'La he visto en sueños”. “En realidad Marta del Castillo no está muerta, simplemente huyó de su casa”. El teléfono habilitado por el empresario anónimo que ofrece un millón de euros por una pista fiable sobre el paradero del cuerpo de la joven sevillana de 17 años, desaparecida en enero de 2009, ha recibido ya más de 1.100 llamadas, la mayoría inútiles. Unas pocas, como las que encabezan este párrafo, son obra de necios o chalados, quién sabe si de bromistas sin escrúpulos.
Cierta vez incluso la familia de un perturbado tuvo que telefonear para aclarar que la llamada que acababan de recibir con una supuesta pista no debía ser tenida en cuenta por ser fruto de la imaginación de un desequilibrado. Sólo una minoría de llamadas, las juzgadas de cierto interés, son remitidas por el abogado cordobés depositario del dinero, Adolfo Jiménez-Castellanos, a la Policía Nacional. “Nos han llegado algunas pistas, que estamos investigando”, dice escuetamente un portavoz del cuerpo. En el entorno de Jiménez-Castellanos, admiten que la llamada esclarecedora que esperaban no ha llegado.
Lo que avivó las esperanzas de la familia de la joven desaparecida cuando se hizo pública la recompensa el 16 de marzo fue que el dinero tentara a alguien del entorno de quienes pueden saber algo sobre lo que ocurrió: Miguel Carcaño, principal sospechoso, acusado de violación y asesinato, el único que permanece en prisión; El Cuco, menor de edad y al que la fiscalía imputará los mismos delitos, y los supuestos encubridores, Francisco Javier Delgado, Samuel Benítez y María García, todos en libertad con cargos.
Sin expectativas
Tal cosa no ha ocurrido. Nadie ha contactado con la policía con un indicio fiable, lo que aviva la sospecha de que “no hay más cera que la que arde”, según expresión de una fuente judicial. Es decir, que las pistas fiables sobre el paradero de la joven ya se han seguido y no han llevado hasta el cuerpo, pero que eran las buenas. La policía siempre ha creído que el cuerpo fue arrojado al río. Ni la búsqueda en el vertedero de Alcalá ni tampoco en la zanja de Camas generaron verdaderas expectativas de éxito.
Aparte de las llamadas de chiflados, también telefonea gente “de buena voluntad”, explica un portavoz de Jiménez-Castellanos. “Han llamado personas que vieron algo a lo que no dieron importancia, pero que ahora creen que puede servir”, cuenta. Hasta ahora, nada ha conducido hasta la joven.
El caso Marta ha sido desde el principio un imán para el espectáculo. Retransmitido paso por paso por las televisiones, tiene todos los ingredientes de una película de terror adolescente: flecos sin resolver, villanos fotogénicos, una víctima angelical... Las televisiones detectaron al vuelo el potencial narrativo del caso, que ha atraído como a moscas a cuantiosos buscadores de protagonismo.
Desde aquel supuesto experto en búsquedas que batió el río con su propio perro, un pastor alemán llamado Sultán que conquistó no pocas páginas de periódico, numerosos personajes estrafalarios han disfrutado de sus 15 minutos de fama.
Irritar a los policías
El resultado ha sido casi siempre irritar a los policías –en un caso ya de por sí bastante irritante para ellos– y causar dolor a la familia. Un ejemplo: José Antonio Casanueva, abuelo de la chica, organizó una búsqueda con unos amigos en una zona de Camas donde una vidente de Murcia aseguró haber sentido la presencia de Marta.
Otros han aprovechado para dar rienda suelta a su crueldad, como los dos timadores detenidos por intentar estafar 4.000 euros al padre de Marta vendiéndole una carta falsa de Samuel Benítez que supuestamente aclaraba los hechos. Las llamadas telefónicas de chanza, burla y ofensa no han cesado de llegar a casa de la familia de Marta, que incluso llevó ante el juez a una mujer de 24 años que realizó llamadas vejatorias. Al final retiraron la denuncia. No les merecía la pena el estrago emocional.
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