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BRISTOL.- La Unión Europea siempre ha sido un tema polémico en Reino Unido. Ahora, con el referéndum sobre la permanencia en la UE, el debate y las campañas no sólo se producen entre los diferentes partidos sino en sus propias filas. El baile de cifras y promesas pretende convencer al país que inventó el término euroescepticismo.
El referéndum, que se debe celebrar antes de que finalice 2017, aunque no se descarta que sea en 2016, es uno de los puntos clave del programa con el que David Cameron consiguió la victoria electoral. El ascenso del UKIP, partido de ultraderecha, antiinmigración y antieuropeísta que ganó los comicios europeos, ha justificado que los Conservadores escuchen a su ala más nacionalista y se tomen en serio la opción de Brexit, el juego de palabras con el que se denomina la salida de la UE.
La ministra del Interior, Theresa May, afirmó que “el número de inmigrantes de Europa es insostenible y las reglas deben cambiar”. Para el posible futuro líder del partido, Boris Johnson, el control de la inmigración “debería depender de este país y nuestro Parlamento, no de Jean-Claude Juncker [presidente de la Comisión Europea]”. Aunque los estudios estatales no siempre respaldan las voces de alarma, Cameron, que esta semana detallará las demandas que hará a la UE, se ha sumado al discurso que tan bien funciona a la extrema derecha y ha afirmado que acabará con el “turismo de ayudas sociales”.
No hay mucha diferencia entre el número de partidarios de permanecer o abandonar la UE. El último sondeo de YouGov muestra que el 40% de ciudadanos británicos está a favor de salir de la UE; un 38% prefiere quedarse y un 16% está indeciso. El Sí o el No a Europa de muchos no es incondicional, sino que depende de lo que el primer ministro consiga en las actuales negociaciones con Bruselas. Algunas de las reivindicaciones del Gobierno británico cruzan líneas rojas defendidas por la UE: controlar la entrada de inmigrantes comunitarios y su acceso a ayudas estatales.
Las relaciones entre Reino Unido y la UE han sido “bastante tormentosas”, explica Araceli Mangas, catedrática y jurista especializada en Derecho Internacional y Europeo. En los cinco primeros años tras su adhesión en 1973, Reino Unido renegoció su membresía y refrendó la decisión laborista. En 1984, “Margaret Thatcher reclamó la renegociación del 'cheque británico' con un discurso duro con la UE que sembró las semillas del euroescepticismo en su país”, apunta el experto del Real Instituto Elcano, Andrés Ortega. Mangas señala asimismo las frecuentes reticencias británicas. “En el Tratado de Ámsterdam lograron zafarse de la plena libre circulación de personas ─cuando se comunitarizó el convenio de Schengen─ y por tanto de las normas de asilo”, señala. “Siempre creando problemas singulares. Como un Caballo de Troya”.
Hasta no finalizar las negociaciones, Cameron no anunciará oficialmente su postura, pero se da por hecho que apoyará la permanencia. Ha mandado un par de avisos: habrá sólo un referéndum y que una relación a medio camino, al estilo noruego, no funcionaría. El grupo de tories euroescépticos Conservatives for Britain asegura que hay 100 diputados pendientes por confirmar su apoyo, que dependerá de lo que su líder traiga de vuelta a casa.
Las campañas del 'Brexit' y el 'no' de la izquierda
Las ventajas que apunta este grupo son un mayor control sobre sus recursos y sus políticas, además de mejores oportunidades comerciales con países como Estados Unidos, India o China. Critican la pérdida de soberanía, el ya mencionado control de fronteras y el excesivo coste de la Unión.
Dentro de la derecha, el UKIP es un entusiasta detractor de la Unión Europea. Su líder, Nigel Farage, lleva su propia gira (Say no to Europe) y relega los intereses del partido a un segundo plano: “Es absolutamente esencial ganar el referéndum, es ahí donde todas nuestras fuerzas deben concentrarse”. El partido está incluido dentro de la plataforma Leave.Eu, aunque su único diputado respalda la campaña Vote Leave.
Esta última iniciativa Vote Leave es la más respaldada por los rupturistas. “Terminemos con la supremacía legislativa de la UE. Recuperemos el control. Detengamos el envío de 350 millones de libras cada semana a Bruselas e invirtámoslos en nuestras prioridades”, proclaman. Miembros de los Tories, Laboristas y UKIP les respaldan, además de empresarios como el cofundador de Reebok, Joe Foster. Comparte con el partido de extrema derecha su principal donante, Struart Wheeler. Su primer resbalón ha sido que su líder Domminic Cummings admitiera que el abandono de la UE ocasionaría la pérdida de empleos y que “a corto plazo, seguramente habría problemas en ciertas áreas”, como agricultura.
“En 1975, la sociedad votó 'sí' a un acuerdo de libre comercio con Europa. No por unos Estados Unidos de Europa”, proclaman por su parte los partidarios de la campaña Leave.eu. Tienen el apoyo de algunos conservadores, del diputado del UKIP y de un reducido grupo de diputados laboristas, Labour for Britain. Entre sus mecenas destacan un donante del partido de extrema derecha, Arron Banks, y el millonario Richard Tice, presidente de Global Britain Business Group.
Por su parte, sin los argumentos xenófobos y neoliberales de la derecha, intelectuales como Owen Jones o George Monbiot abogan por la salida. “Todo lo bueno de la Unión está en retroceso; todo lo malo se está expandiendo”, escribe Monbiot. Frente al término Brexit, ellos prefieren la expresión Lexit, un juego de palabras entre left y exit. Estos autores son muy críticos con el régimen de austeridad, el déficit democrático de Bruselas, el trato a Grecia y el TTIP. Jones, el reconocido autor del ensayo Chavs, escribe en The Guardian que la campaña “podría ayudar a que la izquierda vuelva a conectar con las comunidades de la clase trabajadora con las que perdió contacto hace mucho tiempo”.
Las campañas del 'sí'
Muchas voces que abogan por la permanencia en la UE se aglutinan en la campaña Britain Stronger in Europe (Reino Unido más fuerte en Europa). Su mensaje es claro: la salida de la Unión dañaría su status a nivel mundial. Al frente está el empresario Stuart Rose, antiguo presidente de Marks & Spencer, con el apoyo de diputados de las principales formaciones y figuras como Tony Blair, Gordon Brown, el ex líder sindical Brendan Barber y la diputada del Partido verde Caroline Lucas. Sin ser euroentusiasta, se presenta como la opción más pragmática: “Por supuesto que la UE no es perfecta, pero dejar Europa pondría en riesgo nuestra prosperidad, amenazaría nuestra seguridad y disminuiría nuestra influencia en el mundo”.
A nivel económico “la salida costaría tres millones de empleos”, concluye el estudio de la Confederation of British Industry. Según el influyente grupo empresarial, una de cada diez libras ingresadas en el país es fruto de las relaciones comerciales con Europa (más de 250 mil millones de euros anuales). “La UE ha favorecido la apertura de la economía británica, facilitando su dinamismo y, a la vez, creando algunos retos que afectan a la estabilidad monetaria y financiera”, declaró el gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, en un guiño a la negociaciones que Cameron tiene con la UE.
La política exterior y de seguridad común “se vería también socavada”, pronostica Andrés Ortega, del Real Instituto Elcano. La salida implicaría la renegociación de todos los acuerdos de Interior y Justicia con el resto de miembros del bloque comnutario. “Si fuera un villano y escapara de la justicia, viviría en Reino Unido”, afirmó el ex jefe de la Asociación de Policía británica, Hugh Orde.
El debilitamiento sería mutuo. “La UE perdería al Estado con el mejor ejército, máxima determinación y nuestra posibilidad de cara a una futura defensa común quedaría descartada. Además es una economía saneada y un Estado con inmejorables relaciones exteriores y el de mayor influencia internacional de la UE. Nos debilitaría en el siglo de Asia”, predice la catedrática Mangas.
Los laboristas, para marcar distancias con el empresariado, presentarán su propia campaña. Jeremy Corbyn, quien votó No en el referéndum de 1975, no descartaba posicionarse en contra pero, presionado por su equipo, apoyará la permanencia en la UE. A mediados de noviembre, según confirma el partido a Público, lanzará su campaña oficial. Según el profesor de la Universidad Queen Mary de Londres, Tim Bale, la opinión crítica de Corbyn “podría implicar que más partidarios laboristas se sientan capaces de apoyar la salida”.
Otros lobbies como European Movement o British Influence y partidos como el de los liberal demócratas tienen su propia campaña, pero coinciden en lo esencial. Formaciones nacionalistas como el SPN escocés o el galés Plaid Cymru apoyan la permanencia, aunque una salida justificaría un referéndum de independencia.
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