El presidente de los obispos enhebró ayer un discurso diferente al que teje habitualmente el sector más reaccionario de la cúpula episcopal.
Era su última intervención ante todos los obispos reunidos. Una despedida y una declaración de intenciones. La ambigüedad que los obispos llaman sutileza, obliga a leer sus discursos entre líneas. El doble fondo se puede esconder debajo de cualquier párrafo.
Por esa razón, Blázquez pidió a los obispos “aprender” de las lecciones de la historia. Las que extrae el presidente de los obispos dibujan una actitud que poco tiene que ver con la cara más habitual de la jerarquía eclesiástica: “La convivencia de todos en las diversidades legítimas, la afirmación de la propia identidad de manera no agresiva sino respetuosa de otras, la colaboración entre todos los ciudadanos para construir la casa común sobre los cimientos de la justicia, de la libertad y de la paz”. Es su modelo, el molde opuesto al del sector ultra que tacha a Blázquez de tibio permanentemente. Esa moderación es su equipaje político, su programa. Los obispos celebran elecciones el próximo mes de marzo para elegir a la nueva cúpula de la Conferencia Episcopal, y la campaña comenzó ayer.
El triángulo ultra
Ricardo Blázquez fue elegido presidente de la Conferencia Episcopal en marzo de 2005. “Yo no lo he buscado, me han pedido este servicio”, fue su primera frase al ser nombrado. El cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, fue el gran derrotado. Líder del sector más politizado y conservador, sus compañeros le dieron la espalda. Llevaba desde marzo de 1999 al frente de la Conferencia Episcopal.
Rouco Varela, el vicepresidente Cañizares y el portavoz Martínez Camino, han formado un triángulo de poder que ha eclipsado el mando de Ricardo Blázquez. No hay candidatos, aún, para las próximas elecciones a presidente de la Conferencia Episcopal, pero ni Rouco ni Cañizares ocultan su ambición.
Próximos al poder del PP y de los movimientos más reaccionarios de la Iglesia, han puesto su organización al servicio de la oposición contra el gobierno del PSOE.
La última demostración sin codificar del enfrentamiento de las dos cúpulas que gobiernan a los obispos ha tenido a la educación como excusa. El vicepresidente de los obispos, Antonio Cañizares, llegó a afirmar que los colegios religiosos que imparten la asignatura Educación para la Ciudadanía están “colaborando con el mal”. El púlpito de la COPE aplaudió su radicalidad e insultó a la patronal de los centros católicos concertados, la FERE. Blázquez salió en su defensa, reclamó libertad para los padres y no apoyó la fracasada campaña de boicot contra la asignatura. Cañizares, se reafirmó un día después en sus declaraciones. El pulso aún continúa.
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