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Hoy es el futuro

Evolución Arsuaga: "No corremos el riesgo de dejar de ser europeos, sino de ser alemanes"

Juan Luis Arsuaga, paleantropólogo y director científico del Museo de la Evolución Humana. / KRZYSZTOF DURAJCZYK
Juan Luis Arsuaga, paleantropólogo y director científico del Museo de la Evolución Humana. / KRZYSZTOF DURAJCZYK (PLANETA)

El paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga (Madrid, 1954) cree que aun está todo por descubrir de los fósiles humanos de Atapuerca, pero también del hombre contemporáneo. Doctor en Biología, catedrático de Paleontología en la Complutense y director científico del Museo de la Evolución Humana, Arsuaga considera que cada día somos más tolerantes, si bien recuerda que venimos del mono... Toma el testigo de Manuela Carmena en Hoy es el futuro, la serie de entrevistas sobre la España que viene. Aunque, en su caso, el autor del libro Vida, la gran historia (Destino) también reflexiona sobre la que fue.

Nos preguntamos qué hacemos en este mundo, cuando en realidad estamos aquí por casualidad. Pero siempre buscando o preguntándonos por la razón de todo.

Es una necesidad. Esas preguntas sirven para lo mismo que para comer. No podemos vivir sin hacérnoslas. Preguntarnos por qué estamos aquí y buscar una explicación a nuestra presencia en el mundo forma parte de nuestra condición humana. Es un problema existencial e inevitable.

Hay gente que se aferra a la religión o a la magia para entender las cosas y otra, a la ciencia, pero ninguna puede esquivar la pregunta.

Cuando el objetivo principal del ser humano era comer, no tenía preocupaciones de tipo trascendental. Sin embargo, en la historia reciente ha sido muy creativo con el estómago vacío. En cambio, para reflexionar sienta bien el estómago lleno, ¿no? O sea, el obrero curraba, mientras Marx o Engels escribían.

El obrero también tenía sus preocupaciones, pero quizás las resolvía en el sindicato o yendo a misa los domingos. Primum vivere deinde philosophari, como decían los filósofos antiguos. Es decir, lo primero es sobrevivir y después ya filosofamos. Aunque en realidad no es verdad, porque podemos pensar y sentir varias cosas al mismo tiempo. No se puede separar la subsistencia física de la mental.

Más que por qué estamos aquí, ¿para qué estamos aquí?

Esa es la pregunta del sentido. Una explicación de nuestra presencia es que alguien nos ha creado con algún propósito, porque si no sería un capricho de ese creador. Si admitimos que somos el producto de una entidad sobrenatural, la siguiente pregunta —a la que las religiones también tienen que responder— sería qué interés tenía en crearnos.

Las religiones primitivas y antiguas son más complejas que las monoteístas, de modo que los conceptos de lo natural y lo sobrenatural están más mezclados.

La ciencia no sustituirá a Dios, según usted, aunque habría que ver si Dios estaría por la labor…

El árbol del bien y el mal... Ya se sabe lo que opinaba Dios de que el hombre comiese la fruta del conocimiento.

¿Es un usted un profeta? Un profeta del regreso al futuro, quiero decir.

Estudiamos el pasado porque es la única forma de saber quiénes somos, pues nos proporciona una identidad y una memoria. Tú le preguntas a alguien quién es y te contesta en términos biográficos. O sea, te cuenta directamente su vida: "Mi padre era… Yo nací en… Mi madre era… Yo estudié en…".

De hecho, un amnésico no tiene respuesta a esa pregunta, porque sin el pasado no sabemos quiénes somos. Y si no sabemos quiénes somos difícilmente podemos plantearnos quiénes queremos ser. 

La ciencia nos enseña que el pasado permite predecir el futuro. El mejor ejemplo es el clima. Para entender su evolución, estudiamos su pasado, lo que nos permite saber qué produce el cambio climático.

¿Caminamos hacia atrás, como un Homo antecessor?

¡Para nada! Caminamos hacia adelante. La evolución biológica —como la cultural o tecnológica— no puede retroceder. Porque lo que se inventa no se puede desinventar, como lo que se descubre no se puede olvidar. Inevitablemente, la evolución es un cambio a partir de lo anterior. Es imposible retroceder porque ya partes de algo. O sea, nunca habrá una vuelta atrás.

¿España tiene cerebro?

Claro que sí. Tiene cerebro y tiene problemas [risas]. Hay pensamiento, reflexión y debate. Podría haber más... y podría hacer las cosas mejor, pero tampoco nos pongamos tremendos. España tiene cerebro como los demás.

El Homo antecessor fue el primer ciudadano comunitario hace 900.000 años. ¿Corremos el riesgo de dejar de ser europeos para volver a ser franceses, italianos o españoles?

No, corremos el riesgo de ser alemanes. De hecho, el peligro no es ser español, sino alemán. Mientras algunos países se preguntan quiénes son, entran en crisis existenciales y se dividen en tribus, ¡los alemanes ahí están! Unidos, más fuertes e invirtiendo más en investigación...

A sus años, ¿ha conocido mejor a nuestros antepasados o al hombre contemporáneo?

Al hombre contemporáneo, porque antes ni conocíamos la existencia de nuestros antepasados y ahora los conocemos por los huesos. Todavía sabemos muy poco de ellos.

El paleoantropólogo de Atapuerca, Juan Luis Arsuaga. / ÁLVARO MUÑOZ GUZMÁN (SINC)
El paleoantropólogo de Atapuerca, Juan Luis Arsuaga. / ÁLVARO MUÑOZ GUZMÁN (SINC)

¿Qué información todavía desconocida esconden los fósiles humanos de Atapuerca?

¡Todo! Hablamos de más de un millón años, por lo que tenemos una visión muy superficial de quiénes fueron. Prácticamente no sabemos nada de ellos.

¿Y qué oculta el hombre actual?

¡Todo!

[Risas]

Los grandes problemas de la biología están sin resolver. Ya no hablo del hombre actual, sino de la propia biología, empezando por el misterio del desarrollo: ¿cómo a partir de los genes se produce un individuo?, ¿cómo se convierte esa información en un proceso?, ¿cómo interaccionan veinte mil genes para producir un resultado así?, ¿cómo funciona el sistema nervioso?

Hasta ahora hemos ido adquiriendo información sobre los elementos de los sistemas, pero nos falta conocimiento sobre los grandes sistemas: ¿cómo funciona la sociedad? La respuesta es muy compleja.

No le he preguntado por la genética, aunque—en estos tiempos de nacionalismos populistas e identitarios— más o menos todos somos iguales, ¿no?

Sí, claro. Los nacionalismos son construcciones basadas en la historia, en movimientos culturales, etcétera. Las identidades se crean, claro. A veces, de forma espontánea y luego se les da forma o se racionalizan. Es todo un proceso...

¿Evolucionamos bien?

En general, sí. Y en particular, tenemos un grave problema. Con grandes dificultades, evolucionamos hacia la tolerancia. Pero cuidado, hay que recordar que venimos del mono, no descendemos de los ángeles.

En ese sentido, hemos ganado en oportunidades y en tolerancia. Porque aquí, hace cien años, las personas que sabían leer y escribir eran una minoría. Y las que iba a la universidad ni te cuento...

Cree que las máquinas no superarán a los humanos, aunque algunos humanos ya se creen unos máquinas.

Las máquinas superan a los humanos porque no nos interesa la inteligencia versátil. Utilizamos máquinas que hacen algo y lo hacen muy bien. Yo, por ejemplo, uso una máquina de topografía que trabaja mucho mejor que yo…

Me refería a que algunos humanos se creen la hostia.

Algunos, sí. Y en muchos sentidos... [risas].

¿Con quién ha chocado más? ¿Algún encontronazo similar al de un cromañón con un neandertal?

Bueno, los cromañones son más retorcidos y los neandertales, menos complejos. Ahora bien, tú puedes ser un genio de la música y un desastre en otros campos. Eso de la complejidad...

A falta de encontronazo, ¿no hay ningún personaje actual que le inquiete?

Pues hay que darles tiempo para ver cómo son… No, no veo a ninguno en particular que me inquiete. En realidad, no soy yo nada maniqueo. Mi pensamiento es más complejo. Las sociedades muy consolidadas y las grandes potencias, como Estados Unidos, funcionan bastante bien solas…

Igual que cada cierto tiempo hay una pandemia, como si se tratase de un fenómeno cíclico, a lo largo de la historia han surgido personajes como Hitler o Stalin…

¡Dios nos libre, porque sería horrible! Ahora disponemos de un arsenal nuclear que permite destruir la tierra y la vida humana unas cuantas veces. Un Hitler en la actualidad significaría el fin de la humanidad.

Juan Luis Arsuaga, catedrático de Paleontología en la Universidad Complutense. / KIKO HUESCA (EFE)
Juan Luis Arsuaga, catedrático de Paleontología en la Universidad Complutense. / KIKO HUESCA (EFE)

¿Prefiere a un cínico a un escéptico?

Los cínicos pueden ser graciosos si son irónicos. Bueno, y el escéptico también: tiene algo de pose, de decadencia, de decadentismo… A mí me gusta la gente con estilo.

Pero el escéptico no le gusta mucho…

Hombre, al escéptico yo no lo pondría a dirigir nada, porque si no cree en nada [risas]. Yo quiero a alguien que esté de ida, porque si está de vuelta, ¿para qué lo quiero? [risas]

"La intolerancia es producto de la ignorancia y del miedo. De ahí surge el conflicto, que se cura con el conocimiento"

El escéptico puede tener un papel estético. Es una actitud que adoptan las personas con los años, y a lo mejor a mí ya me va tocando, ¿no? Si ya no te crees nada, vete a tu casa y dedícate a filosofar, no des el coñazo. Me hace gracia y a la vez me produce indignación quienes dicen que están de vuelta pero al mismo tiempo quieren mandar.

Hacernos mayores —y, en consecuencia, quizás escépticos— no deja de ser una barrera o un freno al progreso, ¿no?

El escéptico está bien para la jubilación. Una vez que no tomas decisiones, puedes adoptar esa pose. Pero mientras estés dirigiendo un periódico, como seas escéptico... Imagínate al jefe: "Bueeeno, yo este tema no lo veo...".

Lo bien que se lo habrán pasado los escépticos durante el bum inmobiliario viendo obras...

Claro. El género del escéptico jubilado… Puedes serlo cuando no tienes responsabilidades, pero piensa en un médico que diga que es escéptico. O en un bombero: "Uy, este fuego yo creo que no tiene arreglo". ¡Menudo peligro! ¡Pues a ver quién apaga el incendio!

¿Quién le ha proporcionado mayores satisfacciones y disgustos?

Nadie, por una sencilla razón: no espero que los seres humanos sean ángeles. La cosa, para no ser ángeles y venir de los peces, está bastante bien, por eso soy optimista. La gente, por ejemplo, critica a los políticos, aunque son gente corriente, como nosotros. Tampoco cuento con que llegue uno y destaque...

A mí es difícil decepcionarme, porque no espero gran cosa. Ni tampoco espero de los demás más de lo que espero de mí.

Aunque es optimista, esa postura es un pelín cínica.

En absoluto. Yo no juzgo a los gobernantes. Hay quien idealiza al prójimo, sin embargo yo creo que todos los seres humanos somos iguales.

¿Qué es lo más bello que conoce?

La naturaleza.

¿Y qué belleza se ha perdido?

Pues la naturaleza. Es, a un tiempo, la belleza y el peligro.

¿Cree que pondremos freno a la emergencia climática?

Está complicado, porque exige renuncias. Es nuestro gran desafío. Un ejemplo tonto: a ver quién no pone el aire acondicionado en verano porque consume mucha energía…

Juan Luis Arsuaga, autor de libro 'Vida, la gran historia' (Destino), entre otras obras. / EFE
Juan Luis Arsuaga, autor de libro 'Vida, la gran historia' (Destino), entre otras obras. / EFE

Está en contra del transhumanismo (movimiento que tiene como objetivo final transformar la condición humana mediante el desarrollo y fabricación de tecnologías que mejoren las capacidades humanas, tanto a nivel físico como intelectual), pero, puestos a pedir, ¿qué rasgo personal mejoraría o le gustaría haber tenido?

Muchos, porque estoy lleno de defectos. Podría tener un buen oído porque tocar el piano sería una maravilla. Soy muy malo para la música. Me habría gustado navegar, esquiar y hacer montañismo durante más tiempo, pero en cambio he hecho otras cosas.

"El coronavirus no va cambiar al ser humano, porque no se aprende a hostias"

No obstante, tenemos que aspirar a ser humanos al modo griego: en la cultura, en la reflexión, en el debate, en la proporción, en la armonía y en la búsqueda de la belleza en todo. Ese es mi ideal.

¿Hay más vida inteligente en el Congreso o en el Santiago Bernabéu?

Los estadios son muy interesantes, porque en el fútbol están las dos mentes del ser humano: la racional y la mágica. Si solo fuéramos racionales, seríamos máquinas. Y si solo tuviésemos un pensamiento irracional, seríamos fanáticos. Lo interesante es la combinación de ambas, porque del lado mágico de nuestra mente surgen el arte y la propia humanidad.

En el Congreso observo mucha irracionalidad, pero me imagino que más allá de los debates que vemos —o que más bien no vemos, y donde se dicen unas cosas muy teatrales— habrá comisiones donde los diputados trabajan.

¿Acabará antes con la Tierra una glaciación, un meteorito o los propios humanos?

Con la Tierra no hay quien acabe. En todo caso, la explosión del sol. Aunque habrá que esperar miles de millones de años...

Ni apocalíptico, ni desintegrado.

De apocalíptico, nada. No hay ninguna razón para el apocalipsis.

Sostiene que hace 300.000 años los hombres de la Sima de los Huesos ya tenían una mente simbólica. Es decir, que podrían practicar rituales, como los funerarios. Desde entonces, nuestro cerebro ha aumentado y ahora cabe en él hasta la bandera española de la plaza de Colón.

Sí, claro [risas]. Bueno, no... España es el país de las banderas. Hay tantas que ya no cabe ninguna más. O igual sí, o igual sí…

¿Cuál es su bandera?

Uhm… La del club de montaña Peñalara.

Nuestra cuna, nuestro hogar, es África. ¿No le resulta curioso que sus actuales habitantes vuelvan a buscar acomodo en Europa, como lo hicieron hace 1.500 millones de años?

Sí, es realmente curioso.

¿Sigue conviviendo algún dinosaurio con el ser humano español?

[Risas] ¿Te refieres al jurásico o al pensamiento muy antiguo?

Más bien a las formas de pensar muy antiguas…

¡Pues no! En realidad, los creacionistas son muy pocos. La gente irracional que niega la evolución es una ínfima minoría.

¿Pero no habrá algún otro tipo de dinosaurio que siga viviendo en la sociedad española actual?

Alguno habrá, alguno habrá… La intolerancia es producto de la ignorancia y del miedo. De ahí surge el conflicto, que se cura con el conocimiento.

Juan Luis Arsuaga, codirector del Proyecto Atapuerca y vicepresidente de la Fundación Atapuerca. / EFE
Juan Luis Arsuaga, codirector del Proyecto Atapuerca y vicepresidente de la Fundación Atapuerca. / EFE

Estudiando el hombre del pasado, ¿qué ha aprendido del hombre del futuro?

He aprendido que la naturaleza del ser humano no va a cambiar.

Sabe de dónde venimos, pero ¿a dónde vamos? Aunque suene a Siniestro Total...

Pues no lo sabemos. Y eso es una gran noticia, porque dependerá de lo que hagamos. No está escrito en ningún sitio.

Siempre dice que seremos iguales: ¿igual de buenos o igual de malos?

Igual de ser capaces de lo bueno y de lo malo.

En una entrevista a Adeline Marcos, de la agencia Sinc, usted comentaba que "la vida no puede ser trabajar toda la semana e ir el sábado al supermercado". Sin duda, un gran titular. Tras el coronavirus, ¿habrá otra vida? ¿Será distinta a la actual? ¿Quizás mejor?

Sospecho que no va a cambiar, porque no creo que las cosas cambien a golpe de tragedia o de catástrofe. Es decir, el coronavirus no va cambiar al ser humano, porque no se aprende a hostias. Lo que tengamos que mejorar será a través de la concienciación y de la comprensión.

Es absurdo pensar que un incendio, un terremoto o una pandemia nos van a descubrir que debemos amar al prójimo o a nuestros hijos. El futuro y el progreso vendrán por el camino del conocimiento y de la educación.

¿Es el momento de la política?

Por supuesto. Siempre lo es.

¿La alta política adolece de raquitismo?

Da la impresión de que ahora no hay grandes líderes, ¿no?

¿Usted es más de coche, de bus, de tren o de avión?

Ahora quedaría fenomenal si dijese que de tren…

De tren.

¡No, no, no! Digo que si respondiese eso quedaría de miedo, ¿no? Sin embargo, normalmente uso el coche, excepto que vaya a París...

¿Le gustaría ignorar que la última parada de ese tren es la muerte?

Desconocer que nos vamos a morir es un regalo envenenado. Ese es el precio que hay que pagar por ser consciente. Los animales no lo saben...

¿Y cómo ha discurrido el viaje?

¡Ah, pues fenomenal! ¡Estupendo!

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