'Échele un vistazo al mapa: toda Europa va en dirección a partidos de derecha conservadora'. Para políticos como Jörg Haider, nada es más importante que llevar la razón. 'Lo que nosotros propugnábamos a mediados de los noventa, hoy es ley en muchos países europeos. Entonces, nadie pensaba que la inmigración llegaría a ser un tema tan importante', explica el austriaco que hace ocho años disfrutó de un estrellato de seis meses como bestia negra de la ultraderecha en Europa.
El gobernador del land de Carintia, en el sureste de Austria, sigue 'con mucha atención' los debates sobre islamismo y fundamentalismo en Europa. Ahí, él se sitúa en la grada de los 'defensores de la tradición secular'. Se alegra de que su 'amigo' Roberto Maroni, de la Liga Norte, vuelva a ser ministro del Interior en Italia. 'Los italianos tienen enormes problemas con la inmigración, y el nuevo Gobierno ha tenido que dedicarles más atención', dice.
En Carintia, Haider apuesta por la cooperación con fuerzas similares a las que están en el poder en las regiones italianas vecinas.
El gobernador se describe como el cargo público más veterano de Austria. Tiene 58 años, pero habla como si tuviera muchos más: 'Una función del envejecimiento es que uno se vuelve más tranquilo'.
El partido de Haider se llama Alianza para el Futuro de Austria (BZÖ). Esta agrupación se escindió en 2005 del Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), que él había catapultado al Gobierno federal en Viena con máximos históricos. Estas dos fuerzas suman ahora un buen porcentaje de voto más o menos xenófobo en la república alpina.
'Tirol para los tiroleses'
'Sonido de campanas en lugar de cantos de muecín', 'Tirol para los tiroleses', 'Sólo nosotros lo decimos: negad clemencia a los pedófilos', son eslóganes del FPÖ para su campaña electoral en Tirol. Las elecciones regionales coinciden allí el 7 de junio con el inicio de la Eurocopa de fútbol que organizan conjuntamente Austria y la vecina Suiza.
En un restaurante a orillas del idílico lago Wörthersee, Haider atiende a una treintena de periodistas extranjeros. Casi se había desacostumbrado a la atención internacional, y está encantado de volvera ofrecer titulares.
En febrero de 2000, la Unión Europea aprobó sanciones diplomáticas contra Austria por la participación en el Gobierno federal del partido de Haider, que había superado en las urnas a la segunda fuerza del país, el Partido Socialdemócrata.
Crisis diplomática
El político había llamado la atención con declaraciones xenófobas y antisemitas. Entonces, cualquier cosa que dijera Jörg Haider salía en la prensa internacional. Cuando mira hacia atrás, no ve grandes errores en su carrera política: 'La UE tuvo que reconocer que fracasó, porque tuvo que retirar las sanciones'.
Del medio año de crisis diplomática, recuerda con una sonrisa que periodistas americanos preguntaban a la gente frente a la estación dónde estaban encerrados los presos políticos de Haider.
'Así que aquí me tienen', transmite con gesto tranquilo, 'sigo trabajando para los ciudadanos'. Y va para largo: 'La obra de mi vida aún no ha concluido'. La modestia no es lo suyo, pero la ejerce con naturalidad pasmosa: 'He logrado cambiar Austria'.
¿Sus horas más bajas? Cuando perdió una moción de censura en Carintia en 1991. Sus rivales políticos la habían presentado después de que Haider elogiara en el parlamento regional de Klagenfurt la política laboral de los nacionalsocialistas.
Regresó al poder en 1999. Pero ahora no hablaría de los méritos de un político nazi. Cuando se le pregunta por un modelo, el gobernador nombra nada menos que al ex canciller socialdemócrata alemán Helmut Schmidt, que con su estrategia atlántica 'contribuyó a hincar de rodillas a la Unión Soviética'.
Haider sigue siendo el de siempre, pero cuida mucho más el lenguaje. Sobre todo ahora, con la Eurocopa de fútbol a la vuelta de la esquina. Klagenfurt, la capital de la región que cuenta con 95.000 habitantes, es la única sede del torneo que ha construido un nuevo estadio para la ocasión. La arena está a orillas del Wörthersee, donde posiblemente se ocultara el dragón del escudo de la ciudad, que se comía a los niños hace muchos años.
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