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En esa extraña relación de amor y odio que mantienen los ecuatorianos con Rafael Correa, el rechazo que genera la figura del exmandatario ha pesado más que la admiración que todavía despierta en un sector de la población. Un candidato casi desconocido hace unos meses, el joven empresario liberal Daniel Noboa, se ha impuesto en la segunda vuelta de las elecciones celebradas este domingo a la heredera del correísmo, la progresista Luisa González (52,1%-47,9%). Al presidente más joven de la historia de Ecuador le aguarda un país en llamas, sumido en una ola de violencia sin precedentes y una profunda crisis económica.
"Esto era un proyecto político improbable cuyo fin era devolverle la sonrisa, la paz, a un país", declaró Noboa nada más conocer su victoria. Se desvanece así el sueño de Correa (que gobernó el país entre 2007 y 2017 y hoy vive exiliado en Bélgica, condenado en ausencia a ocho años de prisión por cohecho) de que su proyecto político recupere el poder. Pese a la violencia que sufre el país, la jornada electoral se desarrolló sin incidentes graves y con una participación del 82%, un nivel similar al de otros comicios (el voto es obligatorio en Ecuador).
Lo ocurrido este domingo en Ecuador se asemeja a lo que sucedió en 2021, cuando Andrés Arauz, candidato de la Revolución Ciudadana de Correa, ganó en primera vuelta pero cayó ante el exbanquero Guillermo Lasso en el balotaje. A este correísmo sin Correa al frente le cuesta alcanzar el umbral del 50%. La izquierda retiene una porción de la tarta electoral significativa, que le ha permitido hacerse con las principales alcaldías y prefecturas en las elecciones regionales del pasado febrero (en las que no hay segunda vuelta), pero insuficiente para alcanzar la presidencia.
Nadie contaba con Daniel Noboa (Miami, 1987), diputado raso en la última legislatura e hijo del multimillonario Álvaro Noboa, hasta que un episodio sangriento marcó la campaña durante la primera vuelta. El 9 de agosto caía asesinado en Quito Fernando Villavicencio, el candidato con más probabilidades de batirse en un segundo round electoral con González. Con un discurso de "mano dura" contra el narcotráfico, Villavicencio murió acribillado a balazos por sicarios del crimen organizado.
El magnicidio de Villavicencio provocó una recomposición en las filas de la derecha. Ahí emergió la figura de Noboa como revulsivo. Con recursos económicos inagotables gracias a la fortuna de su padre, el candidato de la coalición Acción Democrática Nacional (ADN) logró ensombrecer al resto de aspirantes anticorreístas y pasar a la segunda vuelta el 20 de agosto con el 23% de los votos (frente al 33% de González y su Revolución Ciudadana).
Si en 2021 el anticorreísmo ganó las elecciones con un exbanquero como ariete electoral, en esta ocasión le ha tocado el turno al heredero de un imperio empresarial. Álvaro Noboa, el padre de Daniel, es amo y señor de un vasto y diversificado holding sustentado en la industria bananera. El conflicto de intereses por los negocios familiares del nuevo mandatario está servido. A Noboa padre (acusado de explotación laboral y fraude fiscal) le falta una estrella en su exitoso currículum: el sillón del palacio presidencial de Carondelet.
Hasta cinco veces se presentó a las elecciones y otras tantas salió escaldado, una de ellas frente a Correa. Fue en 2006, en pleno auge de la "marea rosa" que predominaba en América Latina y a la que se sumó un joven economista que encandiló a los ecuatorianos con su carisma y su agenda de transformación social. Correa derrotó a Noboa en segunda vuelta después de que el empresario fuera el más votado en la primera. La venganza política (familiar en este caso) se sirve fría casi dos décadas después.
Daniel Noboa probablemente no sería hoy presidente electo de Ecuador si no fuera por su linaje. Graduado en Administración de Empresas en Estados Unidos, donde ha forjado su carrera académica, ocupaba los últimos lugares en las encuestas hasta el asesinato de Villavicencio. Una buena performance en el último debate electoral le permitió ascender puestos y presentarse a sí mismo como la "renovación". En realidad, sus propuestas no difieren mucho de las políticas neoliberales instaladas por sus predecesores, Lasso y Lenín Moreno (quien fuera vicepresidente de Correa y más tarde su más feroz adversario).
Mandato reducido
El próximo presidente ecuatoriano sólo gobernará hasta mayo de 2025, fecha en que debía concluir el mandato de Lasso. El exbanquero derechista disolvió el Parlamento en mayo y convocó a elecciones para evitar una moción de censura en su contra por corrupción. Activó la denominada "muerte cruzada", prodigiosa expresión que remite a un mecanismo constitucional con aire de western en el que mueren (políticamente) todos: legisladores y presidente.
A Noboa le espera un año y medio complicado. Los carteles mexicanos y colombianos se han instalado en el país y han permeado las estructuras del Estado. Asociados con las pandillas locales, han convertido a Ecuador en pocos años en uno de los países más violentos de Latinoamérica, con una tasa de homicidios que este año rozará las 40 muertes por 100.000 habitantes.
Las promesas de Noboa de crear una nueva central de inteligencia, desarrollar la cibertecnología y fortalecer el sistema penitenciario serán papel mojado si no van acompañadas de medidas de carácter social. Sin una estrategia decidida contra la pobreza y las desigualdades que han generado seis años de políticas neoliberales, y sin un combate frontal a la corrupción institucional, el narcotráfico seguirá campando a sus anchas. Tampoco la propuesta de bajar los impuestos parece que vaya a ayudar a una economía con un agujero fiscal de 5.000 millones de dólares fiscal y un alto desempleo.
La derecha ecuatoriana y las élites empresariales se han marcado como objetivo impedir a toda costa el regreso de Correa a la esfera pública. Son conscientes de que su inhabilitación para presentarse a unas elecciones presidenciales no sería obstáculo para que ejerciera de líder en la sombra de un gobierno progresista. El lema de Luisa González en la primera vuelta era toda una declaración de principios: "Ya lo hicimos y lo volveremos a hacer". Se refería a los avances sociales impulsados por Correa en una etapa añorada por ese tercio de la población (el voto duro del correísmo) que no olvida las bajas tasas de homicidios y la reducción de la pobreza de la denominada "década ganada".
González intentó distanciarse algo de su mentor político en la segunda vuelta para ensanchar su base electoral y presentarse como una candidata con perfil propio: "Quien tomará las decisiones es Luisa González y la decisión final será mía", llegó a decir en una entrevista. Diputada en la pasada legislatura, antiabortista y católica devota en un país con fuertes sentimientos religiosos, tiene en común con Noboa el hecho de haber arrancado la campaña en agosto prácticamente como una desconocida (había ocupado algunos cargos públicos de segunda fila durante el mandato de Correa). Su falta de conexión con la mayoría del electorado le ha pasado factura.
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