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MADRID.- Hay sueños repartidos por el mundo, difíciles de vencer, flamantes como un cuadro recién pintado. Hay un sueño de una gallega de Arteixo, de 30 años, militar profesional y vocacional, que no tiene miedo a esa leyenda negra que advierte de que una mayoría de los boxeadores acaban sonados. En su lenguaje y en su corazón "eso no es cierto y, en todo caso, depende del estilo de cada uno. Si te comes todos los golpes, no digo que no; pero yo soy de las que esquivo, de las que entiende que lo bonito es dar y que no te den. Prefiero dar dos y que no me den ninguno a dar cuatro y que me den dos”.
Ante esa explicación, Marta Brañas (Arteixo, La Coruña) no sólo es dueña de esta historia. También se hace dueña de esta conversación en la que expone un sueño al que le persiguen los motivos, el de pelear algún día por el título de campeona del mundo en el Madison Square Garden de Nueva York. “¿Se imagina?”, le interpela ella misma, con mayúscula educación, al periodista.
“Aquello es otro mundo; aquí te las ves y te las deseas para encontrar un combate cada fin de semana, porque en España apenas hay boxeadoras profesionales"
Pero si hay algo que hace feliz al periodismo es el de imaginar sueños como el de Marta, que hoy está en A Coruña, en un humilde gimnasio, el de Chano, su manager y entrenador. Un escenario que no tiene nada que ver con la grandeza de California ni con los rayos de sol de Lakewood, ese pueblo de Los Ángeles, meca del boxeo, donde ella misma se ha fortalecido como boxeadora.
“Vinieron unos promotores de EEUU a buscarme en una entrega de premios de la Federación Gallega de Boxeo. Me preguntaron si me apetecía probar y yo, como soy tan echada para adelante, dije que sí, entre otras cosas porque me pareció tan maravilloso que no hacia más que preguntar a mí gente, ‘a mí, ¿por qué a mí?’ No me lo podía creer”.
Hoy, ya no existe esa pregunta, sino la certeza de que Marta ha ganado por K.O. los tres únicos combates que ha disputado en Estados Unidos, donde volverá a partir de diciembre, una vez que dispute el campeonato de España. El sueño tiene ese precio. “Aquello es otro mundo; aquí te las ves y te las deseas para encontrar un combate cada fin de semana, porque en España apenas hay boxeadoras profesionales, no las encuentras. Allí, sin embargo, no hay problema, lo tienes todo para tí entre semana, tu plan individualizado, tu propio saco, tus manoplas… Mejoras a la fuerza porque aquello, en realidad, es como si fuese Hollywood”.
"¿Qué le pasa a mi cuerpo?"
“Soy militar vocacional y no por herencia. Mi padre era pintor de coches, mi hermano es diseñador gráfico. A lo sumo, un tío mío, que es policía nacional podría ser la única afinidad”
En el país de Mike Tyson, Floyd Mayweather o Jackie-Nava, Marta ya ha hecho una leve reputación, “porque lo mío es de récord”, recuerda sin anular a su orgullo. “Llevo cinco combates de profesional y he ganado los cinco por K.O.”. Pero su conversación va más allá de lo que pasa en el ring, de los puñetazos que hacen daño o de la bolsa que le correspondería si llegase ese día en el Madison Square Garden. “Hasta ahora me conformo con cubrir gastos”. Porque su vida económica aún depende de la profesión que nadie eligió por ella. “Soy militar vocacional y no por herencia. Mi padre era pintor de coches, mi hermano es diseñador gráfico. A lo sumo, un tío mío, que es policía nacional podría ser la única afinidad”.
Pero Marta es un producto distinto que supo inventarse a sí misma y a sus propias vocaciones, “entre las que había dos, una el tema militar, el esfuerzo y la constancia, que impera en ese mundo, y otra el tema médico, saber por mí misma lo que le pasa a mi cuerpo. Por eso he empezado a estudiar ahora enfermería”.
“El boxeo me ha formado como persona. Me ha convencido, por ejemplo, para estudiar definitivamente enfermería”
En realidad, Marta va más allá de una boxeadora, retrato lleno de prejuicios y pena en otra época. Chano, su entrenador, ya había avisado: “No se pueden imaginar lo bien amueblada que tiene la cabeza”. Después de hablar con ella, también la escuchamos decir que su vida es inseparable de los libros. “No quiero dejar de estudiar por nada del mundo”. Y eso, para ella, no es incompatible con el boxeo, donde, todavía soltera, ha encontrado la vida que más amaba, tiene que haber de todo en este mundo. “El boxeo me ha formado como persona. Me ha convencido, por ejemplo, para estudiar definitivamente enfermería”, acepta ella, que nació para esto, “en la niñez viendo a mi padre, que era aficionado al full contact”. Vino después el kung-fu, donde Marta llegó “a ser cinturón negro a los 17 años hasta que me cansé y como en el gimnasio, en el que estaba sólo había boxeo, decidí probar”.
"El miedo no hace falta"
"Soy boxeadora y sé a lo que me expongo. Mi cuerpo lo sabe y también sabe que no voy a resolver la vida con esto pero ¿por qué no puedo intentarlo?"
Hoy, a los 30 años, domina sus sueños con voz de emperatriz, con sus amores y desamores. El parte médico siempre estará ahí. “Vamos a ver”, explica, “”esto es duro, claro que es duro y he tenido golpes duros. No voy a ser especial. No voy a engañarme. Me he dislocado el hombro izquierdo, he tenido una artrosis en la muñeca radiocubital que me molestaba al boxear y obligó a que me infiltraran con factores de crecimiento… Soy boxeadora y sé a lo que me expongo. Mi cuerpo lo sabe y también sabe que no voy a resolver la vida con esto. Pero ¿por qué no puedo intentarlo? ¿Cuántas boxeadoras españolas han tenido la oportunidad que tengo yo de ir a Estados Unidos con todos los gastos pagados, casa, comida, hasta coche?”
La pregunta le hace feliz. “La vida me hace feliz”, interpreta ella misma, que acabará pidiendo la excedencia en el cuartel de A Coruña, donde trabaja, para volver a California, a boxear frente a norteamericanas y mejicanas, “fajadoras como nadie”, sin miedo a nada, ni siquiera a la vida, “porque no hace falta. El miedo no hace falta. El respeto, sí, a todo el mundo, pero el boxeo te invita a eso, te lo recuerda a cada segundo, porque te enseña a recibir golpes, a luchar y a seguir luchando”. Por eso no recuerda un solo puñetazo que le hiciera más daño que los demás, “quizá cuando perdí el campeonato de España de 2012 hasta que comprendí que me ganó la mejor”. A partir de ahí, floreció su cabeza, su sentido de la patria y de la justicia en la que por ahora no existe fecha de caducidad. “El límite lo pondrá hasta que mi cuerpo aguante”. Y la duda es si llegará hasta el Madison Square Garden de Nueva York…
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