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Paco Espinosa: "Queipo, Bohórquez y la hermandad forman un todo: ellos impulsaron la construcción de la basílica"

El historiador, autor de 'La justicia de Queipo', aborda en esta entrevista con 'Público' la figura del general golpista, instigador de miles de crímenes tras el golpe del 18 de julio de 1936 y exhumado esta semana en aplicación de la nueva ley de memoria.

Queipo de Llano, durante uno de sus discursos.
Queipo de Llano, durante uno de sus discursos.

Su libro La Justicia de Queipo (Editorial Crítica, 2005) se convirtió en una referencia para comprender lo que hizo y cómo lo hizo Gonzalo Queipo de Llano, instigador de miles de asesinatos tras el golpe de Estado de 1936. El historiador Paco Espinosa, al día siguiente de la exhumación del general, junto al auditor Francisco Bohórquez de la Basílica de la Macarena, responde a las preguntas de Público por teléfono.

La publicación del libro no fue fácil, recuerda Espinosa. "En 2000 salió una autoedición que hice yo, porque no me lo publicaba nadie. Hice un edición de mil y pico de libros y se agotó. Las autoediciones producen un cansancio horroroso".

Después, editorial Crítica le planteó revisar la edición. Ahí, Espinosa, añadió unas 100 páginas más. "Ha funcionado muy bien ese libro. Era la primera cata que se hacía de los efectos de cómo funciona la justicia después de un golpe militar, la locura total en la que se mueven los que dan un golpe y [lo que sucede con] las víctimas que no saben qué va a ser de ellas. Es un un libro terrible. Lo hice aprovechando la consulta que hice a finales de los 90 en el archivo militar, que fue un momento excepcional, porque a los dos o tres que estábamos allí se nos permitía ver sin filtro lo que queríamos. De ahí sale todo lo de Queipo. Es una forma de conocerlo".

Espinosa destaca la importancia de Bohórquez en todo el entramado represor que se monta después del 18 de julio del 36. "En el caso de Queipo, sí había mucha gente que sabía, del que nadie sabía nada era de Bohórquez era un personaje secundario, de los que no salen nunca, que acaban en un sitio o en otro, se les pierde la pista. No sabes la importancia que tuvieron, cuando te pones a investigar, y te sale toda esa maraña en torno a estos personajes".

Espinosa explica que la represión se produce en dos fases, que a su vez adoptan dos formas distintas. Por un lado, "durante los primeros meses se hace por el bando de guerra, que les permite matar a cualquiera cuando les de la gana básicamente. Es lo que permitió ir haciendo una escabechina".

Y por otro, "una vez que pasa ese proceso y ya controlan ese territorio, en el 36 y en el 37 inician el proceso de judicialización y crean los consejos de guerra, una parafernalia, para darle un barniz supuestamente legal a aquello".

"En esta segunda fase –prosigue Espinosa– se tiran hasta mediados de los años 40. Era una pantomima. Alemanes e italianos les recomendaron que tuvieran un poco de cuidado. Cuando hacía falta seguían matando como al principio. Esas son las dos formas claves. De todo ello se tiene un recuento. Lo llevan en la auditoría y la Falange y la Guardia Civil, en los pueblos".

"Llevan –remacha– un control exhaustivo de todo lo que han ido haciendo. Lo que pasa es que igual que en los archivos militares se pueden consultar los consejos, porque siguen ahí. Sin embargo, toda la documentación del bando de guerra, prácticamente no queda huella. Lo borraron. La mayoría de la violencia se llevó por bando de guerra. Eso no deja huella salvo lo que ellos conservaron. Tienen informes, que dicen: le fue aplicado el bando de guerra. Reconocen que se lo aplicaron, pero no queda el documento con los detalles, por orden de tal, a tal hora y todas las características". La cifra solo en la provincia de Sevilla supera las 10.000 muertes.

Terror y dominio

Si Espinosa tuviera que explicar aquella época a alumnos de Secundaria lo haría de esta manera: "Si me viera en la cosa de tener que explicarles eso, empezaría por la II República y los avances que aquello supuso a todos los niveles para la gente más humilde. Fue una mejora general a nivel educacional. Se abren miles de escuelas durante la República, que facilitan la escolarización de gente que no sabía ni leer. Luego vendrían ya las elecciones del 33. Luego las del 36 que le dan el triunfo a un bloque de partidos de izquierdas. Ahí ya un grupo de personas deciden que eso no se va a llevar a cabo, y deciden cortar el proceso hiciera falta lo que hiciera falta. No se respeta la opinión de la gente y se intenta acabar con todo lo que representó la II República".

En ese contexto, "saldría la figura de Queipo, un hombre que se va adaptando a cada cosa que le pasa, se presenta como republicano primero, luego como lo contrario". "Queipo –afirma Espinosa– se encontró con el golpe preparado y llega a Sevilla poco antes. No tenía ninguna relación con Sevilla antes del golpe. Él pensaba que le iba a tocar por su tierra, por Valladolid. Lo mandan aquí y nunca hemos sabido por qué".

"Cuando llega –prosigue Espinosa– el golpe estaba muy avanzado. Lo habían preparado a fondo aquí, en unión con el suroeste, con el norte de África. La ruta del ejército de África a Sevilla era un elemento clave del golpe. Si fallaba eso, hubiera fracasado el golpe, no hubiera triunfado de ninguna manera, por más que se hubiera sublevado Mola. Lo preparan a conciencia y ahí no interviene para nada Queipo. Queipo se encuentra todo hecho y preparado. Él se presta a lo que le piden y a lo que él desea. Y cuando el golpe se resuelve en unos días, sigue con su plan de violencia y terror".

Una vez que controla a través del miedo la zona, Sevilla es suya. "Ahí –reflexiona Espinosa– se produce una simbiosis muy curiosa entre Queipo, el núcleo militar a su alrededor, y la oligarquía y la burguesía sevillana más reaccionaria. Forman un conglomerado que tiene una pervivencia larguísima. Precisamente de esa simbiosis y de esa permanencia, proviene la basílica. Queipo se adapta perfectamente a las costumbres de aquí, se presta a esto y a lo otro y mantiene la corriente de lo que aquí se hacía. Era una figura venerada por la oligarquía y la burguesía conservadora sevillana. No me cabe duda. Lo hace para ganarse a cierta población y lo consigue. No a la otra. A la otra no se la gana".

Sobre el patrimonio que acumuló Queipo de Llano en aquellos años, sobre el que la ley de memoria establece que se debe hacer una auditoría, Espinosa afirma: "Nunca se sabrá si [el cortijo] Gambogaz lo promociona él mismo o alguien pelota de alrededor dice, mira, vamos a buscar esto para Don Gonzalo, que seguro que le gusta tener una finca. Sacaban lo que querían, ¿Quien se podía negar a esas cuestaciones? A esas cosas que hacían de dar dinero, para la construcción de la basílica, para el cortijo de Queipo, no se podía negar nadie. Los únicos los que no tenían para comer".

La exhumación

Su punto de vista sobre la exhumación de Queipo encierra cierta complejidad argumentativa –contiene algunos elementos historicistas– y va a contracorriente. Esta es la reflexión completa de Espinosa al respecto: "Yo nunca he estado a favor de que sacaran de allí a esta gente. Cuando lo hemos discutido con los amigos del mundo memorialista, incluida Paqui Maqueda, nunca me he mostrado favorable porque Queipo y Bohórquez y la hermandad forman un todo, fueron ellos los que propiciaron que se construyera la basílica. Previamente la hermandad le había entregado, en el 36, la corona de oro de la Virgen Macarena, luego se devolvió en el 37. Queipo le regaló el fajín militar, se lo donó a la virgen, que lo llevó muchos años, hasta que les dio vergüenza y lo quitaron".

"La estrecha relación –añade– que han tenido Queipo, que promovió la construcción de la basílica, como Bohórquez, que fue hermano mayor durante 20 años, como la propia hermandad… yo nunca he entendido por qué había que sacarlos de allí. En todo caso, me parecía que sacarlos era blanquear la imagen de lo que era la basílica, una muestra de lo que fue el fascismo sevillano en su apogeo, ahora ya no. Era la simbiosis entre iglesia y ejército, una cosa que la veíamos cada semana santa".

"Lo que se ha conseguido –remacha– es blanquear la basílica. Yo he estado con gente a la que no decía lo que había allí dentro. Pasábamos al lado y se quedaban mirando, ¿Esto qué pinta aquí? Y se quedaban mirando, se asombraban. No les cabía en la cabeza que estuviera Queipo allí. Pues allí está también el auditor Bohórquez que se llevó toda la vida firmando sentencias de muerte y haciendo barbaridades, con instrucciones que daban pánico. Una hermandad totalmente reaccionaria. No dudo de que hay hermanos que no sean así y muchos. Son miles de hermanos, algunos miles no serán así, pero no se manifiestan. Nunca se han manifestado. Sé que esta no es la postura que se lleva ahora, pero creo que lo propio hubiera sido dejarlos allí y que se vieran unos a otros todos los días".

Espinosa también señala lo siguiente: "Una cosa que se pierde de entrada es que ya nadie se va a poder hacer la pregunta cuando entre de decir ¿Este tío qué pinta aquí? ¿Esto qué es? Esa pregunta ya va a desaparecer, porque nadie se la va a hacer. La gente se asomará a ver qué han puesto allí, una alfombra. Y luego eso se olvida".

Sobre el momento en que llega la exhumación, el historiador afirma: "En el 2009 fue cuando se decidieron a eliminar de la lápida de Queipo las referencias de lo que realmente era y por lo que realmente estaba allí. Entonces lo blanquean y le ponen hermano mayor honorífico y ponen encima un símbolo de la hermandad de la fecha. Lo tapan. Fue en 2009 cuando hicieron eso. Y ya se venía dando la lata desde antes, después del 2000. Ha tardado mucho tiempo esta decisión y desde luego no ha sido por iniciativa de la Hermandad. En absoluto".

La derecha

Espinosa alaba la Ley de Memoria que ha llevado a la exhumación de Queipo en un aspecto esencial: "Hay fosas abiertas que están tapadas después de la etapa represiva, se taparon con nichos y esas fosas ya son irrecuperables, no se van poder sacar nunca. Todavía quedan numerosas fosas que no han sido abiertas. Ha sido un avance la ley, en el sentido de que por fin el Estado se hace cargo de ese tipo de cosas, hasta ahora se hacía por iniciativa particulares, eso era ya una especie de burla final. Si quieres recuperar a tu familiar, búscate la vida. Eso daba vergüenza".

Sobre el estado y los logros del movimiento memorialista en este tiempo desde hace dos décadas comenzó a agitar las conciencias hasta la exhumación de Queipo, Espinosa, que le aportó solidez científica, afirma: "Las investigaciones se iniciaron a partir de los 80. Esa década se avanzó notablemente. Y en los 90 se siguió trabajando. Lo de los grupos memorialísticos y las fosas es a finales del siglo pasado, ya a finales de los 90. Luego hay una década muy interesante, de mucha actividad, que es la primera década de este siglo, del 2000 al 2010. Eso fue un avance a nivel general. Yo que he dedicado algún trabajo a medir ese avance, provincia por provincia, y lo que ha resultado de cada investigación, pues decir que se avanzó muchísimo, prácticamente se abarcó todo el país: hubo recuentos que eran serios y supusieron un avance enorme respecto a lo que se venía haciendo".

"¿Que pasó después? La reacción de la derecha fue terriblemente negativa. No aceptan nada, no han roto con el franquismo, no han roto con nada., Todo eso se desata sobre todo a partir de que sale Zapatero y entra el PP otra vez y tenemos unos años en que hemos asistido al envalentonamiento de toda la ultraderecha y de reivindicar lo que fue el franquismo y presentarlo como si tuviera sentido y que aquello se hizo porque había que hacerlo. Los que lo hemos vivido estamos pasmados. Aquí, en 2002 y 2004 se podían abordar unos temas que ahora más de uno se lo piensa", cierra Espinosa.

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