El oportunismo de Michu se impuso al miedo que dispuso un partido con la cabeza puesta en Los Cármenes. Mucha táctica, mucho balón sobado del Celta, poco despliegue ambicioso del Granada y mucho repliegue alarmante de ambos. La posibilidad de perder el ascenso en este primer partido pesó demasiado.
No se había prodigado en exceso Hugo Mallo, el lateral derecho del Celta. Su contención hablaba del miedo local a una pifia táctica. A un agujero en la espalda que le sesgara de raíz sus aspiraciones de ascenso. Ese miedo marcó todo el partido, jugado por ambos con la intención de resolver todo en Los Cármenes. El planteamiento del Granada reclamaba bandas por parte del Celta. Los celestes sólo las aplicaron cuando se vieron amenazados por el empate a cero en el tramo final del partido. Entonces apareció su lateral diestro para certificar que los costados eran una solución que no se utilizó antes con la valentía necesaria. Su centro raso lo remachó Michu en el segundo palo.
De inicio, los dos equipos aplicaron su libreto de cabecera, pero ninguno se desató. El Celta se agarró al balón, pero imprimió un ritmo cansino y un exceso de horizontalidad. Jugó con sólo tres defensas, pero al dibujo le faltó agresividad ofensiva. Convirtió la mayoría de sus pases en un mero ejercicio de mantenimiento de la pelota. No tuvo intenciones afiladas. De Lucas y Trashorras,los más capacitados para hacer algo diferente, estuvieron desaparecidos. Les faltó jerarquía para reclamar el balón. Se esperaba más de estos dos futbolistas en una clase de lance en la que los galones deben salir a relucir. Dejaron detalles, pero no cosieron una continuidad que les convirtiera en los dueños del partido. El anonimato de David en la cabeza del ataque tuvo mucho que ver con esa ausencia de Trashorras y De Lucas. Los tres fueron reem-plazados, lo que no deja ser significativo.
Al Granada no le importó que el Celta tuviera la pelota. A ese ritmo con el que la circulaba, las dos líneas de cuatro que montó Fabri no sufrían. Agazapado, le bastó enseñar un par de veces la llegada por banda de David Benítez y Orellana para evitar que su rival se soltara en ataque. Los pequeños arañazos granadinos recubrieron Balaídos de un fatalismo del que su equipo sólo escapó al final. Con Iago Aspas y Dani Ábalos. Con Michu para cazar. Con menos miedo y menos vértigo a descubrirse fue cuando ganó.
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