MADRID
Actualizado:"Hacer la paz es más difícil que hacer la guerra". El premio Nobel de la Paz colombiano, Juan Manuel Santos, lo tiene clarísimo porque le ha tocado hacer las dos cosas. Primero hizo la guerra, nada más y nada menos que como ministro de Defensa durante el Gobierno derechista y guerrista de Álvaro Uribe (2002-2010); y después hizo la paz, ya como presidente de Colombia (2010-2018), cuando quiso revertir la historia de su país (y de paso ser protagonista de esa historia con mayúsculas). Así inició un diálogo con las FARC, la guerrilla más grande y antigua de América, y tras cuatro años de conversaciones, en 2016, firmó la paz. Y así también comenzó una gran batalla entre los expresidentes Uribe (defensor de la guerra) y Santos (defensor de la paz).
Este mes de noviembre se han cumplido cinco años de ese acuerdo final, y escribo "final" porque hubo un pacto previo en septiembre de aquel año pero que los colombianos lo tumbaron mayoritariamente con un "NO" en un referéndum, alentados por el discurso violento y contradictorio de Uribe. El documento volvió a la mesa de discusión para llegar a un acuerdo final que debe implementarse a lo largo de 15 años. Ya llevamos cinco.
"Un sector vinculado al latifundio y la corrupción se propuso hacerlo trizas", remarca sobre los intentos de hundir el acuerdo el exjefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Rodrigo Londoño, conocido como Timochenko, al propio Santos, a quien amablemente le dice: "Gracias, presidente, por no bajarse de la canoa de la paz".
En la historia tolstoiana de esta guerra y paz a la colombiana, Timochenko recuerda ante el auditorio que el quinto aniversario de la firma de los acuerdos lo celebraron ambos tomando una cerveza artesanal producida por excombatientes de la FARC. Esto, agrega, se interpretó por media Colombia como un gesto de reconciliación y avance hacia una paz duradera, pero la otra media Colombia lo consideró una traición. Esa polarización ha marcado el Gobierno de Iván Duque desde que sustituyó a Santos en 2018.
Santos y Timochenko han participado en Madrid este lunes en un evento celebrado en la Universidad Carlos III y organizado por el Ministerio de Asuntos Sociales y Agenda 2030. Ambos, arropados por Rodríguez Zapatero y la ministra Ione Belarra, han reconocido que construir la paz no es tarea fácil por múltiples razones y otras tantas paradojas. Santos representa a lo más granado de la oligarquía bogotana, Timochenko vivió siempre en el monte, aprendió a hacer la guerra imbuido por una ideología marxista. El exlíder guerrillero, ahora vestido con traje y camisa, deja claro que, pese a todas las complejidades, no hay vuelta atrás: la paz es irreversible.
Colombia es compleja por donde se mire, hasta el punto que quien organizó y gestionó la guerra en nombre de Uribe luego se convirtió en hombre de paz; compleja porque ha acumulado 50 años de conflicto armado continuado y prácticamente todos los colombianos que están vivos no han conocido un minuto de paz; porque la violencia se desata con tanta facilidad que la paz siempre está en la cuerda floja. Colombia es compleja porque a pesar de todo tiene un sistema institucional robusto, una constitución progresista y mucho talento; es compleja porque lo que hoy es blanco mañana es negro (a las pruebas me remito con la batalla Uribe versus Santos) y porque pueden sentarse en la misma mesa, y así ha ocurrido en Madrid, Santos, Timochenko y Rodríguez Zapatero para conversar, hacer balance de lo ganado y lo perdido, y sobre todo ver cómo se puede seguir avanzando en medio de las dificultades.
Balance agridulce
¿Y cómo puede ser irreversible una paz empañada por el asesinato de 300 guerrilleros desmovilizados y de otros 1.200 líderes sociales que sólo buscan implementar los acuerdos de paz? "El balance es agridulce", se responde a sí mismo, con una sinceridad abrumadora, el expresidente Santos, al recordar que, según la experiencia internacional, "el 50% de los acuerdos de paz fracasan en los primeros cinco años". Que el pacto colombiano haya sobrevivido en medio de la hostilidad del actual gobierno de Iván Duque (heredero y delfín político de Uribe), así como de la violencia y los asesinatos de quienes defienden el proceso de paz, se suma a que "el 90% de los combatientes siguen en el proceso", teniendo en cuenta, según relata el Nobel de la Paz, que "en la mayoría de los casos vuelven a las armas".
Los éxitos de este proceso se reflejan en la desmovilización y el desarme (todos los guerrilleros entregaron las armas) y este es un dato excelente si se compara con procesos similares en otros países. Un aspecto que merece la pena celebrar en este quinto aniversario es el marco jurídico que salió de los acuerdos y su engranaje, ya que no ha podido terminar con él ni siquiera el uribismo debido a que se ha anclado en leyes y normas. A fecha de hoy, recuerda Santos, se ha llevado a cabo una "tarea titánica" al haberse celebrado 13.000 comparecencias y haber abierto siete macro juicios. Se trata de la mejor señal de que la justicia transicional contemplada en los acuerdos de 2016 funciona, un hecho que Santos califica como "inédito".
"Nos dimos 15 años y llevamos cinco con un 30% de los acuerdos implementados. Vamos bien en algunas cosas y mal en otras", advierte Santos, al poner sobre la mesa que podría ser la próxima generación de colombianos la que viva una sociedad reconciliada y en paz real.
Así fueron las FARC en busca de la paz
Timochenko habla claro, conciso, no es hombre de muchas palabras. En su intervención es tan conciso y contundente que Rodríguez Zapatero le reconoce haberse quedado con ganas de escuchar mas, especialmente en lo relativo a qué fue lo que llevo a las FARC a decidir sentarse a negociar siendo entonces la guerrilla más antigua de América, además no estaba acabada del todo, aunque sí muy golpeada. El exlíder guerrillero y ahora congresista por el partido Comunes apuntó a varias causas, entre ellas reconoció que la escalada militar no era buena para nadie y ademas se había comenzado a deslegitimar la lucha popular. El exdirigente guerrillero reconoce que las FARC, que llegaron a tener en sus mejores tiempos de lucha hasta 30.000 hombres armados, querían dar un salto y participar en la vida política, con una forma de lucha sin violencia.
"Hemos cumplido y seguiremos cumpliendo", matiza Rodrigo Londoño, como ahora le llaman sus compañeros políticos, pese a que recuerdan cómo ven morir asesinados a sus compañeros. "Nada consigue desanimarnos", prosigue, para detallar que hay asuntos que les incomodan como que estén 227 combatientes encarcelados y que otro líder guerrillero histórico, Ricardo Palmera (alias Simon Trinidad), también siga en una prisión de Estados Unidos después de que Uribe lo extraditara a ese país cuando gobernaba.
"Camarada Enrique Santiago"
"Gracias Enrique Santiago, el fontanero del proceso". Con esta frase comienza Rodríguez Zapatero su intervención al referirse al secretario general del Partido Comunista de España (PCE) y secretario de Estado de la Agencia 2030, quien recibe el saludo sentado en la primera fila del auditorio.
Ni siquiera ocupa un espacio en la mesa principal, pese a ser el hombre que ha organizado este encuentro en Madrid, quien con toda seguridad tiene el respeto de todas las partes involucradas en el proceso. Anteriormente, el expresidente Santos le había reconocido, ante el auditorio, con un gesto tan amable como emocionante su papel en la consecución de la paz colombiana. Y es que el papel de Santiago fue tan relevante en este proceso que podría no haberse conseguido sin él, simplemente porque asesoró a las FARC y discutió a la vez con el Gobierno del entonces presidente Santos una de las partes fundamentales del acuerdo: la paz transicional, es decir, la llamada Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), el marco para hacer justicia tras 50 años de un conflicto armado que había dejado casi 300.000 muertos y nueve millones de víctimas.
"El Gobierno de España debió haber estado en el proceso de paz de Colombia desde el inicio, pero tuvimos a Enrique Santiago", insiste Rodríguez Zapatero sin mencionar de forma explícita (para no levantar ampollas) que cuando se puso en marcha la negociación en Cuba (2012-2016) gobernaba en España Mariano Rajoy, quien no vio con buenos ojos hablar con grupos armados.
Timochenko lo resumió en una frase, que inevitablemente provocó un aplauso del público, cuando inició saludos y agradecimientos: "Camarada Enrique Santiago". Inmediatamente después, sentado en un extremo de la mesa, viró su mirada hacia sus compañeros de tertulia y les espetó: "saludando a la izquierda, como siempre".
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