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Análisis Un año de PP y Cs en Andalucía: normalización de la ultraderecha y erosión del PSOE

El  2 de diciembre de 2018 se produjo un vuelco electoral inesperado. Por primera vez la izquierda no sumaba mayoría absoluta en Andalucía. La derecha se organizó para desalojar al PSOE de la  única Comunidad  en la que no había habido alternancia. Para ello, necesitaba a la ultraderecha de Vox. El PP no dudó y formó gobierno con Ciudadanos. Hoy el objetivo de la derecha es que el cambio en Andalucía no se quede en una anécdota, sino que se instale durante años

Juanma Moreno y Juan Marín hacen balance de sus primeros cien días al frente del Gobierno de Andalucía. Europa Press

raúl bocanegra

"Vivimos un tiempo de cambio que ha llegado para quedarse”, dijo el presidente de la Junta, Juanma Moreno (PP), el pasado lunes en un desayuno informativo en Sevilla. Era el día en que se cumplía un año de unas elecciones autonómicas históricas, las del 2 de diciembre de 2018, porque supusieron, de una manera que nadie esperaba, el fin de décadas de ininterrumpidos gobiernos socialistas en Andalucía.

La frase que pronunció Moreno resume en un solo golpe de vista el horizonte político hacia el que se ha dirigido la actividad de su Ejecutivo, el primero de derechas en la Comunidad, que el hoy presidente logró conformar en enero tras cerrar, de una tacada, una coalición con Ciudadanos y los apoyos parlamentarios de Vox, el partido con el que la ultraderecha regresaba a las instituciones por primera vez desde la transición.

La meta hacia la que se dirige Moreno es esa: que su llegada al Gobierno, en la que nadie creía, -“tuve suerte”, reconoció él tras tomar posesión– no se quede en una anécdota en una Comunidad en la que, si se atiende a los datos que aporta el CIS, la sensibilidad de la gente se ubica mayoritariamente en el centro izquierda.

El principal objetivo político de Moreno es que no le pase lo que le sucedió a sus compañeros de partido, María Dolores de Cospedal y José Antonio Monago, quienes solo fueron capaces de gobernar durante una legislatura en Castilla La Mancha y Extremadura, respectivamente, antes de que el PSOE recuperase el poder en ambas administraciones.

El PP busca que su trayecto junto a Ciudadanos y Vox, que arrancó como un experimento político inédito en España –luego copiado en las comunidades de Madrid y de Murcia– dure un mínimo de dos legislaturas.

Dos ejes estratégicos

Así, el Ejecutivo, para lograrlo, ha dado dos pasos políticos de fondo, estratégicos, para lo que han contado con la inestimable ayuda de sus ejecutivas nacionales. Porque este gobierno andaluz depende en buena medida de lo que se decida en Madrid. “Su estabilidad sólo depende de que el líder de Vox, Santigo Abascal, no se resfríe, porque un estornudo suyo desde la extrema derecha hace temblar San Telmo”, resumió de manera gráfica la situación Manuel Jiménez Barrios, Chiqui, exvicepresidente del Gobierno con Susana Díaz (PSOE).

Por un lado, el PP se ha dedicado a tratar de embridar a Vox, a no hacerlos enfadar más de la cuenta, y a tratar de reducir su influencia a lo que queda escrito, firmado. En definitiva, a blanquearlos, a permitirles plantear y extender debates en ocasiones delirantes y peligrosos, antifeministas y xenófobos, y a hacerlos pasar como un partido homologable en pedigrí democrático a cualquier otro del arco parlamentario.

Y, por otro lado, martes tras martes, consejo de Gobierno tras consejo de Gobierno, ha dedicado los mayores esfuerzos a erosionar al PSOE por la vía de atacar las banderas que este partido ha defendido tradicionalmente –con mayor o menor éxito e implicación, según las etapas–: la de los servicios públicos y la protección social.

En el desarrollo de esta estrategia han sido –hasta ahora– claves tres elementos, la disciplina de Ciudadanos –el partido que peor ha resistido el empuje de la ultraderecha– a la hora de hacer del Gobierno andaluz uno solo y no dos en uno; las habilidades comunicativas y políticas del consejero de la presidencia, Elías Bendodo, mano derecha del presidente, y el estado de shock en que quedó el PSOE y su líder, Susana Díaz, tras el varapalo tremendo de perder de un modo inesperado el Gobierno de la Junta de Andalucía.

"Vox en Andalucía está cumpliendo fielmente todo lo que firma y todo lo que dice", dijo Moreno este lunes sobre su relación con la ultraderecha. "El PP y Vox tenemos diferencias políticas pero también hemos tenido la habilidad y la inteligencia de buscar lo que nos une en vez de lo que nos separa. Los asuntos se han puesto encima de la mesa. Y con mucha inteligencia, con mucha astucia y con mucho sentido de servicio público hemos llegado a acuerdos que no siempre han sido fáciles”, agregó el presidente. “Las relaciones con Vox son fluidas”, remachó.

Esta frase de Elías Bendodo, consejero de la presidencia, resume toda la estrategia seguida por el Gobierno en el segundo de sus ejes estratégicos: “La bandera que hizo el PSOE de la Sanidad esconde un gran fraude”. La sanidad, la dependencia, la educación… en todas partes ha rebuscado el nuevo Ejecutivo en los cajones, a la búsqueda de “agujas en un pajar”, de cosas mal hechas por las administraciones anteriores. Y han logrado colocar multitud de titulares al respecto.

Jiménez Barrios este martes pasado acusó a Bendodo de dedicarse a "fabricar medias verdades y mentiras siempre hablando de la herencia recibida para tapar su falta de gestión”. “[Se han] dedicado a armar campañas sucias contra los anteriores gobiernos socialistas”.

Bajada de impuestos

Además de trabajar en estas dos direcciones políticas, el nuevo Gobierno también ha ido lanzado, en paralelo, su proyecto. Bajo el paraguas de una bajada de impuestos, un asunto capital a la hora de implantar la ideología neoliberal que defienden, piano, piano, sin molestar en exceso a la izquierda en los asuntos de piel –el PP ha logrado mantener activas las políticas de exhumaciones y pruebas de ADN a las víctimas del franquismo y de la dictadura– y con el viento de cola de la corrupción de los ERE, van colocando poco a poco su mercancía.

“El tripartito ha decretado definitivamente el fin de la función redistributiva y de los objetivos sobre bienestar social del sistema tributario.¿Cuáles serán a medio plazo los efectos sobre los servicios públicos? Los recortes, que sufrirán especialmente quienes no pueden pagarse educación o sanidad privada; el copago; las privatizaciones; los conciertos, y el endeudamiento con las empresas del Ibex que se hagan cargo de los servicios o con las entidades financieras que nos den crédito”, analiza Teresa Rodríguez, portavoz de Adelante Andalucía, en su documento Lunas Llenas.

“De la bajada de impuestos sólo se han beneficiado las clases muy pudientes y se ha frenado el crecimiento del empleo. El Ejecutivo de derechas ha bajado las manos en su compromiso de impulsar la creación de 600.000 empleos en la legislatura”, afirmó el pasado martes Antonio Ramírez de Arellano, portavoz económico del PSOE de Andalucía.

La estabilidad y sus consecuencias

El gobierno, sin embargo, vende eficacia en la gestión y, sobre todo, estabilidad, clave para los inversores. Se puede considerar un éxito político de Moreno el haber logrado pactar dos presupuestos con Vox y Ciudadanos en un año en el que ha habido cuatro procesos electorales: dos generales, unas municipales y otras europeas.

Es decir, en unos meses que se suponían repletos de tensiones y de marcaje de diferencias por los procesos electorales, más que separarse, las tres fuerzas que se aliaron para sacar a los socialistas del Gobierno andaluz, han estrechado sus relaciones. El objetivo común: perpetuarse en el control de Andalucía, el mayor presupuesto autonómico del país, acabar con la hegemonía socialista, ha ejercido de oegamento.

Los resultados de las últimas elecciones de noviembre pasado, si se extrapolasen a unas autonómicas –algo que hay que hacer con mucha cautela, porque cada comicio es diferente– arrojaron tres conclusiones relevantes.
Por un lado, Ciudadanos necesita encontrar un camino que evite su paso a la irrelevancia después de ser engullido por Vox.

Por otro, el PP aún no sabe cómo frenar el ascenso de la ultraderecha, que se quedó a unos escasos 7.000 votos de vencerles en Andalucía.

Y, por último, hay partido. La alianza de PP con Vox y Cs podría repetir: los bloques de izquierda y de derecha están muy igualados.

“Ser un partido útil es rentable, hasta el punto de que [Vox] nos pisa los talones. La gente quiere que les solucionemos los problemas y no que estemos tirándonos los trastos a la cabeza”, afirmó Moreno.

El primer año

“Hace muy poco tiempo que [Jair] Bolsonaro fue elegido presidente de la República, todavía no ha completado el primer año. Y en el primer año de Gobierno el pueblo tiene la expectativa de que ocurrirán cosas buenas”. Esta reflexión que Lula da Silva, expresidente de Brasil, dejó en una entrevista reciente en El País, podría aplicarse al nuevo Gobierno de Andalucía.

Como Ejecutivo, apenas ha asumido desgaste real. Aún es pronto. Eso sí, dos asuntos han sido en estos meses los que le han dado dolores de cabeza más fuertes a Moreno: Por un lado, la violencia machista debido al negacionismo de Vox y sus obsesiones antifeministas –se ha llegado a crear un teléfono de violencia intrafamiliar–.

“El gobierno [andaluz no tiene] propuestas para igualdad y solo plantea medidas asistencialistas desde un paternalismo absolutamente desempoderante”, considera Teresa Rodríguez.

Y, por otro lado, la sanidad pública, cuyo deterioro de los últimos años le ha estallado al Ejecutivo, que, de momento, para calmar las aguas, ha entregado la cabeza del gerente del Servicio Andaluz de Salud (SAS), Miguel Moreno Verdugo, sin mucho éxito de momento. "Moreno sabe que cesando al gerente del SAS no ha puesto un cortafuegos y va a tener que cesar al consejero, que es el más quemado del autollamado Gobierno del cambio", dijo Jiménez Barrios.

“Detrás de sus grandes corbatas late un corazón pequeñito que sueña con convertir nuestra sanidad en la de Aguirre o en la de Feijóo. Una autopista para quien pueda pagar, y una comarcal para quien vaya a la sanidad pública. Lo que ocurre fundamentalmente son dos cosas: infrafinanciación, no hemos recuperado los niveles de inversión previos a la crisis y los recortes se acumulan y gestión empresarial de la sanidad con lógicas de austeridad y productividad que el PP y Cs han mantenido intactas y reforzadas”, analiza Rodríguez.

“El consejero de Salud y Familias, Jesús Aguirre, ha logrado concitar las iras de todos los sindicatos sanitarios y colegios profesionales porque tiene la sanidad en llamas" por "mala gestión de los planes de choque anunciados, falta de personal, demoras, pésima actuación ante la crisis de la listeriosis y, en general, provocar un auténtico caos en sólo nueve meses”, remachó Jiménez Barrios.

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