realidad en 2018 (3.042.217), mientras que en 2023 se romperá la cifra final de los 3,5 millones. Dicho con otras palabras, en apenas 25 años el número de turistas de cruceros casi se ha multiplicado por siete.
Un debate para regularlos que se intensifica
En paralelo a la aceleración del volumen de pasajeros de cruceros que
atracan en el Puerto, ha surgido un debate alrededor de la necesidad de
establecer algún tipo de regulación para limitarlo, que ha cogido especial fuerza los últimos años. La reclamación la han liderado en primer término movimientos sociales, articulados en organizaciones vecinales o ecologistas, como por ejemplo Zeroport, la Assemblea de Barris pel Decreixement Turístic o, más recientemente, Stop Creuers Catalunya.
El movimiento aboga por la supresión de la actividad en toda Catalunya en 2025, se opone a cualquier ampliación portuaria de las terminales de
cruceros y recuerda que Barcelona es la ciudad de Europa más contaminada por este tipo de turismo.
A nivel político ha habido varios pasos. De entrada, se creó una mesa de
estudio sobre la regulación de los cruceros integrada por el Ayuntamiento, el Govern de la Generalitat, el Gobierno del Estado y el Puerto de Barcelona. Especialmente contrario al crecimiento de visitantes, Barcelona en Comú llegó a proponer reducir a la mitad el número de cruceros en temporada alta y que el total de visitantes de este tipo tuviera un máximo de 10.000 visitantes al día -una cifra que, de media, ya se supera durante seis meses del año-.
En paralelo, el Govern de la Generalitat aprobó el año pasado el
anteproyecto de ley para grabar las emisiones de los cruceros, con la
voluntad que sea una realidad durante este 2024. La intención de la normativa es básicamente la reducción de las emisiones contaminantes de este tipo de embarcaciones.
A escala municipal, el anteproyecto de presupuestos para este año del
Gobierno de Collboni contempla un incremento de la tasa que pagan los cruceros que hacen escala en la ciudad. A la espera de ver qué sucede con las cuentas -que Collboni confía poder aprobar durante enero-, la realidad es que alrededor de la mitad de los cruceristas que pasan por la ciudad se están apenas entre 4 y 8 horas en ella, porque hacen escala, de manera que su impacto se concentra especialmente en Ciutat Vella, en forma de masificación y congestión de una área ya muy tensionada por el turismo.
Esta misma semana, el teniente de alcaldía de Economía y Turismo del
Ayuntamiento, Jordi Valls (PSC) ha reconocido que un crecimiento anual del 10% de los cruceristas "no es sostenible" y ha admitido ver con "preocupación" su evolución. Con todo, Valls considera que la de los
cruceros en Barcelona "es una historia de éxito". Conviene no olvidar que Valls presidió el Puerto de Barcelona entre 2006 y 2011 y admite sentirse "corresponsable" de esta historia. Pese a este intenso debate político y social, de momento el turismo de cruceros sigue disparándose en la ciudad.
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