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Con Zidane en el banquillo... ¿qué
fue de los 'Pavones' de Florentino?

Uno montó un estanco, otros siguen jugando en el extranjero y Pavón, el responsable de aquella bandera que levantó el presidente madridista hace 14 años y que ya no existe, aspira a ser entrenador. Su antagonista ya dirige el primer equipo del Real Madrid.

Pavón saluda Zidane un reciente partido amistoso de antiguos jugadores del Real Madrid.

ALFREDO VARONA

Fue un sello inconfundible. Un golpe de mano de Florentino no tan lejano, en pleno siglo XXI, cuando habló de los ‘Zidanes y Pavones’ como una idea de negocio para toda la vida en el Madrid. Un regreso a los tiempos en blanco y negro cuando los jugadores de la cantera escudaban a los mejores en Chamartín. Y se dio la circunstancia de que Paco Pavón (1980), un muchacho de Getafe con cara y cuerpo de adolescente, interpretó ese papel como nadie, como persona y como futbolista.

Contra pronóstico, Del Bosque le hizo titular junto a Fernando Hierro en el centro de la defensa. Un muchacho de 20 años, sin hambre de popularidad ni de vanidad, sin ser de ninguna manera un superclase, encontró su lugar en aquel Madrid de Roberto Carlos, de Beckham, de Figo o de Ronaldo Nazario. Un descubrimiento perfecto que incitó al presidente a levantar la bandera de “los Zidanes y Pavones”, capaz de conquistar a todo el mundo, indecisos incluidos.

Pavón demostró que era posible, la clave era creer en ello. No sólo se asentó con la discreción de la clase media. “No había cosa que no preguntase”, decía Hierro. “Tenía una curiosidad infinita”. Un motivo más que suficiente para vencer a sus limitaciones y sumarse al paraíso. Pavón ganó una Copa de Europa, la de la volea de Zidane en Glasgow.

También colaboró en la Copa Intercontinental, la tercera del Madrid frente al Asunción de Paraguay. También se enfrentó sin miedo a nada a Palermo, a Kluivert, a Batistuta…, a los mejores delanteros del mundo. Pero, en realidad, el futbolista fue más allá: excitó una manera de pensar que Florentino hizo bíblica con aquel lema, “Zidanes y Pavones”, que entonces no fue ninguna broma.

El Madrid aceptó esa manera de pensar en la que Pavón hizo de estandarte con la humildad que luego soportó su decadencia como futbolista en Francia y en Zaragoza

El Madrid aceptó esa manera de pensar en la que Pavón hizo de estandarte con la humildad que luego soportó su decadencia como futbolista en Francia y en Zaragoza. Hace tres años, se retiró golpeado por su rodilla, lejos los últimos años de aquel central del Real Madrid que Iván Helguera explicaba desde la buena educación. “Tenía un sentido del deber, de saber estar que explica la rapidez con la que se asentó”.

De un tractor al Bernabéu

Pavón no sólo fue propaganda. También fueron valores, los que procedían, por ejemplo, de los recuerdos. Siempre contaba que el primer equipo que vio uniformado fue el de la “fabrica de tractores John Deere donde trabajaba mi padre”. O de su propia formación como futbolista. “Hasta los 17 años no pisé un campo de hierba”. Quizá por eso Pavón siempre fue fiel a su status, a su manera de ser hasta el día que decidió no ejercer su derecho a cobrar el paro, ya retirado del fútbol, “porque no me parece de recibo que lo haga yo, que tengo la vida bien enfocada”.

Quizá por eso en su época también se supo más de él en boca de Florentino que en la de él mismo y nunca presumió de apellido ni de liderar esa ‘quinta’, que en pleno siglo XXI ya era tan difícil de concebir (imposible hoy) en el Madrid a pesar de la herencia que dejaron los ‘pavones’.

Los Mejía, Raúl Bravo, Portillo y Miñambres

Al menos, en esos dos años casi idílicos en los que también apareció Álvaro Mejía que luego fue uno de los centrales heroicos del Madrid de Capello; Raúl Bravo, que se consolidó en la banda izquierda con Roberto Carlos y llegó a ir a la Eurocopa de Portugal con España; Portillo, cuyo gol en Dortmund en el descuento posibilitó luego un milagro en la Champions, porque Portillo encontró el gol que no encontraba nadie. Ni Zidane ni Figo ni siquiera Ronaldo.

Pero aquel Madrid era así, hermanado con la declaración de intenciones de su presidente, el primero que hablaba de las facultades de gente como Miñambres, que también jugó en el primer equipo y al que sólo alejó del fútbol una rodilla irrecuperable. Tenía 26 años y una cabeza maravillosamente amueblada. Hoy, le sigue doliendo aquello de “no saber hasta donde habría podido llegar en el fútbol”, pero supo orientar felizmente su vida. Compró la licencia y montó un estanco en Mostóles para ganarse la vida.

Fueron los ‘Pavones’, gente de la casa, gente sana y discreta que supo hacer su papel en el Madrid sin ser superclases

Fueron los ‘Pavones’, gente de la casa, gente sana y discreta que supo hacer su papel en el Madrid sin ser superclases. “Pero ni todos los que han jugado ni todos los que juegan en el Madrid han sido superclases”, recuerda tantas veces Ricardo Gallego como comentarista de ‘Onda Cero’.

La diferencia está en la procedencia y hasta en la repercusión mediática de estos muchachos, ciudadanos ya casi anónimos, a día de hoy. Ahí está el estanco que montó Miñambres. Ahí está la silenciosa retirada de Portillo en el Hércules, al que ya casi nadie le agradece su gol en Dortmund. Ahí están los últimos kilómetros como futbolista de Mejía en Qatar o de Raúl Bravo en Grecia. Y, por supuesto, Pavón, Paco Pavón, que aspira a ser entrenador ahora, a los 36 años. La diferencia es que él es Pavón, no es Zidane. No fue galáctico y todo eso también se nota en la otra vida.

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