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La coartada de Mou para apropiarse del club

LADISLAO JAVIER MOÑINO

Ruptura brusca y pública entre el entrenador y el director general del club. Aumento de la presión en los despachos para contratar un nueve. Incremento del ruido en la sala de prensa contra presuntas conspiraciones arbitrales y de los operadores de televisión para tratar de vaciar el 5-0 de la memoria del madridismo. Que Mourinho fuera Mouri-nho fue la consecuencia principal de aquella humillación. Antes de la debacle del Camp Nou, el entrenador ya se había erigido en la cabeza visible y la voz pensante del club. Tras aquel lunes negro para el madridismo, su absolutismo como pilar del proyecto se redobló. 'Tras el 5-0, Mourinho decidió ser él mismo en su máxima expresión', analizan desde el club.

Mourinho recibió una tunda futbolística en el Camp Nou, pero la aprovechó para reforzar su cuota de poder en la entidad. Cualquier entrenador hubiera sido vapuleado interna y externamente por semejante paliza, él no. El Madrid fue bailado y goleado por el rival menos deseado, pero en toda su historia nunca un entrenador salió tan indemne y tan vigorizado de una afrenta como esa. Su mérito como domador de escenarios fue no aparecer como culpable ante los ojos del club, de la grada e incluso de la prensa. Sin ir muy lejos en el tiempo, un bochonorso 2-6 dilapidó las escasas opciones que Juande Ramos tenía de seguir en el cargo. A Pellegrini terminó de sentenciarle no haber ganado ninguno de sus dos enfrentamientos al Barça, decisivos a la postre para haber conquistado la pasada Liga.

El portugués supo utilizar el 5-0 para fichar a Adebayor y apartar a Valdano

Mourinho revirtió en su favor el 5-0 y le hizo ver a Florentino Pérez que si el club no se moldeaba a sus exigencias, su contratación como ganador infalible carecía de sentido. Instrumentalizó la derrota para reivindicar dos de sus principales exigencias: eliminar a Valdano de su flujo de comunicación con la dirección del club y fichar a un nueve.

El técnico interlocutaba y discutía con el director general sobre la política deportivo-económica, aunque la frecuencia del diálogo ya ha bía disminuido. Con el 5-0, Mourinho elevó la batalla hasta el despacho presidencial. Obligó a Pérez a ejercer de funambulista. Si poco antes el presidente había dicho que 'el mejor representante del club es Valdano', al poco tuvo que plegarse al arrinconamiento de su director general auspiciado por el entrenador. 'Yo sólo reporto con el presidente'. Aquella frase de Mourinho fue el anuncio público de una ruptura cantada que incluso apeó a Valdano de los viajes con el equipo.

El retorno de Mourinho a su yo verdadero comenzó nada más concluir el partido de Barcelona. Nadie del club le advirtió de que las imágenes demostraban que con 2-0 en el marcador Valdés cometió penalti sobre Cristiano. Mourinho compareció ante la prensa sin ese dato. Cuando finalizó su apocada intervención, montó en cólera porque nadie le había avisado de ese detalle que le hubiera servido para desviar la atención de la debacle sufrida. Esa bronca parió los famosos informes arbitrales que elabora el club y que Mourinho mostró tras el partido de Liga con el Sevilla como si no tuviera nada que ver con ellos. A esas excusas siguieron las de las tarjetas y el complot televisivo.

'Tras esa derrota, Mou decidió ser él mismo', dicen en el club

Futbolísticamente hubo una consecuencia inmediatas al 5-0. No le importó utilizar el trivote en el mismo Bernabéu ante el Valencia, siguiente cita al 5-0. 'El equipo necesitaba ganar y confianza', se justificó Mourinho. 'En realidad, ya pensó en utilizarlo en el Camp Nou, pero no se atrevió porque apenas lo había ensayado. Higuaín era una duda casi segura, pero ensayó la táctica con el argentino, que se ejercitaba en zapatillas', cuentan en el vestuario. Ahora ya nadie duda de que si tiene que utilizar el trivote no pensará en el qué dirán. Mourinho ya es Mourinho.

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