calais (Francia)
"No me da miedo la nueva ley británica para deportar a migrantes a Ruanda". Hassan Yahya tiene 22 años y a principios de 2023 se fue de su país, de Sudan: "Es un lugar muy peligroso, mucho más que Ucrania. Huimos del infierno". Tras un periplo migratorio por Chad, Libia, Argelia, Túnez, Italia y Francia, se encuentra a unos 50 kilómetros de su destino soñado: Reino Unido. No parece que nada pueda detenerlo de intentar cruzar la militarizada frontera franco-británica. Ni siquiera la criticada ley que permitirá expulsar hasta ese país del sudeste de África a aquellos refugiados que hayan entrado de manera clandestina en territorio británico.
"Estuve una vez en Ruanda y no es un buen lugar. Hay mucha criminalidad y su gobierno no es democrático", explica Yahya, contradiciendo la opinión del Parlamento británico que lo consideró un "país seguro". La visión de este joven refugiado sudanés resulta parecida a la de muchas de las personas exiliadas o migrantes que malviven en las afueras de la localidad fronteriza de Calais, en el noroeste de Francia. Muchas de ellas temen el retorno a la casilla de salida que supondría una deportación hasta Kigali, pero ese miedo resulta insuficiente para que cambien sus planes. "Quiero ir al Reino Unido, solo al Reino Unido", afirma Yahya, quien ha perdido a un hermano y un tío en los combates en Darfur.
Eran pasadas las cuatro de la tarde del viernes y, mientras este joven recordaba la crítica situación en la guerra civil de Sudán —con al menos 15.000 muertos y ocho millones de desplazados—, algunos de sus compatriotas hacían un partidillo de fútbol con un balón desinflado. Estaban en la parte exterior de una nave industrial abandonada, que desde hace un par de meses se convirtió en el cobijo para 400 de ellos. Había salido el sol en la lluviosa Calais y algunos de esos jóvenes migrantes lo aprovechaban para secar su ropa en una verja deshilachada. Otros tomaban el té alrededor de una hoguera. También había un grupillo que cargaba la batería de sus teléfonos en los pocos enchufes que disponen, mientras que otro jugaba al dómino en una vieja mesa de madera.
El 2024 va camino de ser un año récord en el Canal de la Mancha
La muy precaria cotidianidad de los migrantes en Calais —marcada por la escasez de comida, agua y ropa, así como los robos entre los propios migrantes— se ha visto alterada en las últimas semanas por las noticias que llegan desde el otro lado del Canal de la Mancha. Tras un largo y criticado proceso legislativo, los diputados y senadores británicos adoptaron el pasado 22 de abril el texto que permite expulsar a Ruanda a los migrantes que no tengan derecho al asilo y entren de manera clandestina en Reino Unido.
El Ejecutivo del conservador Rishi Sunak se felicitó por la primera expulsión a Ruanda de un migrante que se ofreció voluntario. Lo hizo con un polémico video, publicado en la red social X, en que se veía a agentes entrando en casas y arrestando a personas extranjeras. Ha previsto efectuar hasta 5.700 deportaciones de aquí a finales de año. Los afectados forman parte de un grupo de unos 57.000 migrantes fichados, que llegaron entre enero de 2022 y junio de 2023 al territorio británico de manera clandestina. En la mayoría de los casos fue a través de las peligrosas rutas desde el noroeste de Francia.
El texto "ha aumentado el estrés y la preocupación de los migrantes", reconoce Fleur Judet, coordinadora del Auberge des Migrants, una de las asociaciones que atienden a los 2.000 refugiados (sudaneses, etíopes, afganos, iraníes, kurdos…) que viven desperdigados entre las afueras de Calais y la también localidad portuaria de Dunkerque. Esta responsable asociativa tiene serias dudas de que la criticada legislación británica disuada a estas personas de intentar el difícil cruce de la frontera entre Francia y Reino Unido: "Solo hay que mirar las cifras. El 2024 va camino de ser un año récord", tanto en el número de travesías como de muertos.
Al menos 19 migrantes muertos desde enero
La madrugada del 23 de abril, tres hombres, una mujer y una niña de menos de siete años murieron ahogados a unos pocos centenares de metros de las costas de Calais. La barcaza de plástico en la que viajaban llevaba hasta 112 personas migrantes apretujadas —una cifra especialmente elevada— y su motor se estropeó poco después de haber iniciado el viaje. Ese trágico incidente representó la punta del iceberg de la inquietante dinámica de este año.
En los poco más de cuatro meses que han transcurrido en 2024, 19 personas perdieron la vida (14 de ellas ahogadas y el resto atropelladas o aplastadas) en el Canal y el Túnel de la Mancha, mientras que en el conjunto del año pasado hubo 28 decesos. "En el tercio que llevamos de año ya se han producido hasta 130 llamadas a los servicios de rescate desde alta mar, mientras que el año pasado hubo 189", explica Axel Gaudinat, coordinador de la oenegé Utopia 56 en Calais, sobre otro de los datos alarmantes. Después de que el número de personas que cruzaron de manera clandestina el Canal alcanzara una cifra récord en 2022 (45.000) y bajara en 2023 (cerca de 30.000), en este primer segmento del 2024 se ha incrementado en más de un 20%.
Sunak y el presidente francés, Emmanuel Macron, llegaron a un acuerdo en marzo del año pasado para que Reino Unido pagara unos 550 millones de euros hasta 2026 a Francia a cambio de que reforzara la presencia de policías y de medios de vigilancia (drones, cámaras térmicas…) en la ya de por sí militarizada frontera de Calais. Allí hay hasta 65 kilómetros de alambres de espino, especialmente presentes en la zona del puerto y del Túnel de la Mancha. París y Londres vieron en la disminución de las travesías —acompañada por un aumento de las muertes— el año pasado el fruto de esta política. La tendencia de este año, sin embargo, cuestiona su eficacia.
"El aumento de los medios policiales básicamente conlleva que los refugiados asuman más riesgos", advierte Gaudinat. Los intentos para cruzar la Mancha, según explica este responsable asociativo, ya no tienen lugar desde las playas de Calais, sino desde zonas más alejadas del litoral de Reino Unido. También ha aumentado la agresividad de la policía francesa cada vez que intercepta una de las pateras de plástico, que suele reventar. "A principios de esta semana, la policía pinchó una de esas barcas que se encontraba a unos diez metros de la costa, a pesar de que había niños y mujeres a bordo. Fue una situación realmente peligrosa", recuerda el coordinador de Utopia 56.
"Ha supuesto una presión suplementaria"
De hecho, un adolescente sirio murió ahogado en enero tras una polémica intervención policial. "Saltó de su barca a pesar de que no sabía nadar después de que los agentes los gasearan en alta mar. Encontraron su cadáver unas semanas más tarde en una de las playas de Calais", lamenta Judet. También generaron controversia en Francia las sospechas de la responsabilidad de la marina gala en el peor drama migratorio ocurrido en la Mancha, a finales de noviembre de 2021. Según informaciones reveladas por Le Monde, los jueces instructores sospechan que los marines no tomaron en serio las numerosas llamadas de auxilio que les llegaron la noche de ese naufragio, en el que perdieron la vida 27 personas.
El peligro de morir ahogados es el que asumen aquellos refugiados que cuentan con suficiente dinero para pagar los 2.000 o 2.500 euros que cuestan estos viajes marítimos clandestinos. Aquellos más pobres intentan otra vía, igual de peligrosa pero más azarosa: colarse en un camión. Es el caso de muchos de los sudaneses acampados en el hangar abandonado o en los bosques de las afueras de Calais. "He intentado un montón de veces colarme en un camión, pero no lo conseguí. La Policía siempre terminó atrapándome", explicaba Yahya, mientras enseñaba una herida en una pierna.
"Llevo un par de meses en Calais y ya habré intentado colarme en el Túnel unas diez veces", explica Saudi Aseef, de 17 años, al lado de su tienda de campaña en medio de un húmedo y embarrado campamento en el bosque. "El Gobierno francés no nos ofrece nada, así que no nos queda otra opción que intentar ir a Reino Unido", añade este jovencísimo refugiado. Como muchos de sus compañeros migrantes, dejó sus huellas dactilares en Italia y sabe que, si pidiera el asilo en Francia, probablemente se lo denegarían o lo enviarían al país transalpino. Para muchos de ellos, el hecho de inmigrar a territorio británico resulta su única esperanza, aunque su imagen idealizada de ese país se ha visto trastocada por la amenaza de que los deporten a Ruanda.
"Las autoridades británicas se han vuelto locas", aseguraba Mohamed Ahmed, de 26 años y que se protegía del frío con una sudadera con capucha, con una mezcla de indignación e incredulidad. Sentado al lado de una hoguera junto con otros compatriotas, Acahoseole, de unos 30 años, se mostraba aún más resignado: El acuerdo entre Londres y Kigali "ha supuesto una presión suplementaria. Me jugué la vida cruzando el Mediterráneo en una patera y no me apetece encontrarme de nuevo en África. Me planteo un destino distinto a Reino Unido, pero no sé dónde ir. Estoy un poco perdido".
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