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Actualizado:La OPEP ha vuelto a demostrar su capacidad de influencia económica y geopolítica. Quizás ya no sea el cártel determinante que precipitó a la recesión y al shock financiero a la práctica totalidad de las potencias industrializadas en los años setenta. Ni el club del poder emergente que logró mantener en los tres dígitos la cotización del crudo durante los largos meses que sucedieron al tsunami crediticio de 2008. O abastecer el mercado en los años de la doble incursión militar en Irak. Pero continúa teniendo un peso sistémico incuestionable. La última de sus maniobras, casi contra pronóstico, ha sido inyectar 400.000 barriles diarios más desde enero para regar de crudo una parte de la franja que separa la oferta de la demanda global. Más petróleo a costa de menos valor del barril, dicen las más elementales ecuaciones de los analistas del sector.
Aunque, como siempre, las incógnitas son múltiples y, por tanto, su cotización responde a una amplia multiplicidad de factores. Visibles en jornadas como las de la pasada semana, con altas volatilidades y "excesivas" oscilaciones de precios, según los analistas de Commerzbank. Entre otras razones, por unas ínfulas demasiado proclives a una retirada de oferta por parte de la OPEP + como represalia al uso de las reservas estratégicas de EEUU -se alertaba desde ciertas sala de máquinas del mercado-, y otros mercados crudo-dependientes, y por unas correcciones también demasiado exageradas sobre los riesgos asociados a una caída de la demanda; en este caso, por la virulencia de la variante Ómicron en determinadas latitudes y las severas consecuencias que ha asociado a su propagación la OMS.
Una Arabia Saudí satisfecha con un barril a 70 dólares para sufragar la guerra de Yemen, una Rusia que calibra posibles represalias por su cerco militar a Ucrania y un Irán deseoso de bombear más crudo han obrado el cuerdo de la OPEP +
A estos aspectos coyunturales, sobre la oferta y la demanda del mercado del crudo, se suman otros de índole diversa. Entre los geopolíticos que añadir al manto de petróleo estadounidense "en la dimensión que fuera necesaria", según la Casa Blanca, destacan los conflictos de intereses en el seno del cártel. Desde Arabia Saudí, que entre bambalinas admitía preocupación por la renovada crisis sanitaria, mientras reconocía sentirse cómoda con un barril por encima de los 70 dólares que le permite corregir su déficit presupuestario por los gastos militares en Yemen. A Rusia, que afirmaba antes de la reunión de la OPEP + del jueves pasado esperar por más datos cuando, en el fondo, recababa información sobre las presiones reales de EEUU y Europa sobre su cerco militar a Ucrania. Pasando por Irán, cuarto productor, que exige garantías verificables de una posible retirada de sanciones por su programa nuclear tras la salida de la Administración Trump de la Casa Blanca, tal y como acaba de suscribir, a través de una misiva a Financial Times, su negociador jefe, Ali Bagheri, en la que deja la puerta abierta a un bombeo más generoso del que le exigen el actual reparto de cuotas de la OPEP.
La mano tendida de la OPEP desde enero, sellada por el Kremlin, aunque con la advertencia de un cambio de planes inmediato si aparecen desajustes en el nuevo año, airean los contrapesos entre los principales socios del club. Una nueva política de wait and see hasta comprobar, entre otras cuestiones, si la Casa Blanca activa el grifo de sus reservas estratégicas, y su capacidad para lograr que el resto de sus aliados en esta causa abran las espitas de sus inventarios. En medio de advertencias de Washington de que "no se va a reconsiderar" la decisión presidencial.
Una horquilla en torno a los 75 dólares
En Goldman Sachs ven esta maniobra como un balón de oxígeno a una coyuntura global que ya se encuentra demasiado expuesta a vicisitudes de alta enjundia como la obstrucción logística al comercio o las escaladas de los precios de la electricidad a las que se incorporaba desde hace ya varias semanas, la del oro negro. "En un par de semanas se comprobará el impacto" afirma Tariq Zahir, director gerente de Tyche Capital Advisors a Bloomberg, "antes de ver con claridad este doble juego de oferta y demanda". Tras el boom de cotización del Black Friday. El barril WTI, de referencia en EEUU, subió un 2,6%, hasta los 68,3 dólares, nada más conocerse la decisión de la OPEP+, lo que supone para Vandana Hari, fundadora de Vanda Insights en Singapur, "una vuelta a un estadio de inteligencia tras el pánico a un escenario que combinara un barril próximo a los tres dígitos con un agravamiento del Covid-19 por la variante Ómicron". Mientras que el Brent escalaba un 2,9% hasta los 71,7 dólares.
Pero la evolución de los precios del petróleo también depende -y cada vez más- de la batalla a la que se enfrentan la vieja economía y los modelos y estrategias corporativas que aún apuestan por los combustibles fósiles y que arraigan en industrias y empresas y el Acuerdo Verde -Green New Deal- de transición energética, emisiones netas cero en 2050 e inversiones sostenibles. Tal y como alerta, al analizar el mercado del crudo y la repercusión del gas y del petróleo en el recibo de la luz Jeff Currie, estratega de Goldman Sachs desde que estalló la crisis energética al inicio de otoño. "Es la revancha de la vieja economía, de la que surgen aún los clásicos problemas de la economía de producción fósil" y que ya ha logrado reactivar la extracción de carbón en ciertos mercados. O la misma que advertían los expertos del FMI en su cumbre otoñal para aclarar que la inflación -e, incluso el peligro latente de estanflación que apareció entonces- "no había sido un foco de preocupación especial desde la década de los setenta, cuando se produjo otro shock exógeno del petróleo". Y que ha llevado a el banco de inversión de Currie a vaticinar, durante algunas semanas, un barril de tres dígitos a lo largo del primer semestre de 2022.
Las oscilaciones en los precios del gas y del crudo responden a la batalla entre la vieja economía fósil y las nuevas inversiones digitales y verdes hacia la transición energética
En sintonía con el diagnóstico que, a finales de octubre -antes del órdago estratégico de la Casa Blanca- hacía Bank of America, a través de Francisco Blanch, su estratega de materias primas y derivados para Europa, en el que elevaban hasta los 120 dólares el precio del barril en el primer semestre de 2022. El equipo de investigación de mercado del banco llegó a estimar un precio promedio del Brent de entre 75 y 85 dólares por barril y del WTI que oscilaría entre una horquilla de 70 y 82 dólares a lo largo de 2022 y de 2023. Con un matiz de visión estratégica a largo plazo: "Las expectativas de un pico de demanda de petróleo en esta década debido a las presiones del cambio climático ha mantenido los precios del petróleo a largo plazo deprimidos". Sin embargo, si después de la COP26, "no se consigue una senda de descarbonización clara, agresiva o neta cero, es probable que el mundo necesite más crudo del actualmente disponible para satisfacer el crecimiento de la demanda en la década de 2020".
Desde ING, tras el anuncio de la OPEP+ se asegura que el mercado petrolífero volverá a tener superávit productivo en 2022. Dando por hecho una estabilidad en los contratos de futuro. Al menos, mientras persista la amenaza de la Covid-19 y EEUU y sus aliados no enciendan el botón de las reservas estratégicas. Planteamientos que suscribe plenamente el secretario general del Foro Internacional de la Energía, Joseph McMonigle. Un giro interpretativo diametral del análisis privado que, en cualquier caso, y como suele ocurrir, hay que mantener en cuarentena.
EEUU: las mayores reservas estratégicas de 'oro negro'
La decisión de Biden de hacer uso de las reservas de petróleo es un arma de política exterior que la Casa Blanca ha utilizado para combatir la espita con la que el cártel de la OPEP abre o cierra el grifo productivo del oro negro en el mercado. No siempre con resultados efectivos, aunque la mayoría de las ocasiones, con suficiente capacidad de influencia como para devolver los precios con más o menos celeridad, a unos niveles de cierto equilibrio. Pero, ¿desde cuándo dispone el principal mercado del planeta de inventarios estratégicos? Y, sobre todo, ¿cuánto stock ostenta y cómo ejerce de estabilizador de la cotización del barril de crudo? Un breve repaso a su historia ayuda a comprender su peso geopolítico.
1.- Desde la crisis del petróleo de los setenta. La Reserva Estratégica del Petróleo americana se fecundó con el embargo saudí de 1973. Nació con fórceps, aunque con una concepción vital que todavía persiste en la actualidad: dotar a EEUU de una red de seguridad energética. Hasta crear la mayor reserva de emergencia petrolífera del mundo, almacenada a buen recaudo y bajo unas medidas extremas de seguridad en el subsuelo de los miles de kilómetros de costa de soberanía federal en el Golfo de México.
2.- ¿De qué cantidad de crudo dispone la principal potencia mundial? La Casa Blanca tiene sus reservas casi a tope. En concreto, a 12 de noviembre, tenía acumulado 606,1 millones de barriles que equivalen al 85% de los 714 millones de su capacidad máxima de almacenaje. Una cantidad suficiente para sufragar las importaciones de crudo estadounidenses de medio año.
3.- ¿Bajo qué circunstancias pueden los presidentes americanos acudir a estos inventarios? Es mucho más que una prerrogativa del jefe del Estado y del Gobierno. Sólo el inquilino de la Casa Blanca puede, en virtud de la ley de 1975 sobre el uso de las reservas, ordenar su empleo total en caso de "una severa interrupción de la demanda energética" que pueda convertirse en una seria amenaza para la seguridad nacional. La norma específica también estipula que, en retiradas de más de 30 millones de barriles se deben justificar "interrupciones en el flujo doméstico o en la entrada de esta materia prima de manera significativa o de duración continuada".
4.- ¿Cuáles han sido las sustracciones de reservas más recientes? Varios presidentes han hecho uso de este acopio de barriles. Por orden cronológico creciente, George Bush padre las reclamó en 1991 -17 millones de barriles- para atender las necesidades energéticas del Ejército durante la Guerra del Golfo. En 2005, su hijo (11 millones) para sufragar las carencias y los destrozos del Huracán Katrina. En 2011, Barack Obama solicitó 30 millones de barriles como parte del esfuerzo conjunto con otras naciones para atender las disrupciones productivas de Libia tras la primavera árabe en el país mediterráneo. Y en 2017, Donald Trump, a través del Departamento de Energía, autorizó el uso de 5 millones de barriles a las refinerías estadounidenses del Golfo de México en aras de garantizar el suministro energético tras el Huracán Harvey. Todas ellas fueron solicitadas para emergencias temporales, y las capacidades de crudo, reparadas, casi de inmediato, a tenor de las revisiones periódicas que se realizan.
5.- ¿Qué exigencias temporales plantea esta medida? La capacidad máxima de uso del crudo estratégico es de 4,4 millones de barriles diarios, según la website del Departamento de Energía de EEUU, y requiere 13 días para incorporarlos al mercado federal tras la decisión presidencial. Sin embargo, el mero anuncio de su utilización suele tener un efecto inminente sobre el precio del crudo.
6.- ¿Qué otros países poseen reservas estratégicas? China, India, Japón o Corea del Sur entre las naciones asiáticas. Todas ellas, economías consumidoras de crudo que se han adherido a la causa de la Administración Biden. También los socios de la UE manejan un inventario combinado de 825 millones de barriles de emergencia, según datos de Eurostat de junio pasado.
Cinco de los seis últimos presidentes de EEUU han invocado el uso de las reservas estratégicas
7.- ¿Cuál es la coyuntura energética actual de EEUU? El reciente boom productivo de la industria petrolífera estadounidense le ha llevado a ser el principal productor mundial de crudo, aunque es un cartel al que tradicionalmente ha renunciado para acudir al mercado y garantizar el stock de reservas estratégicas. Sobre las que existe también un poderoso lobby opositor al mismo por la elevada capacidad extractiva del país. Pero en los meses recientes su poder productivo se ha estancado, mientras la demanda se ha incrementado y las importaciones mantienen una senda alcista. En ocasiones, se han utilizado para sufragar ajustes presupuestarios o gastos en redes e infraestructuras. Dentro de planes recientes en los que la Casa Blanca ha considerado reducir a la mitad sus reservas estratégicas. A pesar de que el uso periódico de las mismas podría atender necesidades urgentes en caso de desastres naturales, como los huracanes.
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