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El Gobierno armenio ha dado a conocer un vídeo para mostrar la magnitud de las vejaciones a las que están siendo sometidas las víctimas del conflicto con Azerbaiyán. Las imágenes obtenidas por la Oficina del Defensor de los Derechos humanos de Armenia muestran torturas y maltrato a los prisioneros de su país y cadáveres sometidos a humillaciones.
En dicho vídeo aparece una mujer francotiradora del Ejército de Armenia. Con arreglo a las pruebas documentales reunidas por la Oficina del Defensor de los Derechos humanos de ese país, todas las mujeres caídas en el conflicto territorial que enfrenta a ese país con Azerbaiyán fueron desnudadas y abandonadas como un costal de patatas en el campo de batalla. A esta, en particular, le arrancaron el índice derecho, el que utilizaba para tirar del gatillo de su rifle, y se lo colocaron en la boca. Además, sobre su pecho desnudo escribieron insultos y advertencias.
El soldado que ha grabado y difundido la imágenes patea el cadáver de la mujer y le dirige insultos. El vídeo en cuestión acabó a mediados del pasado mes en un canal de Telegram conocido como khacherubka (o jacherubka, de acuerdo a las normas de transliteración al castellano), una palabra compuesta que agrupa dos vocablos rusos: rubka (molienda) y jach (literalmente, cruz). La combinación de ambos podría traducirse como "moledora de cristianos" y es un término peyorativo común aplicado a los armenios, especialmente en los entornos ultranacionalistas de repúblicas postsoviéticas de población turca y mayoritariamente musulmana como Azerbaiyán.
La mujer cuyo cadáver fue sometido a todas esas vejaciones fue identificada por los propios azeríes en varias plataformas de las redes sociales como una voluntaria de las Fuerzas Armadas de Ucrania que había tomado parte tanto en la primera como en la segunda guerra del Alto Karabaj.
El primero de esos enfrentamientos tuvo lugar entre febrero de 1988 y mayo de 1994 en un pequeño enclave controlado por Yereván (el citado Nagorno Karabaj) situado dentro de la República de Azerbaiyán y poblado por una minoría azerí y una mayoría de armenios. La guerra concluyó con una Armenia victoriosa que controlaba toda la región en disputa y algunos territorios circundantes.
Veintiséis años después, estalló una segunda guerra por el control del área en disputa que se prolongó entre el 27 de septiembre y el 10 de noviembre de 2020. En esta ocasión, gracias a la colaboración militar de la Turquía de Erdogan, quien obtuvo la victoria tras la captura de Shusha, el segundo asentamiento más grande de Nagorno-Karabaj o Arsaj, que es la denominación que los armenios dan a esa república de Transcaucasia no reconocida internacionalmente desde 2017.
Hace menos de un mes las hostilidades se reanudaron cuando, en la madrugada del 13 de septiembre de 2022, las fuerzas militares de Azerbaiyán lanzaron una campaña coordinada a gran escala contra el territorio armenio a lo largo del este y sur de la línea oriental de contacto, apuntando deliberadamente a varias comunidades fronterizas de las provincias de Gegharkunik, Vayots Dzor y Syunik de Armenia.
Ha sido a lo largo de estas últimas semanas cuando ha comenzado a popularizarse una aterradora práctica entre las tropas azeríes que los armenios han probado de forma incontrovertible mediante documentos gráficos. La costumbre consiste en maltratar y humillar a los prisioneros de guerra o sus cadáveres, registrando las torturas y las vejaciones en vídeo y divulgándolas en redes sociales como TikTok, Telegram o Facebook.
El caso mencionado de la francotiradora armenia asesinada en Vardenis (Gegharkunik) no es anecdótico. La oficina de la Defensora de Derechos Humanos de ese país, Kristinne Grigoryan, ha documentado otros de forma minuciosa. De hecho, los vídeos pueden ser vistos en las redes. Uno de ellos muestra a un miembro de las Fuerzas Armadas de Azerbaiyán pisando intencionadamente el pie herido de un prisionero de guerra. Ese mismo soldado golpea y patea después a dos armenios esposados y con los ojos vendados que han sido identificados como Nshan Petrosyan y Artur Lopoyan.
Las tropas azeríes han divulgado igualmente en las redes imágenes de cautivos a los que se les obliga a repetir palabras degradantes. En uno de esos clips, puede escucharse al camarógrafo pidiendo a sus camaradas de armas que dejen de golpear a los prisioneros puesto que ha comenzado a grabar.
En el vídeo se aprecia a entre ocho y diez soldados de Armenia esposados y tendidos con el rostro contra el suelo en el interior de una trinchera. Son claramente visibles las heridas y manchas de sangre en los cuerpos de al menos dos de ellos. Mientras registra el "espectáculo", el que graba canturrea "ey menim jujelerim" (mis pollitos), la letra de una popular canción infantil azerbaiyana de los tiempos de la URSS. Antes de concluir su grabación, patea tierra sobre los rostros de los cautivos.
"Hacen grafismos y memes con las víctimas y los comparten entre ellos en Telegram y las redes", nos dice Arman Tatoyan, exministro de Justicia armenio y antiguo representante de su país ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
"Se mandan stickers de soldados torturados unos a otros con emoticonos sonrientes. Y por supuesto que tenemos pruebas. Cuando era el ombudsman de mi país, los miembros de mi equipo entrevistaron a soldados que habían estado cautivos y les mostraron las quemaduras que les habían hecho en las piernas, al tiempo que les exigían que cambiaran de religión. Tenemos esas fotos. Tenemos igualmente testimonios que confirman que recogían cruces y las destruían", añade.
Según la defensora de Derechos Humanos de esa república caucásica, Kristinne Grigoryan, la actitud y la conducta de las tropas de Azerbaiyán, además de violar las convenciones de Ginebra, son un reflejo del violento discurso racista de los líderes de Bakú y del odio étnico que profesan a sus vecinos cristianos.
"El pasado 13 de septiembre, varios miembros del Parlamento profirieron amenazas e insultos contra los armenios para justificar los actos de agresión que están cometiendo sus Fuerzas Armadas", afirma su oficina.
"Uno de los parlamentarios, Fazail Agamali, no solo se refirió a ellos como una tribu bárbara y fascista sino que pidió explícitamente la destrucción del Estado armenio. Este tipo de retórica del odio común en boca de funcionarios estatales de alto nivel normaliza e incluso alienta y elogia la violencia. A nuestro juicio, es una de las causas subyacentes de las agresiones y el trato degradante que se está dando a los prisioneros de guerra y a los cadáveres de los caídos", expone.
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