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La globalización se llena de muros

La nueva Guerra Fría se fortifica: en el mundo hay 74 barreras artificiales, seis veces más que antes de la Caída del Muro de Berlín, que separan territorios en más de 32.000 kilómetros.

Una imagen aérea muestra a migrantes esperando a lo largo del muro fronterizo entre Estados Unidos y México en El Paso (Texas), a 11/05/2023.- Patrick T. Fallon / AFP.

Diego Herranz

Son malos tiempos para la integración económica, mercantil, geopolítica y geográfica entre países. Aunque idóneos para generar relatos de post-verdad con los que contorsionar la pervivencia de la globalización. Si quieres más libertad de mercados, construye mejores muros. Es el título de tinte irónico de una tribuna de Adrian Wooldridge, articulista en Bloomberg Opinión y autor del libro La Aristocracia del Talento: Cómo la meritocracia hizo el Mundo Moderno con la que busca resaltar un fenómeno que pasa desapercibido.

El planeta se está fortificando a marchas forzadas con el silencio cómplice de los neoliberales y quienes claman por el libre tránsito de trabajadores, bienes, servicios y capitales, mientras que, en sentido contrario, actúan a su conveniencia para preservar sus privilegios adquiridos.

Es como si, dice Wooldridge, el lema Derriba este Muro que sonó con inusitada resonancia antes de la caída del de Berlín, que sepultó la Guerra Fría y encendió la mecha de la globalización de los mercados, hubiera dado paso a otro que prefiere expresar la conveniencia de Construir Barreras Inexpugnables para prosperar en el futuro.

Elizabeth Vallet, que dirige el Centro de Estudios Geopolíticos adscrito a la Universidad de Quebec en Montreal, ha puesto cifras a este paradójico plan de infraestructuras para obstruir el tránsito económico, comercial y social y la cooperación y la buena vecindad entre naciones y pueblos.

Y lo ha hecho en un estudio publicado en Migration Policy Institute (MPI), un think-tank que afirma investigar para mejorar la inmigración, fomentar el diálogo e integrar políticas de desarrollo con “nuevas ideas que adoptar en políticas cada vez más complejas”. Con resultados sorprendentes.

Un soldado de Arabia Saudí vigila junto a la valla en la frontera con Irak.- Faisal Nasser / REUTERS.

En el mundo, calcula Vallet, hay 74 muros de separación entre estados, seis veces más que a la conclusión de la Guerra Fría, que se extiende en más de 20.000 millas, unos 32.000 kilómetros.

De ellos, quizás el más sofisticado de todos sea la doble barrera de contención que se prolonga, durante casi 1.000 kilómetros cada uno, a lo largo de las fronteras saudíes de Irak y de Yemen. Aunque sin olvidar los 3.200 que levantó Pakistán sobre India, otro de los conflictos de soberanía más espinosos, el que Islamabad mantiene con Nueva Delhi, sobre todo en torno a Cachemira y que está reforzado con zanjas de 3,5 metros de profundidad y 4,3 de anchura durante algo más de 650 kilómetros de extensión. Con más de un millar de puestos fronterizos armados.

Botones de muestra de un mundo fortificado

A diferencia de la Gran Muralla China, el Muro de Pakistán es visible desde el espacio por su alta emisión lumínica. Aunque comparados con estos dos goliats, la Muralla de Hierro que separa a Israel de Gaza resulta aparentemente corta.

De no ser, tal y como explica David Betz, profesor del King College de Londres, porque la también llamada Cúpula de Hierro, el sistema de defensa antiaérea israelí, con su escudo de interceptación de misiles y su coraza de radares, se debería considerar una fortificación en toda regla. Sobre todo, porque “se propagan por cada vez más latitudes del planeta”.

O la nueva Embajada de EEUU en el sur de Londres, un postmoderno edificio que parece concebido con conceptos arquitectónicos medievales por su amplia red de zanjas, diques y estanques que la separan más de 30 metros de la calle más cercana. Betz ha escrito La Edad Guardada: Fortificaciones en el Siglo XXI, un elocuente ensayo sobre este fenómeno.

Vista de la valla fronteriza que separa Marruecos de Melilla, cerca de la ciudad marroquí de Nador.- Fadel Senna / AFP.

Vallet recuerda varios de estos botones de muestra. Uno de los más recientes se gestó a finales de 2021, cuando el Parlamento de Polonia aprobó elevar un muro fronterizo con Bielorrusia. Sin olvidarse, ese mismo año, del inaugurado por el gobernador de Texas, de casi 10 metros de alto, para separarse de México, y que fue financiado con fondos estatales y privados y auspiciado por la Administración Trump, cuyo mandatario hizo del mismo un compromiso electoral.

Israel eligió también ese ejercicio para completar su cerco con Gaza, al que reforzó con sensores para lograr el aislamiento pleno de la población palestina. Igual que Turquía, que reforzó sus contenciones de piedra en su frontera con Irán, mientras que Grecia completaba otros 40 kilómetros del muro de acero que le separa de su vecino turco y apela a Europa a que apoye financieramente más tramos en el futuro.

Ningún continente es ajeno a las fortificaciones fronterizas. De los 74 existentes, la mayoría se han erigido este siglo y al menos otros 15 están en fase de planificación. La finalidad primigenia de la práctica totalidad de ellos es evitar el flujo de migración ilegal, pese a que no han probado precisamente su eficiencia al respecto. Pero también los hay con prioridades defensivas y como legado de épocas belicistas o que su justifican para prevenir ataques terroristas o acciones del crimen organizado y, más en concreto, vinculadas al contrabando.   

El gran negocio de la fortificación de fronteras

Wooldridge llama la atención sobre el gran negocio que supone la fortificación de fronteras y se cuestiona, irónicamente, si sus defensores lo son también del libre tránsito de mercancías y de personas.

Porque pareciera reinar la idea de que solo con muros los gobiernos pueden proteger sus industrias y empresas, y seleccionar sus mercados amigos para seguir impulsando los flujos comerciales e inversores. Un informe de 2001 cifraba, destaca Wooldrigde, en 59.000 millones de dólares “la construcción de un perímetro de seguridad de este tipo” en precios de mercado.

La profusión de estas fortificaciones se aprecia, entre otras zonas, en el barrio de clase alta de Johannesburgo, capital financiera de Sudáfrica, donde se ha levantado un muro de 4 metros con tendido eléctrico y sensores sísmicos para evitar que nadie interceda en sus negocios. Este clima ha hecho florecer firmas como la estadounidense Gladiator Solutions, especializada en reforzar la seguridad de escuelas ante ataques estudiantiles armados.

Varios palestinos esperan para poder cruzar a Jerusalén, de la que los separa un controvertido muro construido por Israel a lo largo de Cisjordania.- REUTERS

A pesar de que no pueden garantizar una seguridad máxima. Ni siquiera, en ocasiones, acciones elementales de protección. El ataque de Hamás del 7 de octubre pasado recordó en Israel el 11-S, porque la valla coercitiva levantada por Tel Aviv para contener los flujos de palestinos y reforzar su seguridad nacional, demuestra que la construcción de fuertes no son aval suficiente para frenar descontentos sociales.

Esta falsa sensación de seguridad no es exclusiva de los tiempos actuales. Quizás el ejemplo que más se recuerda en la historia reciente es la famosa Línea Maginot, que absorbió el 6% de todo el presupuesto militar de Francia entre 1930 y 1937 sin que lograra parar la ofensiva militar nazi en 1940.

El cambio de milenio ha traído la fiebre por los muros

Vallet moldea el concepto de fortificación a partir de tres aspectos esenciales. Está ensamblada de forma sólida por material resistente, delinea bordes de forma regular para impedir el acceso y su funcionalidad gira en torno a impedir el tránsito de mercancías y personas.

Pero establece también cuatro diferencias: generalmente responde a una decisión unilateral, aunque se puede crear por acuerdos bilaterales o multilaterales; suele respetar la soberanía territorial del país; se ciñe a una parte de la frontera que conecta dos naciones y puede incluir aparatos de vigilancia como cámaras, sensores, drones o controles militares.

En la actualidad, afirma esta experta, “se han multiplicado”, porque “solo había una docena de muros al final de la Guerra Fría”, lo que ha acelerado la sensación de “arrinconamiento” ante el riesgo que, aducen sus defensores, pueden ocasionar “inminentes peligros” en el orden mundial o doméstico. Lo que, a su juicio, “legitima sus construcciones”.

La Covid-19 “ha confirmado esta tendencia”, concebida desde el 11-S. En casos como el de China con Myanmar o de Sudáfrica y Zimbabue por el Río Limpopo, siguiendo los pasos de Francia en el siglo XVIII de cerrar partes del sur del país, y que ilustra la idea del muro como infraestructura para evitar o minimizar los efectos de pandemias.

Parte de las vallas y alambres de espino que forman parte de los 800 kilómetros de fortificación en la frontera de Pakistán con Afganistán.- REUTERS.

“Desde el inicio del milenio, los cambios han sido substanciales”. Ya no son separaciones de paz, como las que se erigieron entre las dos Coreas, entre India y Pakistán o en Chipre para dividir las comunidades griega y turca.

Ahora, el 24% de estos muros responden a supuestos controles de movimientos delictivos, el 32% se han creado para detener flujos de migración no deseada y el 23% hipotéticamente a combatir el terrorismo. A estos últimos dicen obedecer los de Israel, Arabia Saudí y los de Asia Central en Kirguizistán, Tayikistán y Uzbekistán. Pero todos ellos tienen un denominador común: atentan contra el principio de libre circulación de mercancías, servicios, capitales y personas.

En nombre la soberanía estatal, matiza Vallet, como se jactaba Donald Trump en enero de 2019: “Hay 77 grandes muros o separaciones significativas en todo el mundo y 45 países que planifican construirlos. Solo en Europa se han edificado más de más de 800 millas (casi 1.300 kilómetros) desde 2015. Todos ellos han logrado un éxito del 100%. Paremos el crimen en nuestra frontera sur”.  

Hay 77 grandes muros o separaciones significativas en todo el mundo y 45 países que planifican construirlos

Elizabeth Vallet, directora del Centro de Estudios Geopolíticos

Sin embargo, esta soflama de “eficiencia universal” esconde costes indirectos y respuestas que atentan con la prosperidad. Surgen túneles y una multiplicidad de opciones para sortear estos obstáculos, irrumpe el mercado negro, cierran centros fabriles y enclaves de negocios, se rompe la colaboración transfronteriza y se originan crisis geopolíticas que impactan negativamente en la globalización, fomentando la fragmentación comercial y el proteccionismo industrial. 

Para Wooldridge, “el sueño de un mundo sin fronteras siempre ha sido imposible”, pero uno en el que se impulsen la movilidad y se salvaguarde la seguridad de los intercambios de bienes y de personas es perfectamente factible. Sobre todo, “si se desea potenciar la globalización”. Porque los muros, al contrario que los puentes, atentan contra la libertad de mercado.

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