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Actualizado:Para Lucía Velasco, directora del Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad (ONTSI) y experta en transformación digital en el ámbito laboral, es necesario que la tecnología incluya a los colectivos más vulnerables. Y cree que aun estamos a tiempo.
La directora del Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad de la Información (ONTSI), que depende de la secretaria de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, acaba de lanzar un libro entre inquietante y esperanzador, con un sugerente título: ¿Te va a sustituir un algoritmo? (Turner, 2021). Sin embargo, Lucía Velasco es, sobre todo, optimista.
La autora sobrevuela los cambios de la 'revolución digital' de la mano de Luna, un personaje de nombre ficticio pero real como la vida misma. Esta joven y su familia se enfrentan a los retos de la digitalización con más o menos fortuna.
Al tiempo, Velasco sugiere soluciones y vías para que cualquiera pueda enfrentarse a esta nueva realidad, en un libro profundamente documentado y realmente ameno.
En el libro se habla con frecuencia sobre la ansiedad por la tecnología. ¿Es que no estamos preparados (la llamada 'capacitación digital') o es que no funciona bien el diseño de los procesos?
Creo que hay varias cosas que están pasando al mismo tiempo. Por un lado, tenemos unos procesos o unas aplicaciones creadas sin que los potenciales usuarios participen en su diseño, y entonces eso hace que la usabilidad, que la experiencia del usuario, sea bastante incómoda o incluso puede generar rechazo. Por otro lado, tenemos un importante desconocimiento acerca de la vida digital; sentimos que algo está pasando pero nadie nos está dando información real ni nos termina de contar qué pasa. Por ejemplo, tenemos robots en nuestro entorno y parece que, por su culpa, la gente se está quedando sin trabajo en las fábricas. También hay algoritmos que están tomando decisiones sobre nuestras vidas. Y los estamos entrenando sin saberlo. Creo que hay una especie de inquietud porque nuestra vida está completamente atravesada por la tecnología, y eso lo hemos visto especialmente durante la pandemia. Y creo que necesitamos resolver todas estas dudas que generan esta ansiedad.
¿No le parece una paradoja que la inteligencia artificial sirva para 'personalizar' más las interacciones entre humanos y máquinas?
Bueno, es que hay una cierta confusión en la manera con la que nos referimos a lo nuevo, ¿no? Decir que una máquina programada por el ser humano es capaz de personalizar su mensaje es casi un oxímoron. Como cuando se dice que la inteligencia artificial piensa en en español; a ver, la inteligencia artificial "no piensa". Pero ese tipo de paradojas en el lenguaje hacen que nosotros mismos nos encontremos callejones sin salida.
Como ya le han preguntado alguna vez, estamos trabajando 'gratis' para unas pocas multinacionales gigantescas que han sabido engancharnos con sus aplicaciones. Juegos, 'gamificación', aplicaciones, etc. ¿Cuál es su opinión sobre este asunto?
Por un lado estamos vendiendo o regalando nuestros datos a cambio de un correo electrónico, un alojamiento en la nube, por un sistema de videoconferencia gratuito... y todo por acceder a ese tipo de servicios. Quizá no estamos dando el valor que tienen nuestros datos personales. Por otro, estamos dejando una huella en muchos espacios a través de nuestros comportamientos digitales que también se está utilizando para convertirla en productos.
Además, en muchas ocasiones entrenamos a los propios algoritmos como cuando, por ejemplo, para entrar a un sitio web te pide demostrar que eres un humano y te insta a pinchar en las fotos en las que aparece un paso de cebra en un conjunto de nueve imágenes. Todo esto no tiene que ser malo necesariamente, pero sí sería bueno proporcionar al usuario cierta información sobre lo que está haciendo en verdad.
La digitalización hoy en día parece enfocada sobre todo a aumentar la productividad. De repente, todo es digital. Y me da la impresión de que lo que hay detrás es simplemente un ahorro de costes. ¿Cuál es su opinión al respecto?
Las razones por las que se digitaliza son tan variadas como el tipo de personas que toman la decisión de digitalizar su compañía, su organización o su producto. Y hay como grandes categorías. Algunos se lanzan a la digitalización simplemente 'a capón', porque sí, y eso genera muchos problemas tanto para el usuario final como para quien maneja esa imposición. Después tenemos la digitalización "por la vía de la ley", de repente todo tiene que ser trámites online; pero es que es importante que esas tramitaciones primero estén hechas de una manera que no supongan un suplicio.
"Algunas de estas plataformas se ahorran no sólo dinero sino también unos cuantos derechos"
Observamos también la digitalización que intenta ahorrar para ganar margen de beneficio para una empresa. o estamos viendo en el uso de plataformas para contratar, a las que llega muchísima mano de obra y se baja, por tanto, el coste de esa mano de obra. De paso, algunas de estas plataformas se ahorran no sólo dinero sino también unos cuantos derechos por el camino. Es el caso del emprendedor ultramillonario a costa de unas personas trabajadoras sin derechos y con salarios miserables.
Y luego, por supuesto, es necesaria una digitalización humanista que piense las personas, que las acompañe en este proceso y que lo haga para hacernos la vida más fácil, que esa es la que tenemos que primar, que destacar y que intentar que sea la que es la que al final triunfe.
O sea, no alimentar al monstruo de la máquina sino que la máquina trabaje para nosotros...
"No deberíamos poner como casos de éxito los que se basan en inmensas ganancias a costa de otros en precario".
Eso es. No deberíamos poner como paradigmas o grandes casos de éxito aquéllos que se basan en inmensas ganancias para unos pocos a costa de otros muchos en precario. Quisiera incidir en la idea de que, en algunos procesos, se caen derechos por el camino; a menudo las personas están trabajando en condiciones peores, o con menos protección legal que en el pasado. Eso, para mí, es una regresión. No debemos ir hacia atrás nunca. Tenemos que ir hacia adelante y hacia una situación mejor.
Estamos hablando de la revolución más rápida de la historia. Nunca ha habido una revolución que haya cambiado tanto en tan poco tiempo. En el libro aboga usted por más legislación... ¿Cree usted que están bien encaminados los próximos reglamentos europeos sobre el ámbito digital?
Yo soy partidaria de poner orden, y eso en democracia significa regulación. No sólo permite dar seguridad jurídica a los inversores, sino también a las personas. Las normas nos marcan los límites de lo que se puede no se puede hacer y lo que hemos decidido conjuntamente que queremos y hacia dónde queremos ir como sociedad.
A mí me parece que Europa está en un momento espectacular, tomando decisiones de mucho calado, con mucha valentía, en todos los frentes del ámbito digital, desde la inteligencia artificial hasta las grandes plataformas, pasando por los mercados, las criptomonedas y los datos. Creo que se está cubriendo todos los ángulos. Las próximas normativas europeas son para mí un paquete extremadamente ambicioso, en donde se está haciendo con muchísimo trabajo conjunto. Se establecerá un suelo sobre el que construiremos, como bloque europeo, toda una manera de entender la transición digital, la revolución tecnológica y este tiempo que nos está tocando vivir. Seguramente algunas cosas que se queden por el camino, por lo que los Estados miembros de la UE podrán mejorarlo voluntariamente.
Usted habla en su libro de una cierta sensación de perdida de conciencia de clase en el mundo digital, de un individualismo que impide, por ejemplo, un sindicalismo eficaz que sirva de contrapeso frente a las grandes corporaciones...
Bueno, una de las cosas que hace la tecnología es individualizar muchísimo la relación profesional, porque no se comparte un espacio físico, la comunicación es mucho más rápida y se pueden y a veces ni siquiera sabes las condiciones de un contrato para comparar con el resto de trabajadores... de alguna forma desaparece la fuerza colectiva, ese contrapoder que supone la unión de las personas trabajadoras a través de sindicatos que pelean por los derechos.
"En el ámbito digital a veces es complicado saber si se están cumpliendo los derechos laborales más básicos"
Lo que se puede hacer ahí es, en primer lugar, garantizar que se tiene acceso a estos derechos. En el ámbito digital a veces es complicado saber si se están cumpliendo los derechos laborales más básicos. En muchas ocasiones se trata simplemente de garantizar que las personas trabajadoras tengan acceso a representación sindical, que los sindicatos estén en estos espacios, que tengan personas que comprendan la digitalización y la economía digital . Quizá es necesario que los sindicatos incorporen a personas que trabajan en estos ámbitos y que sepan los problemas que tienen los trabajadores "digitales".
¿Se puede hablar de una especie de plan (involuntario pero real) en el que la precariedad y la discriminación se perpetúen? En el libro habla de "algoritmos machistas" porque han sido creados por hombres. Tampoco se ven movimientos que apuesten por la inclusión, más allá de algunos anuncios bienintencionados. Encima, estamos muy vigilados. ¿Echa de menos alguna política que luche contra estas realidades?
Bueno, yo no creo en conspiraciones ni en los grandes planes. Me da la sensación de que simplemente son inercias. Obviamente, la precariedades implica pagar menos y generar más beneficios para unos pocos. Estamos en una lógica de capitalismo salvaje absolutamente impulsado por la tecnología, en el que las personas son consideradas un factor de producción más. En este contexto sí creo que la que la precarización es un elemento de la economía actual. Por otro lado, creo que la perspectiva de género no se está terminando de imponer y además hay un cierto repliegue. Las mujeres estamos hartas de ver solo hombres en paneles hablando de cosas, pero en lugar de ocupar el espacio que nos corresponde en la sociedad parece que ahora genera rechazo y una cierta reacción contraria.
Eso sí, me parece que en la tecnología se está replicando ese concepto de sociedad humana dominada por por hombres. La mujeres en estos campos son menos, tienen más dificultades para escalar a puestos de responsabilidad, y ahí tenemos los testimonios de programadoras que han estado trabajando en Silicon Valley donde son la rareza. Hemos visto cómo han surgido un montón de escándalos sobre acoso machista en las grandes tecnológicas. De hecho, Microsoft compró hace poco una compañía de juegos muy conocida en la que uno de los puntos que más le echaba para atrás a la hora de comprarlo era justamente esa cultura tóxica machista que tenían.
¿Estamos a tiempo de cambiar esas dinámicas y de conseguir que la mujer ocupe el espacio que le corresponde? Parece algo difícil dadas las circunstancias...
Yo creo sinceramente que sí, al igual que se puede incluir en esta dinámica a otros colectivos que son vulnerables. Y creo que la clave es buscar una aproximación más dialogante, ampliar el foco para influir diversas maneras de ver el mundo que son tan necesarias como complementarias. Vamos un poco tarde, de momento no lo hemos conseguido, pero creo que hablo de ello claramente en el libro y, además, hay unas cuantas mujeres también guerreando para que así sea.
¿Es este libro una declaración de intenciones o una hoja de ruta de su cargo como directora del ONTSI?
No, para nada. El observatorio se tiene una misión específica, que es estudiar el impacto de la tecnología en la sociedad. Lo que pasa es que yo, personalmente, llevo especializándome en temas como el futuro del trabajo desde que trabajaba en una ONG en Orcasur (Un barrio de Madrid) y he observado de primera mano cómo no estábamos dando oportunidades a los menores vulnerables o en riesgo de exclusión con empleos de futuro. Es decir, los planes eran enseñarles a ser camareros o cocineros, pero no les capacitábamos para otros trabajos que serán necesarios en un futuro cercano.
Además, creo que en los espacios laborales falta un poco de orientación. Lo ideal sería, por un lado, darle información a la ciudadanía de manera accesible, un poco divulgadora de una realidad que está pasando, y por otro lado dar algunas ideas a gobernantes, empresarios y quien tome las decisiones por si quieren orientarse. Pero mi trabajo en el observatorio va a marcarlo mis superiores y va por otro lado. El libro es, definitivamente, un proyecto personal.
Algo que me llama la atención es que habla en el libro de que en cualquier caso tiene que haber un factor humano en la digitalización; las máquinas aún no improvisan, por ejemplo. Parece que hay esperanza en que esta digitalización se implante como una ayuda en lugar de como un ahorro en costes laborales.
"Creo que ahí está el foco, que no sea una digitalización liderada por el mercado sino sometida a las personas"
El factor humano tiene que ver con la tecnología humanista, la digitalización centrada en la persona. Creo que vamos a ver un cambio de paradigma y creo que ahí está el foco, que no sea una digitalización liderada por el mercado sino sometida a las personas y a lo que nosotros queremos para mejorar nuestra vida, para vivir mejor, para ser más felices, para trabajar menos, para tener menos lesiones en el cuerpo por levantar cajas, camas o lo que sea. Yo creo que con las políticas adecuadas, con el mensaje correcto y con la concienciación colectiva en una materia que en general se desconoce y que nos está llegando un poco impuesta, conseguiremos revertir esta tendencia de ser de alguna manera esclavos de la tecnología. Creo una vez más estamos en un buen momento para conseguirlo y convertir esta revolución en lo que nosotras queremos que sea.
O sea, que la tecnología responda a nuestros intereses... Por último, ¿por qué el título del libro es una interrogación? ¿Qué mensaje quiere transmitir?
No es una pregunta fácil. El mensaje que me gustaría transmitir es que va a haber cambios, que quien diga lo contrario miente, y que tenemos que estar preparadas, podemos hacer que salgan bien, los cambios pueden ser beneficiosos para nosotras, pero que tenemos que tener muy claro lo que va a pasar, cómo va a pasar, y exigir que se controle de una manera que nosotras podamos ser capaces de absorberlo y de incluirlo en nuestras vidas. El cambio tiene que ser gradual y proporcionado, y tenemos recibir el apoyo que necesitamos para hacer esta necesaria transición.
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