Sevilla
Actualizado:Las primarias del PSOE andaluz, la mayor federación socialista, hegemónica en la Comunidad más poblada, cuya fortaleza es imprescindible en los planes de futuro del presidente Pedro Sánchez, una vez recuperado el PP de la mordida de Ciudadanos, han entrado en su fase final. Tres candidaturas entregaron este martes en San Vicente los avales necesarios –el 2% del censo– para competir en la votación que elegirá el 13 de junio y, en el caso de ser necesario, en la segunda vuelta del 20 de junio, al cartel electoral del PSOE en Andalucía. El Congreso, que dará paso a la renovación orgánica, sigue previsto celebrarse a finales de año.
Son las de la secretaria general, Susana Díaz (Sevilla, 1974), la del alcalde de Sevilla, Juan Espadas (Sevilla, 1966), y la del profesor universitario y exdiputado en el Congreso, Luis Ángel Hierro (Jimena de la Frontera, Cádiz, 1966). Los tres candidatos tienen un objetivo común, según han manifestado: recuperar el Gobierno de la Junta de Andalucía, que el PSOE perdió por primera vez, liderado por Díaz, en los comicios de 2018.
Como favorito –hasta donde se puede afirmar algo así, tal y como está la política– en este sprint parte Espadas, que ha logrado forjar relevantes alianzas y cuenta con fuertes apoyos orgánicos e institucionales en Andalucía –cuatro presidentes de Diputación de los seis que tiene el PSOE en la Comunidad–, además del decisivo respaldo de Ferraz y del presidente Pedro Sánchez, explicitado de manera indirecta con la destitución hace unas semanas de la delegada del Gobierno en Andalucía, Sandra García –símbolo de la tregua con Díaz–, sustituida por Pedro Fernández.
Díaz, después de haber rechazado las presiones –y las ofertas– para que se retirase de la carrera y dejase paso a una nueva dirección en el PSOE andaluz, ha decidido jugar una partida a todo o nada en contra del aparato y de numerosos cuadros del partido, que consideran acabada su etapa al frente del partido. Ella, para comprobar si esto es realmente así, ha elegido la vía de las primarias, que le pueden dar una victoria que le permita o no –las autonómicas, cuando toquen, dirán– recuperarse de los errores del pasado y de las piedras que carga en su mochila, o pueden producir una nueva derrota que la lleve a retirarse de la primera línea a su manera, sin imposiciones de nadie, más que de sus compañeros de partido.
Hierro es un habitual de los procesos de primarias, que defiende, cada vez que encuentra un altavoz, con uñas y dientes. Considera el profesor Hierro que son el mejor sistema para organizar la vida interna de los partidos. Sería una sorpresa mayúscula que fuese el candidato más votado, pero su presencia en la fase final revela que el sanchismo de primera hora, ese porcentaje de la militancia andaluza que votó por Sánchez en Andalucía en 2017, no anda del todo contento ni con Díaz ni con Espadas. Hierro ha conseguido sus avales en medio de presiones de Ferraz a sus cuadros para que no fuera así, según ha podido saber Público.
Cada uno juega sus cartas
Cada uno de los tres candidatos juega sus cartas. Espadas, una vez amarrados los apoyos orgánicos e institucionales más importantes, ha planteado una campaña a su medida, intensa, repleta de actos, en los que busca razonar y aportar cierto reposo en las reflexiones, en la que apuesta por superar las rivalidades y traumas del pasado y unificar en torno a su proyecto, moderado en las formas, a todo el partido –las camisetas con las que sus representantes entregaron este martes los avales, en las que se podía leer por delante, socialistas con Espadas y por detrás voté a Susana, voté a Pedro, voté a … abundaban en ese mensaje–.
Espadas, como alcalde que es, ha decidido apoyarse en sus homólogos y aboga por una alianza del PSOE con sus regidores, más de 400 en Andalucía, que le lleve, primero, a ganar las primarias, y, después, a recuperar el Gobierno andaluz. Si gana las primarias y gestiona bien la resaca –y le dejan gestionarla bien, no solo los susanistas, sino también algunos de sus aliados–, Espadas tiene una oportunidad cierta y real de dar la batalla al PP de Juanma Moreno, quien, poco a poco, parece asentarse en San Telmo, sede de la presidencia de la Junta.
La campaña de Díaz recuerda a aquella en la que se embarcó en 2017 un Pedro Sánchez que ya no tenía –al igual que Díaz hoy– nada que perder. En la carretera, con el coche, en actos micro, de piel, en lugares a los que no suelen acudir los grandes líderes del partido, Díaz, liberada de corsés, busca reinventarse y reconectar con la militancia y recuperar la frescura y la alegría con la que accedió al liderazgo del PSOE en Andalucía en 2013, que la llevó dos años después, en las autonómicas de 2015, a sacar 47 escaños. La ola que generó ese resultado del PSOE en Andalucía contribuyó a evitar, debido a la aportación de los votos socialistas de Andalucía, el sorpasso de Podemos al PSOE en las dos elecciones generales de 2015 y 2016.
De paso, los socialistas también pudieron colocar entonces, en las municipales de 2015, en la alcaldía de Sevilla a Juan Espadas. Díaz defendió que Espadas fuera el candidato en contra el criterio del expresidente José Antonio Griñán y el de parte del partido en Sevilla, que querían sacarlo del Ayuntamiento, después de que en las municipales de 2011 Espadas pagara el pato, como tantos alcaldes y candidatos del PSOE, del desencanto que causó el abrupto fin de la era de José Luis Rodríguez Zapatero y la mayoría absoluta de Mariano Rajoy. Hoy, seis años después de aquella exitosa noche electoral que ambos –Díaz y Espadas– pasaron en San Vicente, y, tras refrendar su cargo con unos estupendos resultados en las elecciones de 2019, Espadas ha decidido dar el salto, empujado por las ganas de cambio de numerosos cuadros del partido y, también, por Ferraz.
En cada mitin, en cada acto, con pasión, Díaz apela al sentimiento del militante y, también, con cierta épica, asegura que ha aprendido de los errores –aquel sangriento comité federal que acabó con la defenestración de Pedro Sánchez, la abstención al PP y, en general toda aquella operación colectiva a la que ella puso la cara y que desmontó la militancia del PSOE en las primarias de 2017–. Díaz no solo combate esta vez contra el aparato –es muy difícil que un presidente del Gobierno en activo pierda una batalla orgánica–, sino también contra la sensación que sus compañeros de otras candidaturas tienen –y difunden: "renovarse o morir" – de que su tiempo al frente del PSOE andaluz ha terminado.
Díaz viaja ahora sin peajes, sin cargos que repartir. Todo lo que reciba, por tanto, va a tener un sabor diferente. ¿Será suficiente para que la "rebelde" Díaz gane estas primarias?
Aunque todas las candidaturas están marcadas por cierto espíritu sanchista –aun por razones opuestas: Espadas, por el apoyo de Ferraz; Díaz, por su campaña dirigida a las bases–, la de Hierro es en realidad la única que puede declararse genuinamente sanchista. Hierro, así, encarna en estas primarias el sanchismo de primera hora, aquel que combatió el proyecto de las élites socialistas y que resultó victorioso –no en Andalucía, sí en el resto del país– en 2017, aquel que reivindica un proyecto de partido de las bases, participativo y abierto a toda la izquierda.
Su presencia en la fase final añade un punto de incertidumbre a todo el proceso. Una reflexión emerge: si ha conseguido los avales, en torno a mil en dos semanas, puede, en función de la participación –que se prevé alta, habida cuenta de la agitación en la base que implican unas primarias y más unas como estas– llevarse un buen puñado de votos en la votación, que será secreta. Hierro tampoco tiene nada que perder en este proceso. Por el contrario, tiene su vida resuelta como profesor de Economía en la Universidad de Sevilla –está a punto de optar a un puesto de catedrático– y vive las primarias como una auténtica fiesta. En cada acto, en cada rueda de prensa, reivindica las raíces socialdemócratas del partido y la necesidad de abrirlo hacia la izquierda. Hierro cuenta también con el apoyo del ala más ácrata del PSOE de Andalucía.
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