madrid
Existe una especulación bastante extendida entre analistas occidentales sobre la estrategia nuclear rusa que consistiría en "escalar para desescalar". Supuestamente los mandos militares rusos creen que subiendo cada vez más las apuestas, se le obliga al adversario a capitular.
Dije al principio que el supuesto apego ruso a esa doctrina es una especulación, porque tanto voceros oficiales rusos, como think tanks atlantistas (como Chatham House) lo han desmentido en varias ocasiones. Sin embargo, la teoría en sí resulta bastante atractiva, porque sirve para explicar ciertos movimientos en el frente. Eso sí, no deja de ser una teoría, cuidado.
Cuando se anunció la decisión de enviar los tanques Leopard a Ucrania, así como los tanques Abrahms, muchos llegaron a marcar ahí casi que el inicio de la Tercera Guerra Mundial. Y me parece que más bien se trata de una nueva etapa de escalada en una guerra que está durando más de lo previsto y que no importaría ya desescalar.
¿Por qué los tanques suponen, según algunos analistas, un punto de inflexión que no supuso el sistema de lanzamisiles HIMARS? Porque la artillería sirve para una guerra lenta y larga. Los tanques son una herramienta para acelerarla. Cuando la idea de Putin de una guerra relámpago fracasó, desde el mando militar ruso se apostó por una guerra prolongada, confiando en que con el tiempo la superioridad numérica, industrial y territorial, así como el cansancio de los socios de Ucrania terminará de asfixiar al Ejército atacado.
Van a necesitar a más gente para mantener la línea del frente, tendrán que tener respuestas a este nuevo desafío. Ucrania podrá pasar a la ofensiva y tendrá mejores condiciones frente a unas negociaciones que tarde o temprano, llegarán, como en todas las guerras, salvo desastre total y absoluto para toda la humanidad, obviamente).
Para esas eventuales negociaciones ya se está abonando el terreno. Paralelamente con el anuncio del envío de tanques, algunos think tanks estadounidenses y los grandes periódicos, empiezan a hablar no solo del gran peligro que supondría el hecho de que esta guerra se prolongue mucho más, sino de la inutilidad de ello para los intereses de EEUU.
Hace unos días el think tank Rand Corporation publicó un informe en el que habla, sin rodeos, sobre que el verdadero interés de EEUU consiste en evitar una guerra larga entre Rusia y Ucrania, porque Washington necesita ya concentrarse en sus otras prioridades globales, como la competencia con China. Y no lo puede hacer mientras la guerra en Ucrania absorba el tiempo de sus principales responsables políticos.
No fue Rand Corporation la única que salió con esta recomendación. Washington Post publicó un artículo que va en esa misma línea: cuanto más dure la guerra, más alto es el riesgo de una confrontación directa, con soldados, entre Rusia y la OTAN. The Economist también parece estar haciendo un modesto pasito hacia la normalización de la idea de que esta guerra habría que congelarla de alguna manera.
El analista de la Fundación Carnegie, Christopher Chivvis, escribe en ese periódico que "a Putin ya se le dio un fuerte golpe, sus relaciones con Europa están arruinadas. Si unas negociaciones congelan la guerra ahora, Putin pagaría un precio muy alto por unas ganancias muy limitadas, con lo cual plantear el inicio de unas negociaciones es más preferible que confiar en que se puede expulsar a Rusia de todo el territorio ucraniano".
Siguiendo con los rendicionistas que escriben con 'tufillo a cirílico': "Anteriormente el jefe del Estado Mayor Conjunto estadounidense, Mark Milley, dijo que desde el punto de vista militar sería muy, muy difícil expulsar, en el transcurso de este año, a las fuerzas rusas de cada centímetro de la Ucrania ocupada. No significa que no pueda suceder, pero será muy, muy difícil".
¿Pero hasta qué punto difícil? Mark Milley lo debe saber: fue el primero que empezó a dar números de bajas entre los dos bandos, más allá de las cifras oficiales que tienden a minimizar las bajas propias e inflar las del adversario. A finales del año pasado, Milley estimó el número de muertos y heridos sin posibilidad de regresar al frente en 100.000 de cada bando, más unos 40.000 muertos civiles.
Hace unos días el periódico New York Times publicó unas nuevas estimaciones citando a militares estadounidenses, según las cuales Rusia ya habría perdido a unos 200.000 soldados y las cifras ucranianas son difíciles de calcular, pero el país estaría perdiendo centenares de soldados al día solo en Bájmut, una pequeña ciudad en la región de Donetsk, escenario de las batallas más sangrientas desde hace meses.
Tanto Alberto Fernández, como AMLO y Lula dijeron que no van a enviar el armamento ruso que tienen en sus arsenales, porque lo que le interesa a Latinoamérica es que se sienten a negociar. Gustavo Petro reconoció hace poco que nuestra amiga Laura Richardson, a la que de vez en cuando mencionamos aquí, jefa del Comando Sur, le llegó a tantear sobre un eventual envío del armamento soviético a Ucrania a cambio de equipamiento militar estadounidense. La respuesta de Petro fue que ese armamento se quedará como chatarra en Colombia, pero no se usará en ese conflicto.
Cualquiera que pide paz y el fin de las muertes, al precio que sea y lo pague quien lo pague, aunque digas que sea Rusia la que lo pague o la que pierda o como quieran decirlo, en fin, cualquiera que opta por la paz, es considerado como mínimo, un tonto útil del 'putinismo', y como máximo, lo más frecuente, directamente un agente a su servicio. En fin, es el precio a pagar hoy en día por abogar por la paz: o estás con nosotros o eres una marioneta.
Como dijo no hace mucho tiempo Chomsky, ese intelectual reputado al que ahora también consideran una marioneta o un personaje (gente que, al parecer, se sitúa por encima de su altura intelectual) si esto acaba, acabará como todas las guerras: en una mesa de negociación.
Y siendo así, yo, personalmente, y creo que también vosotros o todo el que firmó esa petición, a lo único que aspiramos es a que muera el menor número de gente posible. Ya después se resolverán los temas territoriales y ojalá que Rusia, que inició esta guerra, tenga que devolver lo que se le pida y ojalá que todos los criminales de guerra paguen por sus crímenes, por supuesto que sí.
Pero que se acaben ya las muertes, porque no tiene sentido una victoria con un millón de jóvenes o de civiles muertos sobre la balanza. A ellos nunca les compensará, gane quien gane, por usar ese término que usan los belicistas, porque todos sabemos que en una guerra no gana nadie, al menos nadie que la combata o que la sufra directamente.
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