madrid
Actualizado:El 14 de marzo, tras la declaración del estado de alarma, una gran parte del país tuvo que quedarse en casa para, de esta forma, poder salvar vidas. Era la única forma de parar el virus, no salir más que para comprar e intentar evitar al máximo el contacto entre personas.
Durante los primeros días, incluso semanas, nos acostumbramos a ver cómo un sinfín de rostros conocidos promovían la necesidad de no salir bajo el hashtag #QuedateEnCasa. Pero para que una gran parte de la población se pudiese quedar en casa hubo muchas personas, los trabajadores esenciales, que tuvieron que salir cada día para curarnos, atendernos, proveernos de alimentos y hacer que el país no se parara por completo.
Auxiliares de dependencia, personal sanitario, trabajadoras del hogar, personal de supermercado, transportistas, jornaleros, mensajeros… han sido los trabajadores esenciales durante la pandemia de coronavirus. Sin ellos, la historia de esta complicada situación en nuestro país hubiese sido muy diferente. Todos ellos tienen algo en común aparte de su esencialidad: la precariedad laboral.
Según el último informe de Oxfam Intermon, Esenciales, la precariedad afecta con especial fuerza a quienes durante la pandemia se han revelado como imprescindibles para cuidar y salvar nuestras vidas. Ellos y ellas, los fundamentales, los necesarios, los que permitieron resistir a un país ante un virus totalmente desconocido, no han parado durante toda la pandemia y salen igual que entraron: precarios.
Trabajadores, pero pobres
En España, la precariedad ya era una seña de identidad antes de la llegada del coronavirus. Desde el 2014, el porcentaje de personas que a pesar de tener un empleo vive bajo el umbral de la pobreza está instalado en torno al 13%, creándose una nueva categoría laboral que recibe el nombre de trabajadores pobres, que son aquellos que tienen un trabajo y a su vez no pueden eludir la pobreza.
Además, según un informe de UGT publicado a principios de enero de 2020, cuatro de cada diez personas en España tenían contratos precarios y esta situación se vuelve crítica en el caso de las mujeres y personas de origen extranjero, muchas de ellas realizando labores esenciales durante esta pandemia como es el caso de los cuidados.
En la sanidad, la precariedad también existía antes de la llegada del coronavirus, ya que según el informe de la Comisión Europea sobre el perfil sanitario de España en 2019, uno de cada tres empleos para médicos y enfermeros españoles son temporales.
El sector de las trabajadoras de residencia también era precario antes de la llegada del coronavirus. Estas mujeres —son la mayoría en el sector— llevan años denunciando las condiciones en las que trabajan, la sobrecarga y los bajos salarios que les pagan. Concretamente, el convenio de las gerocultoras tiene un salario base de 997,16 euros mensuales, el salario base de una limpiadora/planchadora es de 903,87 euros mensuales y el de un auxiliar de mantenimiento de 979,68 euros mensuales.
El personal de supermercado, que también han sido fundamental durante los meses de pandemia, tiene salarios que rondan los 1.000/1.200 euros al mes. Una muestra de ello es el caso de una cajera que no podía pagarse un piso y vivía en una habitación con su hija.
La precariedad se ha mantenido durante la pandemia
Durante la pandemia, a la precariedad añadida en estos sectores, se le sumó la escasez de equipos de protección individual (EPI). Todos estos trabajadores tuvieron que enfrentarse a la covid-19 sin tener mucha idea de la enfermedad porque, durante los primeros meses, la información era confusa y, además, cobraban sueldos muy bajos en caso de las auxiliares de residencia, limpiadoras, cajeras… y tenían contratos temporales, como en el caso de muchísimo personal sanitario.
La falta de EPI llevó al personal de residencias a reutilizar y buscar protecciones caseras, como fueron bolsas de basura o chubasqueros. Según un informe de Médicos Sin Fronteras, la falta de equipos de protección y de pruebas de diagnóstico contribuyó a la alta tasa de contagios entre el personal sanitario y sociosanitario y mermó la capacidad de respuesta del sistema ante la epidemia de coronavirus.
🔴 SOS desde residencias de mayores de @ComunidadMadrid. Lxs trabajadorxs piden EPIs xq están atendiendo a lxs más vulnerables al #covid19 con EPIs hechos con bolsas de basura. Denuncian q la Comunidad sigue sin hacer test ni a sintomáticos ni trabajadorxs.#CuarentenaObligatoria pic.twitter.com/j8jY0qoueN
— #404 Comunicación Popular (@404comunicacion) March 20, 2020
De hecho, a finales del mes de noviembre los sanitarios contagiados de coronavirus superaban los 86.000.
Los aplausos se quedaron sordos tras la desescalada
El día 14 de marzo, a las diez de la noche, fue la primera vez que los aplausos de los ciudadanos resonaron por todo el país. Fue la primera vez que muchos vecinos se vieron las caras desde la ventana para apoyar a los sanitarios y a todos los que estaban luchando contra la pandemia.
Sanitarios, personal de supermercado, personal de limpieza, vigilantes de seguridad, farmacéuticos, maestros, taxistas, cuidadoras en residencias, personal de recogida de residuos, autobuseros, personal del metro, carteros, repartidores... Fueron los que tuvieron que seguir durante los meses de encierro. Todos ellos recibieron aplausos, pero esos sonidos no corrigieron la inestabilidad laboral de aquellos trabajadores precarios.
En Público, Paula, una joven cajera explicó en una frase lo que sintió cuando dejó de escuchar los aplausos: "Al principio me animaba la idea de que la sociedad aprendería a dejar el clasismo atrás y de que nosotras seríamos unas trabajadoras más y no las últimas de la fila, pero mes y medio después me doy cuenta de que nada ha cambiado. Al principio de la pandemia nos avasallaron, durante el primer mes nos aplaudieron y ahora volvemos a dar absolutamente igual".
La propuesta de ‘Esenciales y precarios’
Con la miniserie Esenciales y Precarios, en Público se quiere mostrar, a través de varias entregas de informaciones y reportajes durante los próximos días, la complicada situación personal y laboral de los trabajadores esenciales durante todos estos difíciles meses de pandemia, a modo de homenaje y denuncia.
Todo ello, a través de sus propios protagonistas, que cuentan la precariedad económica que sufren y la inestabilidad laboral en la que viven. Profesionales anónimos que muestran realidades enormes y muy comunes en este país.
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