madrid
A primera hora del jueves 25 de noviembre de 1971, aparecía este titular en uno de los periódicos más emblemáticos de la dictadura: "Orden de cierre al diario Madrid". El mencionado vespertino informaba a sus lectores de la última estocada asestada por un régimen que moría clausurando medios de comunicación. Años antes, la posición a favor de Juan de Borbón defendida desde sus páginas y la pequeña independencia ejercida hasta sus últimas consecuencias como resultado de la Ley de Prensa de 1966 ya le habían granjeado una suspensión temporal.
Esta es la historia de un periódico que nació falangista en 1939 y murió monárquico en 1971. Lo enterraron, con la demolición de su edificio mediante una carga de dinamita, el 24 de abril de 1973. Medio siglo después, el Madrid sigue levantando polvo de entre sus escombros.
Controlar la información siempre estuvo en la agenda de la dictadura. Todos tenían que escribir lo que el régimen dictaba. Tan solo una semana después de que el ejército sublevado dijera que había ganado la guerra, Juan Pujol Martínez fundaba, el 8 de abril de 1939, el diario Madrid. Su expediente le avalaba: director del derechista Informaciones durante la II República, llegó a ser diputado por la CEDA. Conseguía así comenzar su proyecto comunicativo, auspiciado por una dictadura para la que nunca sería incómodo, en los locales expropiados al reconocido Heraldo de Madrid.
En aquellos años, y a lo largo de casi tres décadas, todos los directores de los periódicos eran impuesto por el Estado, es decir, por el franquismo. "Existían dos tipo de prensa. La del régimen o del movimiento, de carácter falangista, y la prensa libre o de empresa, aquella que resurge cuando se produce la devolución de los periódicos a sus dueños tras el final de la guerra, aunque en todos los casos la dictadura nombraba a su director", recalca Isabel Martín, profesora de Historia del Periodismo Español en la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
La evolución del Madrid llegó a su punto más álgido en 1966, cuando Manuel Fraga, ministro de Información y Turismo, pone en marcha la nueva Ley de Prensa franquista. "Ahí se levanta la censura previa y está prohibida la depuración de periodistas, pero sí se puede sancionar administrativamente a los periódicos", explica Martín. A fin de cuentas, hay muchas formas de cerrar un periódico y el franquismo encontró la suya. Además, en 1969 Francisco Franco nombró a Juan Carlos de Borbón como su sucesor, desatando una guerra interna dentro de los propios franquistas que comenzaban a tomar partido vislumbrando el fin de la dictadura.
1968, llegan dos suspensiones sucesivas
Esas fueron las cuestiones clave que Martín señala como desencadenantes de lo que terminaría con la voladura del edificio pocos años después. El Madrid, al mismo tiempo, empezó a cuestionar sibilinamente algunas decisiones del dictador. El 31 de mayo de 1968, el Consejo de Ministros aprobó una multa de 250.000 pesetas al director del periódico, Antonio Fontán, y el cierre del vespertino durante dos meses. Según se explica en el libro España 1976. Periodistas en rebeldía (VV. AA., 1976), esta penalización es la consecuencia directa de la publicación, meses antes, de un comunicado también recogido en Le Monde, titulado El rectorado de la Universidad de Madrid sorprendido por la actitud del doctor Lwoff, sobre una información relativa a sucesos estudiantiles. También justifican dicho castigo por haber recogido unas declaraciones del profesor Balcells, rector de la Universidad de Salamanca y procurador en Cortes, en un texto titulado El vacío político en el país y los límites del pluralismo repercuten en la Universidad.
En el mismo año, Calvo Serer, propietario del periódico desde 1966, preminente miembro del Opus Dei y partidario de Juan de Borbón, publicó un artículo dedicado al general francés Charles De Gaulle. Retirarse a tiempo. No al general De Gaulle fue el título de ese texto en el que, si se cambiaba el nombre del francés por el de Franco, el texto se convertía en una clara invitación a que el dictador dejara el poder, además de realizar un duro símil entre la situación política del país galo con la de España. Tras ello, el periodista Serer decidió retirarse a Francia, desde donde siguió escribiendo para el Madrid.
Martín: "Ese periódico fue un reflejo de la lucha que se daba entre las familias políticas del régimen"
La respuesta no tardó: el 27 de julio se hizo pública otra resolución del Consejo de Ministros por la que se impuso al director en funciones del Madrid, Miguel Ángel Gozalo, otra multa de 250.000 pesetas, y a la empresa editora, la suspensión de su publicación por otros dos meses. Nadie sabía, todavía, que tan solo quedaban tres años para su total cancelación. "Ese periódico fue un reflejo de la lucha que se daba entre las familias políticas del régimen. Miembros de Falange, del Opus y monárquicos querían reposicionarse al ver que el dictador decaía", añade Martín.
Las presiones del franquismo por controlar el periódico
La cobertura que el Madrid realizó del caso de corrupción Matesa en 1969, que provocó la salida del Gobierno de Fraga y de José Solís, ministro general del Movimiento, fue un ejemplo de cómo el periódico se desviaba de los designios del régimen. Otro ejemplo fueron las informaciones que publicaron sobre el Proceso de Burgos de 1970 contra los 16 miembros de ETA y sus condenas a muerte, después conmutadas. Algo similar ocurría con Triunfo y Cambio 16, aunque no al mismo nivel. Las cosas se tambaleaban. "El periodista Miguel Ángel Aguilar fue quien negoció con Nicolás Franco [hermano mayor del dictador] para intentar buscar una solución al cierre inminente del periódico", añade la propia Martín.
Serer, además, recibía presiones por parte del nuevo ministro de Información, Alfredo Sánchez Bella, para que Fontán dejara de ser el director del vespertino. La redacción se negó. Comenzó, de esta forma, la persecución administrativa al Madrid. El mismo Fontán habla de la forma que el régimen tenía de reprimir al periódico: "Consistía en extraer de su contexto unas frases de cualquier artículo o información, trasladarlas a una situación imaginaria, de ordinario ajena a la contemplada por el autor original, y establecer seguidamente un proceso de intenciones que concluía en la denuncia del texto, del autor y del periódico como elementos de una siniestra conspiración contra la legalidad", reflejó en el libro Madrid Página 3.
Una clausura insalvable
El 25 de noviembre de 1971, el Madrid fue clausurado por la dictadura. Su excusa: supuestas irregularidades económicas de la compañía que se encargaba, día tras día, de que Madrid diario de la noche S. A. sacara a las calle sus miles de ejemplares y que, desde 1962, era Fomento de Actividades Culturales, Económicas y Sociales. El 4 de febrero del año siguiente se disolvió dicha compañía tras no fructificar las negociaciones sobre su reapertura. Atrás quedaban firmas de periodistas como Miguel Ángel Aguilar, Alberto Mínguez, José Oneto, Federico Ysart, María Antonia Estévez y Miguel Ángel Gozalo.
El cierre fue injustificado, determina la docente de la UCM. Aquello supuso tal desconcierto que hasta 13 representantes de las Cortes franquistas emitieron un informe personalizado en contra de la clausura, tal y como sostiene Martín. Entendían que se estaba vulnerando la libertad de información de los españoles y privándoles de la pluralidad informativa que debía respetarse según la Ley que había impulsado el propio Fraga, con quien el Madrid casi llegó a tener un enfrentamiento personal, según indica la especialista.
Tanto en la suspensión de 1968 como en la clausura de 1971, "la posición de Ya, La Vanguardia, ABC, El Noticiero Universal, El Alcázar [estos dos en 1968], Informaciones y los otros diarios independientes de provincias fue unánime comprensión y una actitud más o menos matizada de apoyo y simpatía por la causa del periódico", escribió Fontán en 1972.
La repercusión no fue más allá del mundo de la política y de los medios de comunicación. La sociedad española, a fin de cuentas, tenía otros problemas de los que preocuparse. Problemas que, por otra parte, marcaban el contexto de una época en plena ebullición. El franquismo veía cómo lo que siempre había tenido amarrado con puño de hierro se empezaba a descontrolar: la conflictividad laboral iba a más con la cada vez mayor infiltración de Comisiones Obreras en las fábricas, el estudiantado universitario tomaba las calles desde 1956, el nacionalismo vasco escalaba con ETA y, además, la Iglesia española vivía su propio cisma entre los que apoyaban al cardenal Tarancón y aquellos que preferían bunkerizarse con la dictadura.
Una demolición cuestionada
Mirta Núñez, docente universitaria de la UCM especializada en Historia del Periodismo Español y memoria democrática recuerda cómo el Madrid llegó a ser un periódico muy leído: "A la gente le gustaba su forma de presentar las noticias, mucho más directas que en otros medios. Era un periódico muy madrileñista, centrado en la vida política y social de la capital". Desde su punto de vista, lo que hizo el Madrid fue estirar al máximo las posibilidades dentro de los sectores medianamente críticos con el régimen y así poder escribir de la realidad.
Núñez: "A la gente le gustaba su forma de presentar las noticias, mucho más directas que en otros medios"
La demolición del edificio de estilo neobarroco que desde 1947 ocupaba la calle General Pardiñas esquina con la calle Maldonado no solo fue una forma de acallar una voz de la oposición monárquica del régimen. Tal y como determina Núñez, "en la voladura también tomaron parte intereses especulativos respecto al solar de la redacción". Martín también defiende esta misma tesis: "Hubo gente que se benefició claramente del derrumbe controlado del inmueble. Sin ir más lejos, Antonio García Trevijano fue uno de los que más dinero ganó con su demolición". Este militante antifranquista, por su parte, afirmó que fue él mismo quien provocó la clausura del periódico para que el desprestigio fuera hacia el régimen y para que tuvieran derecho a una indemnización ante su quiebra.
El periódico fundado por la dictadura que el propio franquismo cerró ocupa un pequeño capítulo en los anales de la historia contemporánea de España. El Madrid fue, a fin de cuentas, el vivo ejemplo de cómo el régimen no hacía prisioneros, ni siquiera a aquellos que siempre habían bailado con su música. O estabas con él o contra él, y si pensaban que alguien se decantaba por lo segundo, no cejaban en su empeño hasta llegar a la neutralización. Hay muchas formas de cerrar un periódico y el Estado no ha dejado de buscarlas ni siquiera después de décadas tras el restablecimiento de la democracia en España.
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