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Cinco años  del 1 de octubre: entre el orgullo, la frustración y la esperanza

El referéndum de otoño de 2017 arrastró a miles de personas a participar de una jornada histórica. Algunas de las que se involucraron narran cómo vivieron los días previos y la mezcla de sentimientos que afrontan cinco años después a causa del actual contexto de parálisis y división política.

Famílies de l'escola i veïns del barri discuteixen en assemblea com mantenir oberta l'escola fins el matí de diumenge. XAVI HERRERO
Vecinos de un barrio discuten en una asamblea. XAVI HERRERO.

Ya hacía años que Dúnia asistía a las movilizaciones de la Diada. "Con mi hijo íbamos a todas las convocatorias, no nos perdíamos ninguna, y en casa veíamos con ilusión el referéndum". Se aproximaba el 1 de octubre y, como un sector importante de la sociedad catalana, estaba decidida a votar a pesar de las maniobras del Estado para impedirlo. Aquella noche, a primera hora de la mañana, se acercó a la Escuela Industrial de Barcelona. "Fui porque había que defender ese punto de votación, uno de los más concurridos de Catalunya, si bien cuando anunciaron que se abría el censo universal, me dirigí al instituto en el que estudia mi hijo para votar".

Por su parte, Xavi estuvo paseándose por varias escuelas de Les Corts. Llevaba meses implicado en el operativo, por el que había montado con otros compañeros los Comités de Defensa del Referéndum (CDR), rebautizados después como Comités de Defensa de la República. "Aquellos días apenas dormí un par de horas", recuerda. Formaba parte del equipo que se ocupaba de que hubiera la gente necesaria en los puntos de votación y que la logística –desde las urnas, las papeletas, hasta el recuento electrónico– no fuera boicoteado ni fallara a última hora.

Una inyección de autoestima

Tanto Xavi como Dúnia califican el referéndum como un ejercicio de autoafirmación sin precedentes, ya que movilizó tanto a los sectores más politizados hasta a gente aparentemente ajena al soberanismo. La propia Dúnia se encontró en la Escuela Industrial a una amiga que sabía que no comulgaba con el objetivo de la República. "Pero al ver las cargas policiales por televisión, se acercó al colegio y votó".

También Xavi sintió que, a medida que se acercaba la cita, se incrementaba el número de personas implicadas, lo que garantizó que ningún colegio quedara desatendido. "Pensábamos que no llegaríamos a ello, pero la escalada del conflicto y la tensión política propició que salieran responsables en cada punto y que, salvo algún caso aislado, los directores cedieran las llaves para que se pudieran llevar a cabo las votaciones". No solo eso: comparte con Dúnia que, lejos de restar participación, la violencia con la que actuaron los antidisturbios animó a más gente a hacerlo como medio de protesta. "Las imágenes de la Guardia Civil entrando por la fuerza arrastró a gente que seguramente no simpatizaban con el procés ni se había planteado votar".

Xavi: "Demostramos que, cuando un pueblo está decidido, no hay nada que lo pare"

Para ambos, el referéndum puso de manifiesto la capacidad organizativa de la sociedad civil. "Demostramos que, cuando un pueblo está decidido, no hay nada que lo pare", subraya Xavi, para quien el éxito superó a las entidades y los propios partidos, sobre los que asegura que pensaban convertir el 1 de octubre en una simple movilización. "Recuerdo a Jordi Sànchez, entonces presidente de la ANC, diciendo que el 1-O se limitaría a concentraciones ante los colegios con la gente exhibiendo papeletas".

Quizá por eso a Xavi no le sorprendió que, a raíz de la decisión de Rajoy de suspender la autonomía, parte del Govern tomara el camino del exilio y, la otra mitad se entregara a la Justicia española. "Si se hubieran marchado todos al extranjero, al menos se habrían mantenido como Govern legítimo en el exilio. Pero con los respectivos líderes pugnando entre sí, era imposible que se pusieran de acuerdo".

También Dúnia critica que el gobierno de Junts pel Sí –la coalición de la antigua CDC y ERC– no aplicara los resultados, y "más cuando la población había hecho tantos sacrificios económicos y personales", aunque no dudó en asistir a los actos que se organizaron en solidaridad con los Jordis, encarcelados el 16 de octubre de ese año, y los que la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium Cultural convocaron para exigir la libertad de los dirigentes represaliados. "Fui a las manifestaciones que la ANC organizó en Bruselas, en Madrid y otras que se convocaron a posteriori".

Del Tsunami al revulsivo político

Más tarde, con la sentencia del Supremo y la aparición de Tsunami Democràtic, las posiciones de Xavi y Dúnia tampoco difirieron demasiado. Así como ella siguió las directrices que marcaba la plataforma, Xavi se mostró desconfiado desde el inicio. "Era evidente que se trataba de un intento de los partidos por modular la protesta, como así se comprobó cuando, pasada la ocupación del aeropuerto y los hechos de Urquinaona, enviaron a la gente a casa".

Xavi: "Nos equivocamos delegando el liderazgo en los partidos"

Ante estos hechos creen que de cara a un futuro embate democrático habría que aprender de los errores. "Nos equivocamos delegando el liderazgo en los partidos, porque han acabado anteponiendo sus intereses a la voluntad expresada por la ciudadanía. Y después deberíamos admitir que la independencia no será indolora, sino que supone una revolución y, como toda revolución, implica riesgos y un grado de enfrentamiento grave", insiste Xavi.

A pesar de este sentimiento agridulce, cinco años después del 1 de octubre, ambos siguen participando en los espacios que han quedado intactos o que han aparecido en la nueva etapa. Ni las disputas entre los partidos soberanistas, ni mucho menos la desmovilización que se instaló a raíz de los indultos, les ha hecho desistir. Dúnia sigue en el grupo de WhatsApp que se creó a raíz del referéndum. "Aunque muchos familiares me preguntan si vale la pena que siga implicada, considero que después de lo que vivimos no podemos desfallecer".

Tampoco Xavi ha aflojado. Organiza encuentros y acciones pacíficas en distintas poblaciones para mantener vivo el territorio. "Es evidente que mucha gente se ha replegado ante la falta de expectativas. Pero hay que hacerle entender el poder que tiene. Lo demostró en las sucesivas Diadas, al 1 y el 3 de octubre o después con la ocupación del aeropuerto o los cortes en La Jonquera", indica.

Para reavivar el movimiento, Xavi y Dúnia entienden que, más que un castigo electoral a los partidos independentistas, ayudaría a que las derechas ganaran las elecciones municipales y en el Congreso que se celebrarán el próximo año, "porque los catalanes somos más reactivos que activos", asegura Dunia, al tiempo que Xavi añade: "La única duda es saber qué pasaría si en ayuntamientos claves de Catalunya, como son Barcelona o Girona, gobernaran el PP o Ciudadanos".

Sea como fuere, no ven ningún recorrido a la mesa de diálogo, "y menos ir a Madrid a pedir hablar catalán o, como hacía Convergència durante la etapa de Jordi Pujol, pedir el traspaso de alguna competencia", afirma Xavi . Ambos apuestan por recuperar la calle y buscar estrategias que interpelen al soberanismo a preparar un nuevo embate, como pueden ser acciones de desobediencia fiscal o campañas a favor de consumir productos elaborados en Catalunya. De la misma forma que reclaman un relevo en los liderazgos, "porque ni Puigdemont, ni los actuales dirigentes de Òmnium y la ANC tienen el carisma suficiente que requiere el momento actual", afirma Xavi.

Pese al desencanto, uno y otro confían en que la conmemoración del 1 de octubre se convertirá en un revulsivo. "Estoy seguro de que los políticos sentirán la fuerza de la sociedad civil", dice Dunia, mientras Xavi concluye: "Nos volveremos a levantar, porque es el pueblo quien lo empezó y quien lo acabará".

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