La capital asturiana lleva años siendo una plaza inexpugnable para la izquierda, pero puede dejar de serlo, sobre la base de que allí hay un candidato excelente (Rivi Sánchez Ramos, que ya estaba en el Partido Comunista cuando la Transición), que acaba de suceder una ruptura social a raíz de la labor de La Madreña (una iniciativa socio-cultural que ahora domina el Podemos local) y que manda un jefe de Izquierda Unida de visión amplia (el joven Alejandro Suárez, que quiere irse aunque igual no puede hacerlo ahora mismo...).
En Oviedo mandó durante años Gabino de Lorenzo –cacique donde los haya–, pero sobre la base de una estructura que le era ajena: en parte procedente del todopoderoso Francisco Álvarez Cascos y en parte derivada del no menos poderoso José Ángel Fernández Villa, exsindicalista minero que aceptó que si Vetusta era de la derecha, las cuencas y la región serían de la izquierda, de modo que neutralizó toda batalla.
Sobre la base de esa entente hace ahora su carrera el partido de Cascos (que llama al acuerdo nunca explicitado Pacto del Duerno), aunque nadie sino él pudo firmarlo –si es que algo así se produjo–, sobre la base de su absoluto dominio del PP regional y por su amistad con el veterano líder del SOMA (investigado ahora por la Fiscalía Anticorrupción, tras blanquear 1,4 millones de euros gracias a Cristóbal Montoro).
Doña Carmen y El Comandantín
Desde hace medio siglo, Oviedo es la ciudad de Carmen Polo, mojigata y pía moza flaca a la que sedujo el comandantín Franco, llegado aquí para sofocar la revuelta de 1917. Al dictador gallego se le recuerda aún como encorcelado enanito, igual que en Toledo hablan de la corta estatura de Paquito... porque el luego Generalísimo llegaba al metro y medio sólo con la ayuda de unas calzas que ocultaban sus botas de militar.
Sea como haya sido esa Historia –de la que sólo quedan la memoria del llamado general Aranda (coronel, en realidad) y calles como Milicias Nacionales o la plaza de La Gesta–, el caso es que Oviedo fue una de las primeras ciudades en que gobernó la UCD de Adolfo Suárez –aún hoy hay quien dice que el dialogante Luis Riera fue su mejor primer edil– y estuvo después bajo la égida del PSOE –con Antonio Masip–.
Pero hace décadas que volvió la derecha y no parece que vaya a irse de ahí, por mucho que Oviedo añore haber sido la ciudad de Clarín, de su descendiente Juan Cueto, del enorme Gustavo Bueno o el lugar de residencia del referente Gerardo Iglesias.
Ya que ni a su izquierda más activa le molesta seguir luciendo un escudo que llama a Oviedo "muy noble, muy leal, benemérita, invicta, heroica y buena ciudad", por haber combatido a musulmanes... ¡Vaya una capital del siglo XXI!
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