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Rajoy se pone el traje de moderado

El Gobierno considera positivo que el debate se traslade al terreno socio-económico 

MARÍA JESÚS GÜEMES

Un nuevo estilo de hacer oposición y una imagen más moderada. Ese fue el papel que representó ayer Mariano Rajoy frente a José Luis Rodríguez Zapatero. El líder del PP dejó aparcado el tema del 11-M, un pesado fardo que cargó sobre Acebes y Zaplana a su salida. Tampoco acusó al presidente del Gobierno de “traicionar a los muertos”, sino que por primera vez mostró su satisfacción por el acuerdo alcanzado en política antiterrorista. Y dejó de utilizar como ariete el Poder Judicial para comprometerse a desbloquear sus órganos y proceder a su renovación en septiembre.

Rajoy ha dejado atrás cuatro años de crispación. Desde la derrota electoral afronta una nueva estrategia. Se deshizo de la vieja guardia, empezó a fichar a mujeres como símbolo de renovación, reconvirtió su discurso insistiendo en que “no renunciaba a sus principios” y empezó a lanzar guiños a sus adversarios: diálogo con todas las fuerzas políticas, consenso sin fisuras tras el atentado de Legutiano, voluntad de acuerdos...

A partir de ahora la economía es su nueva arma arrojadiza. Le ha servido para cargar contra el Gobierno y, al tiempo, le ha permitido presentar su alternativa. Un sistema para ganar nuevos votantes y, de paso, adquirir la categoría de hombre de Estado.

Pero al abandonar su cara más radical Rajoy también se ha granjeado las críticas de un sector de la derecha. Le reprochan que quiera hacer del PP un partido simpático, dudan de su liderazgo, temen el acercamiento a los nacionalistas, le acusan de impulsar un giro táctico de 180 grados, más tras la marcha de María San Gil.

Algunos atribuyen este centrismo a los consejos de su sociólogo Pedro Arriola, al nuevo hombre fuerte del partido Javier Arenas y a un elenco de asesores a los que se les censura que su único interés sea el de ganar las próximas convocatorias electorales dejando a un lado los valores.

Ayer, durante su comparecencia, Rajoy decía que en la reunión se había dado “un paso adelante” y que la vida se hacía a base de “esos pequeños pasos”. Hablaba de sus relaciones institucionales, pero también podía entenderse el mensaje en clave interna. Ha dado una zancada en el congreso de Valencia, pero aún le quedan muchas pruebas de fuego antes de alcanzar 2012.

Fuentes de la Moncloa observan al “nuevo Rajoy” con escepticismo. Aseguran que Zapatero “le toma la palabra”, pero creen que su giro no es convincente para los electores porque mientras el presidente del Gobierno lleva años diciendo lo mismo, el de Rajoy ha sido un cambio tan brusco y desconcertante que “nadie sabe que defenderá mañana”.

En el Ejecutivo socialista, eso sí, muchas voces admiten que han “perdido la batalla inicial de la comunicación” porque se ha instalado la idea de que Zapatero no ha sabido actuar ante la crisis económica.

En todo caso, no se sienten incómodos llevando el debate al terreno socio-económico porque creen que a medio plazo les puede favorecer. La idea de que la izquierda ayuda a los que más sufren y, sobre todo, que la derecha lo único que persigue son recortes es algo extendido. Y la mayoría de las encuestas señalan que los ciudadanos prefieren a los socialistas en Moncloa en tiempos de crisis.

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