La lluvia no pudo opacar el clamor que recorrió este lunes la ciudad de Buenos Aires cuando decenas de miles de mujeres salieron a las calles durante el cuarto paro feminista que se celebró de manera dispar en todo el país. "Vivas, libres y desendeudadas nos queremos, aborto legal ya" fue un grito unánime en la misma semana en la que el Gobierno de Alberto Fernández presentará un proyecto de ley sobre la interrupción voluntaria del embarazo.
Porque cada 32 horas se comete un feminicidio en Argentina. Porque ese promedio se aceleró a una muerte cada 14 horas con el asesinato de cinco mujeres en apenas tres días, entre el 1 y el 3 de marzo, de acuerdo al Observatorio de la organización feminista Mumalá (Mujeres de la Matria Latinoamericana), que hace un relevamiento cada mes en base a la información de la prensa.
"Nos molesta que estén matando a las pibas [chicas] en Argentina, y en todo el mundo. Sucede cada día, y la verdad que es horrible. Las pibas no podemos caminar tranquilas por la calle porque te chiflan, con suerte, cuando no te siguen, te secuestran, te violan y te matan. Por eso venimos a luchar, para que empiecen a respetarnos", explicaron a Público Milagros Clementi y Milagros Costabel, de 21 años. "Ni se te agranda por putearme ni se te achica por respetarme" era una de las consignas que mostraban en sus pancartas.
Estas jóvenes participaban por segundo año en esta movilización que puso un cierre contundente al paro internacional de mujeres por el 8M. Las dos provenían de General Las Heras, un pueblito a casi 70 kilómetros de distancia al noreste de la provincia de Buenos Aires. "La mayoría de nuestras compañeras faltó a estudiar y a trabajar para venir a la marcha. En la universidad no había chicas. Nosotras tenemos casi dos horas de viaje hasta llegar a la capital, y en el camino nos cruzamos a cinco colectivos [autobuses] que venían repletos de mujeres, así que sabíamos que la manifestación era grande", revelaron. "Nos pone la piel de gallina esta marcha, porque todas juntas estamos acá con un mismo objetivo".
"Vinimos porque necesitamos que el Estado esté presente, que responda ante tantos feminicidios, que incida en equiparar derechos con políticas públicas; por una justicia social con equidad y más respeto, ¡basta de matarnos!". Así se expresó en diálogo con este diario Florencia Ragonese, otra joven que acudió con su grupo de amigas a la manifestación. "El pueblo es machista, que dejen de matarnos", sentenció a su lado Carolina García. "Tenemos hermanas, tías, primas, queremos salir a las calles tranquilas, volver en paz, no queremos tener miedo cuando volvemos de noche, y creemos que aquí todas juntas podremos realizar algo", añadieron Juliana Marilla y Ayelén Peletier.
Estas argentinas mostraron sus carteles en medio de una multitud frente al Congreso de Buenos Aires. "No nací mujer para morir por serlo", decía uno. "Queremos vivir, no sobrevivir", apostillaba el segundo.
Porque medio millón de mujeres aborta de manera clandestina en Argentina, y porque las complicaciones en estos procesos provocan que ésta la principal causa evitable de mortalidad entre mujeres gestantes. Porque constituye un problema de salud pública que afecta a los estratos socioeconómicos más carenciados, según reconoció el propio presidente del país. Porque 3.000 mujeres fallecieron desde el regreso de la democracia en 1983 por someterse a interrupciones inseguras del embarazo.
"La sociedad todavía está dividida, entre lo que se cree que es y lo que es realmente, y es porque con el pensamiento religioso hay un paradigma complejo", retomó Ragonese. "Por eso estamos acá, para que se legalice el aborto", sostuvo. Ella y sus amigas formaban parte también de la marea feminista que colmó las inmediaciones del Congreso y que exigía con su pañuelo verde anudado o al viento y con su rostro salpicado con brillantina del mismo color la sanción de una ley que autorice la interrupción voluntaria del embarazo.
Porque la desigualdad de género sigue presente en la vida familiar, laboral y social. Porque el techo de cristal coarta el desempeño laboral de las mujeres. Porque continúan vigentes los mandatos preestablecidos sobre sus cuerpos y sus mentes. Porque falta educación sexual en los ámbitos educativos. Porque la trata de personas y la explotación sexual y laboral tienen una vez más como víctimas a las mujeres.
"Esta lucha nos involucra a todas las mujeres. En nuestro caso estamos en contra la prostitución, estamos a favor de su abolición", puntualizaron Maya Dávalos y Milagros Jara, dos estudiantes de 14 y 15 años que acudieron por primera vez a una manifestación del 8M y que se declararon emocionadas. "Nos están mandando, les cuesta entender a la mujer porque creen que está diseñada para cocinar y limpiar, y eso no puede ser", señalaron.
Detrás de su cartel verde, en el que se leía: "Mujer, á(r)mate para la revolución", Jara reivindicó la necesidad de que la mujer mantenga sus reivindicaciones en su día a día. "Los hombres me dicen cosas en la calle, y ni miro, pero siguen haciéndolo y es incomodo estar así. Siento que el acoso es igual a otros años, si es que no ha ido en aumento. Así que la revolución es la lucha", sentenció.
Así se reconoció en el documento consensuado entre decenas de agrupaciones sociales, políticas, culturales, sindicales, colectivos artísticos y movimientos feministas que participaron en la redacción del texto leído al término de la movilización. "La deuda es con nosotras y nosotres porque nuestros cuerpos son les más perjudicades por la desocupación, la feminización de la pobreza, la brecha salarial, el trabajo precario y la falta de accesibilidad. Somos nosotres las y les que más sufrimos el saqueo capitalista a costa de nuestros cuerpos y territorios", decía uno de los párrafos.
Caía el atardecer sobre el Congreso pero el repaso de las reivindicaciones no había terminado. La deuda era también por el reconocimiento del trabajo remunerado y no remunerado; por la falta de reconocimiento de las comunidades indígenas y migrantes; por la necesidad de que el colectivo travesti trans no binarie acceda a la salud integral; por el respeto a la autonomía de los cuerpos; por la necesidad de políticas públicas de contención; por el final de políticas represivas o extractivistas; por la separación de Iglesia y Estado; y por el fin de los ajustes del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Porque feminismo es revolución, y las nuevas generaciones, junto al resto de las mujeres, así lo evidenciaron en Buenos Aires.
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