Durante los últimos días John Kerry ha estado yendo y viniendo entre Jerusalén y Ramala. Ha sido su undécima gira por la región desde la primavera pasada y el secretario de Estado ha anunciado que probablemente regresará en los próximos días. A este ritmo pronto pulverizará el venerable récord de visitas que ostenta su predecesor Warren Christopher, quien en los años noventa vino 18 veces.
El hirsuto e infatigable Christopher no obtuvo ningún resultado. Al contrario, aquellos años vieron una explosión de las construcciones en los asentamientos judíos de la Cisjordania ocupada. Kerry, por su parte, tampoco ha obtenido ningún resultado y ha visto una explosión sin precedentes en las construcciones judías. En la cartera lleva lo que él ha llamado un 'acuerdo marco', un documento que ha intentado definir con toda la precisión posible durante la gira actual, donde se establecen ciertos parámetros acerca de los aspectos más contenciosos del conflicto israelo-palestino, como el estatuto de Jerusalén, las fronteras o la seguridad.
Kerry pretende que el acuerdo marco esté listo antes de que acabe enero. Sin embargo, todo indica que el texto pasará a los anales de la historia de Oriente Próximo como un acuerdo más, otro papel mojado, a menos que la comunidad internacional presione con fuerza a Israel para que cumpla las resoluciones internacionales, algo que no parece entrar en los planes del primer ministro Binyamin Netanyahu. De hecho, algunos líderes israelíes, como el ministro Silvan Shalom, ya han dicho que lo único que significa el acuerdo marco es que las 'negociaciones' se extenderán más allá de abril, cuando se cumplirán los nueve meses de 'negociaciones' pactados en verano. Es decir, el acuerdo marco dará más tiempo y oxígeno a Israel para seguir cambiando las realidades sobre el terreno.
Hace cuatro días Netanyahu tuvo un gran gesto para con Kerry al anunciar que aplazaba la construcción de otras 1.400 viviendas en Cisjordania 'hasta la semana que viene'. Ese es el nivel en que se mueve Netanyahu: ignorar olímpicamente la legislación internacional mientras Occidente mira hacia otro lado y se desentiende del conflicto. En los últimos días, como ocurre cada vez que se prepara un acuerdo, ha habido algunas voces optimistas que consideran que ahora se dan circunstancias excepcionales que pueden ayudar a resolver el conflicto. Según estas voces, existen intereses propios, distintos entre sí, que empujan a israelíes, palestinos y estadounidenses a dar un paso adelante en la buena dirección.
El diario Al Hayat ha señalado que la complejidad de la situación en la región hace que Washington sólo le pueda hincar el diente al conflicto israelo-palestino, pues tanto Siria como Egipto están fuera de su alcance. Esta circunstancia estaría empujando a John Kerry y a la administración americana en su conjunto a realizar un esfuerzo supremo con la centenaria disputa. El interés de Netanyahu para facilitar el acuerdo marco se deriva de cierta tendencia en Europa y Estados Unidos a impulsar el boicot de Israel. La UE ha aprobado el boicot a las empresas e instituciones israelíes, incluidas las académicas, situadas más allá de la línea verde de 1967, y a nivel popular, tanto en Europa como en Estados Unidos son cada vez más frecuentes los llamamientos al boicot del estado judío.
Israel cree que si se alcanza el acuerdo marco se aliviará esa presión. Además, no pierde nada prolongando las negociaciones indefinidamente, lo que le da manos libres para seguir construyendo donde le plazca. Y una última ventaja para Israel es que mientras duren las 'negociaciones' los palestinos no recurrirán a los organismos internacionales, incluido el Tribunal Penal Internacional.
Para febrero se espera la llegada de dos mandatarios europeos, Angela Merkel y David Cameron, que seguramente vendrán por indicación de Washington para arropar a John Kerry. Sin embargo, estos mandatarios, como sus predecesores han demostrado hasta la saciedad que prefieren no intervenir más allá de pronunciar unas compungidas, pero banales, palabras de ánimo.Israel sólo ha ido en la dirección de la paz cuando no ha tenido más remedio, cuando la presión ha sido muy fuerte, como por ejemplo para asistir a la Conferencia de Madrid de 1991, o cuando se retiró del Sinaí con los acuerdos de Camp David para anular la amenazadora alianza entre Egipto y Siria tras la guerra de 1973, o cuando evacuó Gaza para evitar un goteo constante de colonos y soldados muertos.
El interés de los palestinos por el acuerdo marco se deriva de su debilidad. El presidente Mahmud Abás depende de la ayuda exterior para respirar. Estados Unidos dona unos 500 millones de dólares anuales a la ANP y Europa una cantidad similar. Además, los países árabes, por indicación de Washington, contribuyen sustancialmente a mantener con vida a Abás, de manera que este solo puede hacer lo que se le ordene.
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