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Las consecuencias de la doctrina Bush

Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, la Administración Bush ideó la doctrina de la guerra preventiva

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Las torres gemelas del World Trade Center no sólo sepultaron al venirse abajo a casi 3.000 personas. También convencieron a Bush de que la mejor defensa era el ataque, aunque fuera ciego.

Adujo que Al Qaeda era un problema militar que exigía una solución militar y lanzó su máquina de guerra contra un país mísero y devastado por décadas de guerra: Afganistán, al que acusó de dar cobijo a Osama Bin Laden.

La ‘operación Libertad Duradera' en Afganistán, que empezó el 7 de octubre y concluyó oficialmente el 13 de noviembre, costó la vida a 3.700 civiles afganos, 700 personas más de las que murieron en el World Trade Center.

En los casi diez años que dura esta guerra, unos 13.000 civiles han muerto en acciones bélicas. De ellos, 8.360 perecieron en ofensivas de las tropas estadounidenses, mientras que otros 5.500 murieron en ataques de la insurgencia talibán. El número de civiles muertos a causa de la guerra, de forma directa o indirecta, se eleva a casi 33.000, según datos de la ONU y de organizaciones de derechos humanos internacionales.

La noción de guerra preventiva se oficializó en septiembre de 2002, cuando Bush presentó su Estrategia de Seguridad Nacional, con la que enterró la política de contención y disuasión que había guiado a EEUU desde el final de la II Guerra Mundial.

Ese texto dinamitó los principios del derecho internacional que desde el Tratado de Westfalia (1648) establecía que los estados sólo tienen derecho al uso de la fuerza para defenderse de una agresión. El unilateralismo se convirtió además en el principio rector de la Administración Bush, que advirtió de que EEUU no dudaría en actuar en solitario, si no obtenía el visto bueno de la comunidad internacional para un ataque militar.

La amenaza fue profética: Washington minó la imagen y la influencia de las Naciones Unidas en el mundo al invadir Irak sin contar con su plácet en marzo de 2003. Aunque Washington presentó la doctrina Bush como una necesidad para proteger a su país de los terroristas, algunos analistas consideran que la Casa Blanca utilizó el 11-S como excusa para imponer un nuevo orden internacional de acuerdo con su visión extremadamente conservadora de las relaciones internacionales. De ahí que en el documento se definiera como 'Eje del mal' a tres estados que desafiaban ese orden: Irán, Irak y Corea del Norte.

La invasión de Afganistán impuso el todo vale. Las tropas norteamericanas entraron en Afganistán y detuvieron sin cargos a cientos de musulmanes. Pakistán, aliado de Washington, le entregó a unos 600 sospechosos asegurando que se trataba de miembros de Al Qaeda. Muchos, como el cámara de Al Yazira Sami Al Hajj, enviado a Afganistán por su medio para cubrir la invasión, eran inocentes. Al Hajj fue encarcelado en la base de Bagram, en suelo afgano, y luego pasó más de seis años en Guantánamo.

Cuando el número de supuestos terroristas empezó a crecer, EEUU se planteó trasladarlos a una prisión que debía estar fuera de su territorio para evitar así cualquier posible control de los tribunales estadounidenses. La elegida fue la base naval de la bahía de Guantánamo, en Cuba, donde empezaron a llegar los prisioneros en enero de 2002.

Para no tener que aplicarles la Convención de Ginebra, que obliga a dispensar un trato digno a los prisioneros de guerra, EEUU negó esa condición a los internos de Guantánamo y de otros centros de detención. Se imponía una definición más ambigua. Al final se les bautizó como 'combatientes ilegales o enemigos', un estatus que excluía incluso la posibilidad del habeas corpus (el recurso a una detención ilegal).

En 2002, Condoleezza Rice, la secretaria de Estado de Bush, autorizó verbalmente a la CIA, con el visto bueno de Bush, el uso de técnicas de tortura como la asfixia simulada durante los interrogatorios.

Los black sites eran los centros secretos de detención de la CIA, también fuera del territorio estadounidense, destinados a retener y torturar a los supuestos terroristas.

Lugares como Bagram (Afganistán) y la base naval de la isla de Diego García, e incluso la prisión de Abu Ghraib, en Irak, cumplieron esta función. La CIA también delegó la práctica de la tortura en los servicios secretos de países como Marruecos, Afganistán, Egipto y Jordania, adonde fueron enviados muchos sospechosos.

Este programa se conoció como extraordinary renditions. Años después se ha sabido que muchos presos de Guantánamo y de otras prisones ilegales eran inocentes.

Según un informe de la UE de 2007, la CIA operó 1.245 vuelos en territorio europeo para trasladar a ‘combatientes ilegales' . Esos vuelos, hacia centros secretos de detención en terceros países, despegaron o bien hicieron escala en 14 países europeos, incluida España.

Dos fueron los pretextos que utilizó Bush para invadir Irak en marzo de 2003: el primero, que este país almacenaba armas de destrucción masiva, y el segundo, que Sadam Hussein ayudaba a Al Qaeda. Más de siete años después, no hay rastro de dichas armas y tampoco se ha demostrado vínculo alguno de Sadam (a quien los fundamentalistas consideraban un 'apóstata') con la red terrorista.

Pero la población iraquí ha pagado un alto precio. Según la web Iraq Body Count, unos 100.000 civiles han muerto a causa de la violencia a la que la invasión militar sirvió de catalizador.

Las invasiones de Afganistán e Irak, las muertes de civiles y escándalos como el de las fotos de torturas en Abu Ghraib han contribuido a alimentar la retórica anti occidental de Al Qaeda al mismo tiempo que la imagen de EEUUU se desplomaba en los países musulmanes. Irak y Afganistán se convirtieron en un poderoso reclamo para el reclutamiento de nuevos yihadistas.

La guerra de Irak sirvió además a terroristas en la órbita de Al Qaeda que vivían en Europa para justificar masacres en los países cuyos gobiernos apoyaron a Bush, como las del 11-M de 2004 en Madrid y la del 7-J, al año siguiente, en Londres.

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