barcelona
Este 2 de diciembre está previsto que comience a fluir el gas ruso a China a través de ‘Sila Sibiri’ (‘La fuerza de Siberia’), el gasoducto que une ya a ambos países. Según informó días atrás el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, la llave de paso será abierta en un acto en el que participarán, por videoconferencia, el presidente ruso, Vladímir Putin, y el chino, Xi Jinping. El gasoducto comienza a funcionar poco más de cinco años después de la firma en mayo de 2014 de un acuerdo por 400 mil millones de dólares, aprovechando la visita del mandatario ruso a la capital china. Putin calificó entonces el acuerdo del “mayor en la esfera gasística durante la era de la URSS y Rusia”. La construcción del gasoducto comenzó en septiembre de ese mismo año.
La página web de Gazprom desgrana los detalles del proyecto: cerca de 3.000 kilómetros de tuberías con una capacidad de 38 mil millones de metros cúbicos anuales de gas natural, que se transportará desde los campos de gas de Kovykta, en Irkutsk, y Chayadinskoye, en Yakutia (ambos en Siberia oriental), hasta Blagovéshchensk (región del Amur), desde donde pasará a la red china, después de atravesar regiones pantanosas y montañosas caracterizadas por temperaturas extremas, de hasta -62ºC.
Rusia espera que el gasoducto contribuya al necesitado desarrollo económico de la región del Lejano Oriente, y China, por su parte, diversificar su cartera energética para una transición hacia fuentes “menos contaminantes”. El boom industrial del país y el uso del carbón han traído consigo notorios problemas medioambientales –son tristemente célebres las imágenes del smog cubriendo los cielos de Pekín– con repercusiones para la salud de sus habitantes. El hambre energética del gigante asiático puede cuantificarse en cifras: con un consumo de 240 mil millones metros cúbicos, China no puede abastecerse con sus propios recursos –a pesar de ser el sexto productor mundial de gas– y actualmente es el segundo importador mundial de gas natural licuado (GNL) detrás de Japón.
Importancia estratégica
A Napoleón Bonaparte se le atribuye la máxima de que “la geografía es destino” y ahí es donde radica la miga del asunto. El acuerdo que ha alumbrado este gasoducto no sólo tiene fuerza simbólica, sino que encierra un considerable potencial de cooperación. ‘La fuerza de Siberia’ puede permitir a Rusia reducir su dependencia de Europa, especialmente cuando los medios económicos vaticinan una nueva recesión cuyos primeros síntomas son un descenso en los últimos meses de los pedidos industriales en Alemania, uno de los principales consumidores de gas ruso (un 34% del total en 2018). Significativamente, los planes de Gazprom pasan por conectar éste con otro gasoducto existente que transporta el recurso desde los campos en la isla de Sajalín hasta Vladivostok, donde Rusia cuenta con una planta GNL para su exportación al resto de Asia.
Cabe recordar que el propio acuerdo entre Gazprom y la china CNPC se cerró en plena tensión con Occidente a raíz de la crisis en Ucrania, y en ese marco funcionó como un fenomenal golpe propagandístico para el Kremlin, aunque, según aseguraron los medios en su día, la parte china consiguió una rebaja sustantiva del precio del gas aprovechando la urgencia del momento. El coloso oriental podría así llegar a ser visto como un sustituto de Alemania en los esquemas tradicionales de poder rusos, en los que los ingentes recursos naturales del país son puestos a disposición de una potencia industrial más desarrollada en una relación que se espera como mutuamente beneficiosa.
De momento, la Unión Europea sigue siendo el primer destino de las exportaciones de gas y petróleo rusos: según cifras recientes de Eurostat, Rusia suministró hasta el 40,5% del gas consumido en la UE en 2018 y el 39,4% en el primer semestre de 2019, seguida de Noruega (35’1% y 29,6%, respectivamente), Argelia (11,2% y 11%), Qatar (5,4% y 7,2%) y Nigeria (3% y 4,1%). Bruselas mantiene sus esfuerzos por reducir este porcentaje por diferentes vías, aunque, de manera similar al caso chino, el gas natural puede servir al viejo continente como una fuente de energía transitoria para desarrollar los planes de transición energética hacia un uso mayoritario de las renovables. A escala internacional, varios países han tratado de demorar y obstaculizar la finalización de 'Nord Stream 2', con una capacidad total de 55 mil millones de metros cúbicos, el segundo gasoducto que transportará el recurso a Alemania directamente, sin atravesar ningún país de tránsito, y cuya finalización se prevé para finales de este año.
Presiones y competición estadounidense
Bruselas está sometida en esta cuestión a una fuerte presión estadounidense, frecuentemente poco visible. A comienzos de este año el embajador estadounidense en Berlín, Richard Grenell, amenazó veladamente con sanciones a las empresas que participan en la construcción de 'Nord Stream 2', poco menos que acusándolas de socavar “activamente la seguridad de Ucrania y Europa”. Lo que Grenell se guardaba de decir es que Washington quería favorecer los intereses económicos de su país que representan la construcción de tres terminales GNL en el norte de Alemania –en Stade y Wilhelmshaven (Baja Sajonia), y Brunsbüttel (Schleswig-Holstein)– que importarán gas natural procedente de EEUU.
Trump ha relajado las normativas contra el 'fraking' y ha abandonado el Acuerdo de París para obtener el dominio del sector
La administración Trump ha relajado las normativas de la técnica de fracturación hidráulica (más conocida como ‘fracking’), abriendo, por ejemplo, hasta el 90% las aguas territoriales a la prospección de hidrocarburos, y abandonado el Acuerdo del Clima de París para obtener lo que denomina “dominancia energética” del mercado. Como no se han cansado de denunciar científicos y ecologistas, esta técnica acarrea importantes problemas medioambientales –como la contaminación del subsuelo y de pozos de agua y la liberación de metano, uno de los gases que provoca el efecto invernadero–, su transporte en embarcaciones marítimas no es seguro –y exige una cadena logística que empeora su huella ecológica– ni rentable económicamente en comparación con los gasoductos, que son un método de transporte mucho más barato y seguro, y menos contaminante.
Una vez abierta la llave de paso de 'Nord Stream 2' será el turno, el 8 de enero, de 'TurkStream', cuya inauguración contará también con la presencia de Putin, que se desplazará hasta Turquía para la ocasión. 'TurkStream' transportará a través del Mar Negro 31’5 mil millones metros cúbicos de gas hasta Turquía y el sureste de Europa. Gazprom espera ahora la luz verde del gasoducto Tesla, que conectaría TurkStream con Serbia, y a ésta con Austria a través de los Balcanes siguiendo el recorrido de SouthStream, cancelado en diciembre de 2014. En su estado natural, el gas natural es inodoro, incoloro e insípido, y en su forma política es todo lo contrario. En unas semanas se termina 2019 y comienza 2020, pero las ‘guerras del gas’ continuarán.
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