La militarización de Suecia tiene un plan con denominación de origen. Se la conoce como la Ley Totalförsvaret 2021-2025 (Defensa Total 2021-2025) e incluye una justificación del viraje táctico de uno de los países con sello tradicional, labrado desde la Segunda Guerra Mundial, de área de neutralidad internacional. El texto del proyecto legal habla de "una reorganización de guerra", de una "nueva y ampliada geoestrategia", con "refuerzos en todas las ramas y funciones de la Defensa", tal y como recoge un comunicado del propio Ministerio de Defensa de Suecia.
El plan contempla "una inversión sustancial en equipo militar, refuerzo de la ciberdefensa, municiones y capacidades de inteligencia exterior" y "una duplicación de los volúmenes de entrenamiento básico". En palabras del ministro del ramo, Peter Hultqvist, la revisión del entramado militar del país escandinavo supone "el mayor incremento en el nivel de ambición en las capacidades de defensa en 70 años". Como admite Hultqvist, "se trata de una señal inequívoca para el pueblo sueco y nuestras naciones vecinas de que nos tomamos la seguridad extremadamente en serio". Antes de añadir que "las decisiones que ha tomado y propuesto el Gobierno durante el periodo 2014-2020 supone que la defensa militar habrá aumentado su financiación en un 85% a precios fijos entre 2014 y 2025".
Detrás de este cambio de paradigma de Estocolmo se esconde la amenaza de Rusia. Sin citar al Kremlin, pero en clara alusión al riesgo geoestratégico que, para el Ejecutivo del socialdemócrata Stefan Löfven, que dirige las riendas de Suecia desde octubre de 2014, "la defensa total se está configurando y dimensionando para abordar un ataque armado contra Suecia, incluidos actos de guerra en territorio sueco", explicita el comunicado. Por si cupiese alguna duda, el texto deja la siguiente explicación: "Las propuestas del proyecto de ley deben considerarse en el contexto del deterioro de la situación de seguridad en la vecindad de Suecia y en Europa a lo largo del tiempo". El Gobierno del Statsminister Löfven -ministro de Estado-, que antes de encaramarse al liderazgo de su formación fue secretario general del poderoso Sindicato de los Trabajadores Metalúrgicos (IF Metall) no elude su temor a un probable conflicto armado en el futuro: "Suecia se verá afectada si surge una crisis o maniobras de hostilidad bélica en nuestro vecindario", por lo que "no se puede descartar un ataque armado contra nuestra soberanía", precisan desde su Ministerio de Defensa.
La planificación para el próximo lustro incluye incrementar el número de militares entre 60.000 y 90.000 efectivos. Suecia empleó en 2019 algo más de 56.000 millones de coronas en su defensa (cerca de 5.400 millones de euros al cambio actual), de acuerdo con los cálculos publicados por el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri). Aunque la nación nórdica ya lleva varios ejercicios económicos acometiendo iniciativas dirigidas a elevar sus capacidades militares. Una tendencia que ha hecho de Suecia un país menos neutral. Y que tiene su origen en los riesgos que, a juicio de Estocolmo, representa la agresiva política exterior hacia Europa de Vladimir Putin, y que el Gobierno nórdico contempla en varios frentes. Desde una hipotética invasión hasta operaciones de asesinato encubiertas o misiones de espionaje y ciberataques con el sello del Kremlin. Sin descuidar métodos de injerencia en asuntos de su soberanía nacional.
Porque, en su opinión, el manto de influencia y actuación de Moscú hacia sus vecinos del antiguo bloque soviético y a los socios del Este de la UE próximos a su frontera es una constante en los últimos años. De hecho, Suecia ha acusado a Rusia, como recuerda una reciente información de The Economist, de violar su espacio aéreo y sus aguas jurisdiccionales en varias ocasiones. Suecia es un aliado estratégico de la OTAN, aunque no miembro de la Alianza Atlántica, en aras de su amplia historia de neutralidad, así como de EEUU y de sus vecinos escandinavos. El incremento de sus gastos en seguridad hasta el 1,5% del PIB sitúa a Suecia en una cota de desembolsos con destino a Defensa desconocida desde hace 17 años. La nueva factura aumentará en un 50% sus efectivos del Ejército, que superarán los 90.000 soldados regulares, y que movilizará recursos a reservistas y a la Guardia Nacional (Home Guard).
Además de ampliar de dos a tres las brigadas mecanizadas, cada una de ellas con 5.000 efectivos, así como otra pequeña dotación encargada de la vigilancia del área metropolitana de la capital. Y dobla en número de reservistas hasta los 8.000 ciudadanos de ambos sexos al año, preparados para hipotéticas movilizaciones, entre las que figura la protección de las intensas líneas de comunicación con los puertos noruegos de Oslo y Trondheim, en cooperación con su nación limítrofe, así como la del complejo portuario de su ciudad noroccidental de Gotemburgo.
El viraje geoestratégico de Suecia tiene su origen en los riesgos de la agresiva política exterior de Putin; desde una hipotética invasión hasta operaciones de asesinato encubiertas o misiones de espionaje y ciberataques con el sello del Kremlin.
Corrección del déficit de seguridad
En materia de seguridad aérea, se dotará al Ejército del Aire con nuevos cazas Gripen de largo recorrido y radares de última generación, que tendrán su centro operativo en Uppsala, unos 70 kilómetros al norte de Estocolmo. A la Marina se les suministrará una flota de submarinos y otra de barcos de guerra, con misiles de defensa aérea.
La Defensa civil dispondrá de más fondos de ciberseguridad, dirigidos a evitar ataques contra las infraestructuras energéticas y su Sistema Nacional de Salud; especialmente, hospitales. "Hemos empezado de construir una nueva versión de la estrategia que mantuvimos durante la Guerra Fría", admite Niklas Granholm, del FOI, la Agencia de Investigación Militar del país, con el desafío de poder preservar la soberanía de Suecia en situaciones de crisis geoestratégicas o de conflicto bélico, "al menos a lo largo de tres meses hasta que podamos recibir ayuda" aliada. Para Henrik Paulsson, de la Universidad de Defensa Sueca, su país "ha permanecido en estado de alta tensión en los últimos veinte años".
Desde el inicio del siglo. Paulsson recuerda en el semanario británico que, en 2013, la cúpula del Ejército admitió que sus fuerzas armadas sólo estaban en condiciones de defender una parte de su territorio y durante únicamente una semana. Las fuerzas armadas suecas sólo disponen de una docena de piezas de artillería. Incapaces -alerta Paulsson- de poder atender a sus dotaciones del norte del país en menos de diez horas. Bajo el plan presupuestario que se acaba de aprobar "el ejército dispondrá de una más que respetable cifra de 72 máquinas artilleras". Para Granholm, "finalmente, Suecia ha puesto en orden su casa", aunque advierte de que, a partir de 2016, "podrían aparecer nuevos déficits de Defensa". El debate sobre cómo prolongar la paulatina militarización del país "también ha comenzado". Aunque "ya ha iniciado su andadura".
También la compleja convivencia con Rusia. El ministro de Defensa, en declaraciones que recoge la agencia Reuters, explica que el viraje de Suecia responde a la cobertura donde Rusia podría ocasionar daños al país, lo que implica la consecución de objetivos políticos, de disuasión, pero al mismo tiempo, "un replanteamiento de la situación de seguridad geoestratégica".
Hultqvist hacía alusión al incremento de la actividad militar -operaciones de entramiento bélico- rusa en el Mar Báltico. Motivo que ha propiciado -dijo- la adquisición de misiles Patriot estadounidenses. En octubre, Suecia protestó oficialmente ante Moscú por la entrada de dos barcos de guerra del Kremlin en aguas jurisdiccionales suecas sin permiso y, en repetidas ocasiones a lo largo de este año, ha responsabilizado a Rusia de haber sobrevolado su espacio aéreo en incursiones que se han aproximado a la trayectoria de cazas suecos. En 2018, Estocolmo envió instrucciones a sus ciudadanos para actuar en situaciones de crisis que podrían "derivar en una contienda bélica". El folleto explicativo -y con numerosos detalles de actuación- llevaba el elocuente título de Si llega una crisis o una guerra incluía indicaciones para el abastecimiento de agua, calefacción y fórmulas de comunicación para supuestos en los que "la sociedad no funcione de una manera normal". Una recomendación expresa que se utilizó por última vez en 1961, en plena Guerra Fría. Su organismo de Seguridad Nacional, el MSB, ya describía entonces la coyuntura como "inestable e impredecible" y apelaba a la cooperación civil en situaciones de emergencia, crisis de los tiempos de paz y ante el extremo de un conflicto armado.
Desde la anexión de la península ucrania de Crimea por parte Moscú, en 2014, Suecia -al igual que la región del Báltico y del Este de Europa- ha ido elevando su peso militar. En 2017, envió tropas a la isla de Gotland (situada en medio del mar Báltico) y un año antes acordó restablecer el servicio militar obligatorio para hombres y mujeres. Mientras la OTAN ha realizado maniobras conjuntas con varios de los países de la zona, aliados o socios de la institución atlántica, en el Báltico y el Ártico, otra de las zonas de influencia de Moscú. Finlandia y Suecia presentan unas opiniones ciudadanos contrarias; en el caso del primero, con más del 50% de su población que desestima la invitación formal de la Alianza, y un 47% de apoyo a una adhesión entre los suecos -y un 39% de rechazo- en los últimos estudios demoscópicos. Sin embargo, la colaboración de Estocolmo con la OTAN y con las repúblicas bálticas socios del club -Estonia, Lituania y Letonia- "resulta cada vez más estrecha", resalta el Sipri, que admite el bajo gasto militar de Suecia -del 1% del PIB- en los últimos años. Los gobiernos letón, lituano y estonio han llegado a solicitar en reiteradas ocasiones una mayor presencia de la Alianza en maniobras conjuntas en las aguas del Mar Báltico.
En 2018, Estocolmo envió instrucciones a sus ciudadanos para actuar en situaciones de crisis que podrían "derivar en una contienda bélica"; una recomendación expresa que se utilizó por última vez en 1961, en plena Guerra Fría
El Sipri, quizás el think-tank de investigación militar más prestigioso del mundo, revelaba en su informe sobre 2019, el mayor gasto anual de la última década en el planeta, con 1,97 billones de dólares. Con un alza interanual del 3,6% el porcentaje más importante desde 2010. Con EEUU, China, India, Rusia y Arabia Saudí acaparando el 62% de los desembolsos. La cifra de presupuesto militar del pasado ejercicio supuso el 2,2% del PIB global. Una cantidad similar al tamaño de la economía de Italia, miembro del G-7.
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