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“¿Puede alguien decirme quién es Jeremy Corbyn?”. La pregunta la hace el propio líder del Partido Laborista en un vídeo de campaña en el que lee en voz alta comentarios que usuarios anónimos han hecho sobre él en Twitter y a los que Corbyn contesta más o menos de forma espontánea. Para éste mensaje en cuestión su respuesta es rotunda: “El próximo primer ministro”, dice sonriente justo antes de chocar los cinco con alguien fuera de cámara.
Sin embargo, a sólo unas horas de que se celebren las elecciones, y después de cinco semanas de campaña, ni una sola encuesta da como vencedor de los comicios al Partido Laborista. No lo hace ahora como tampoco lo ha hecho antes; todas insisten en que la victoria será para el Partido Conservador de Boris Johnson.
Sí es cierto es que Corbyn tiene motivos para mostrarse contento: la distancia que le separa de Johnson es cada vez menor y la proporción de británicos que tienen una opinión favorable sobre él es mayor que nunca; ha crecido cuatro puntos en la última semana: del 22% al 26%.
Pero… ¿Es esto suficiente para verse en Downing Street? Atendiendo a las previsiones, una victoria electoral de los laboristas sería una sorpresa mayúscula incluso para él. Pero sí hay algo que Corbyn puede lograr: evitar una mayoría absoluta de los conservadores que le daría a Johnson carta blanca para, entre otras cosas, hacer realidad el brexit antes del 31 de enero.
Una campaña en positivo
El líder de los laboristas nunca ha sido lo que se dice un político muy popular; incluso Theresa May sigue por delante de él en ese ranking. Al grueso de los británicos les cuesta empatizar con él como sí lo hacen con el dicharachero Johnson, que durante la campaña se ha metido en la piel de pescaderos, pasteleros y todo tipo de obreros; delantal y gorro de trabajo mediante si es necesario.
No, a sus 70 años Corbyn no es de esos. Pero estaba obligado a exponerse y no se ha escondido. Y aunque las encuestas nunca han estado de su lado, no ha hecho una campaña de mínimos. Ha acudido a los debates televisivos -y ha resuelto bien los cara a cara con Johnson-, ha concedido todas las entrevistas de rigor, se ha reunido con ciudadanos, ha dado mítines en plena calle y sus redes sociales son un constante bombardeo de mensajes; tantos que hacen muy difícil seguirlas. Sí, Corbyn ha hecho los deberes hasta donde le ha sido posible. Y a ratos incluso con nota.
Su ambigüedad sobre el brexit le debilita
El brexit sigue siendo un tema recurrente con el que sacar los colores a Corbyn y eso juega en su contra. Ha prometido que si gana las elecciones alcanzará un nuevo acuerdo con Bruselas y lo someterá a un segundo referéndum frente a la opción de permanecer en la UE. Pero sigue siendo una incógnita cuál de las dos posturas defiende y defenderá llegado el caso. Y eso le debilita frente a un Johnson que en este asunto tiene las ideas muy claras y se muestra rotundo. No es poca cosa teniendo en cuenta que el brexit será, según las encuestas, el segundo tema más determinante para los británicos a la hora de decidir su voto.
Un golpe de efecto que podría ser determinante
A su favor, que el número uno en esa lista es el futuro del Servicio Nacional de Salud (NHS) en crisis desde hace años. Ambos líderes lo saben y han prometido acabar con ella, pero que los conservadores lleven casi una década en el poder no da mucha credibilidad a Johnson y sí podría hacerlo en el caso de Corbyn. Los hay que ven en ello motivo suficiente para la ‘hora de un cambio real’, que es lo que prometen los laboristas con su eslogan. Más aún después de ese tremendo golpe de efecto: cuando mostraron un documento que dejaba en evidencia las negociaciones entre el gobierno conservador y la administración Trump para vender el NHS a empresas estadounidenses toda vez que, victoria de Johnson mediante, Reino Unido abandone la UE.
Grandes propuestas… y grandes apoyos
Pero la campaña de Corbyn no sólo ha tenido un gran golpe de efecto sino dos. Ha prometido que construirá “una Gran Bretaña que funcione para todos y no para unos pocos” con un ‘manifiesto para la esperanza’ -el más radical presentado por la izquierda- que expone su plan de nacionalizar empresas, subir impuestos a los más ricos y poderosos, reformas sociales, educativas… Un programa que pasa también por medidas acordes a la emergencia climática o más presupuesto para las artes, y que le ha hecho ganarse el respaldo público de decenas de personalidades desde los escritores Noam Chomsky y Naomi Klein al cineasta Ken Loach o las músicas Lily Allen -que se grabó llorando al leer el manifiesto- y Emili Sandé, que le ha cedido uno de sus temas para la campaña.
Otro apoyo determinante de cara a la jornada electoral es el de los jóvenes, mayoritariamente contrarios al brexit. Y Corbyn parece tenerlos de su lado. De hecho, las encuestas, dicen que el de los millennials es el grupo de edad que más le respalda, con un 33%. Pero, ¿qué pasará el viernes si no eso no es suficiente?
Su futuro más allá del jueves, una incógnita
¿Debería dimitir Jeremy Corbyn si no gana las elecciones el jueves? ¿Debería dimitir simplemente si obtiene un mal resultado? A esta hora todas las preguntas sobre el futuro del líder laborista están en el aire y por cada respuesta positiva a cada una de ellas no resulta difícil encontrar otra en contra.
Lo cierto es que la figura de Jeremy Corbyn está ligada a la palabra ‘dimisión’ casi desde que llegó al cargo hace cuatro años y medio y no es un secreto que dentro de sus propias filas no todos están de su lado.
Estos días los laboristas oscilan entre quienes consideran que lo más adecuado en caso de derrota sería que se mantuviera al frente del partido y abriera un “período de reflexión” y los que creen que debería renunciar al cargo inmediatamente. De hecho, algunas fuentes apuntan a que los más veteranos del partido ya habrían puesto nombre a quién sería su sucesor en ese caso, al menos de forma interina: el canciller en la sombra, John McDonnell.
De momento, McDonnell no quiere hablar de ello y Corbyn ha rechazado responder a la pregunta sobre qué será de él el viernes si vuelve a encajar una derrota electoral que sería ya la segunda en apenas dos años y medio.
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