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MADRID.- “Leyendo un libro sobre los juicios de Auschwitz me enteré de que existió Fritz Bauer”. La confesión la hace, con cierta turbación, un intelectual alemán comprometido y concienciado, el cineasta Lars Kraume, que denuncia la vergüenza que siente todavía Alemania, un país que ha decidido silenciar a sus propios héroes si con ello era capaz de tapar las abominaciones de su pasado (“la vergüenza es un sentimiento muy fuerte todavía en Alemania”). Su nueva película, El caso Fritz Bauer, es un intento de ponerse al día con la Historia, una forma de hacer justicia y, sobre todo, de rendir homenaje a este personaje imprescindible, insuficientemente conocido.
Firtz Bauer, judío huido a Dinamarca y de allí a Suecia, regresó a Alemania donde en 1950 fue nombrado fiscal general. En 1957 siguió una meticulosa investigación para descubrir el paradero de Adolf Eichmann, responsable directo de la llamada ‘solución final’ sobre todo en Polonia y del transporte de deportados a los campos de concentración nazis. Sin embargo, sus empeños por llevar a juicio a los genocidas encontraron poderosos enemigos en casi todas las instituciones del Estado y en el Gobierno. Bauer, firmemente decidido, pactó con Israel la detención de Eichmann, un acto de traición a su país ante el que no dudó ni un segundo. Su objetivo era la justicia. Protagonizada por un monumental Burghart Klaußner, la película ganó el Premio del Público en el Festival de Locarno.
¿Cómo es posible que haya habido tal silencio sobre el hombre que llevó a juicio a Adolf Eichamnn?
Creo que la sociedad se olvidó de él porque le venía bien, porque fue un fiscal muy incómodo. La mayoría de los alemanes apoyaron el movimiento nazi, así que cuando la guerra terminó no había muchos que no hubieran participado de aquello. Ese fue el mayor obstáculo al que se enfrentó Fritz Bauer. Y él quería una cosa que no era imposible, pero casi, Bauer pretendía que los alemanes reconocieran que habían hecho cosas terribles. No lo consiguió, la gente no hace eso, además entonces la mayoría era, de alguna manera, culpable.
El cine alemán ha tratado mucho la guerra, los años del terrorismo, los sesenta, ¿por qué no ha hecho lo mismo con los años cincuenta?
Siempre la han querido vender como una época más tranquila, en la que nada ocurría, pero ahora es el momento de enfocar esa época de otra manera, como el tiempo en que comenzó a evolucionar esta democracia de hoy. En Alemania ha costado superar las ideas de la época del terror y ha sido difícil después defender la democracia.
¿Una democracia que nació con los enemigos dentro?
Sí. Es un proceso muy interesante incluso para los alemanes, porque la gente no pensó que la guerra se acabaría, que todo iría bien y que llegaría una nueva democracia. No fue así. De hecho, los antiguos poderes existían y seguían defendiendo su hazaña.
A Eichman tuvieron que juzgarle en Israel, igual que ahora los crímenes franquistas se investigan en Argentina en lugar de en España…
En Alemania, las leyes estaban hechas por ex nazis y los tribunales estaban llenos de ex nazis. Puede que aquí en España pase una cosa muy parecida y por eso no se juzga aquí a los criminales.
¿Cómo era posible defender en Alemania aquel terror?
Los nazis eran muy listos y se concentraron en decir que todo lo que hicieron estuvo justificado por la guerra. Ese argumento dio a algunas personas, a jueces y fiscales, un fundamento para exculparles.
¿Fritz Bauer fue el hombre que consiguió cambiar eso?
Efectivamente. Él pensó que eso se podía cambiar, que todo ese mal debía quedarse en el pasado, pero que no debía de ningún modo permitirse un silencio sobre ello. La película El secreto de sus ojos me inspiró mucho en estos temas.
Uno de los asuntos que no deja escapar en su película es el silencio de la población sobre lo que estaba ocurriendo…
Como he dicho, la mayoría de la gente, en cierto modo, era culpable. Pero no todo un país es culpable del silencio después de una guerra. Uno de mis abuelos era alcalde en un pueblo del Norte y era nazi, murió en la cárcel. Pero en el Norte de Alemania muchos obreros, con una educación deficiente, no entendían lo que pasaba en su totalidad. Ellos no son culpables, otros, sí.
¿Diría que Fritz Bauer es un héroe?
Sí, él y otros hombres viejos enfadados, cabreados… como Herbert Marcuse o como algunos políticos que sí hicieron algunas cosas. Pero de todos ellos, Fritz Bauer es el más destacado. Es asombroso que una sociedad tan machacada como la alemana no se haya enorgullecido de Bauer porque es el ejemplo de que sí es posible luchar por la democracia. El hizo algo de lo que sentirnos orgullosos. Incluso el Partido Socialdemócrata debería haber hecho muchísimo más para resaltar ese personaje. Necesitamos héroes que digan que hay que hacer ciertas cosas.
¿Alemania se avergüenza tanto de lo que pasó que esconde a sus héroes?
Sí, seguro. La vergüenza es un sentimiento muy fuerte todavía en Alemania y la reacción ante ella es muy agresiva. Alemania se avergüenza de muchas cosas… también de la acusación de no haber tratado bien a sus víctimas. Alemania pagó a sus víctimas y le da vergüenza.
“Hacer las paces con nuestro pasado significa someternos a juicio y someter a juicio a todo lo que fue inhumano”, dijo Bauer. ¿Alemania está en paz?
Es muy difícil contestar a eso, la verdad es que no sé cómo se siente Alemania en su conjunto. Yo nací en 1973, en una familia católica alemana y he escrito esta historia con un guionista francés de una familia judía. De alguna manera, esta película para mí es una forma de deshacerme de este pasado incómodo de Alemania.
¿Quiere decir que aún a usted, con 43 años, le incomoda hablar con un judío sobre lo ocurrido?
Claro, con este trabajo he tenido que hablar con un judío sobre el Holocausto y sobre lo que le pasó a su familia y él también ha tenido que superar su incomodidad. Pero no dejaba de preguntarme por qué me sentía mal. Es algo que una generación carga aún y, por supuesto, la gente sabe que es un pasado muy oscuro. Es tan oscuro que en Hollywood cuando se les acabó la baza de los comunistas siguieron con la de los nazis. Así que no creo que la sociedad alemana esté todavía cómoda con su pasado.
¿Y hay gestos que lo muestran de alguna manera?
Claro. Por ejemplo, con las amenazas y las agresiones de los emigrantes africanos la policía no interviene, no se hacen comentarios… nadie quiere que ahora se nos trate de racistas. Es muy retorcido, lo sé, pero es así y viene de nuestro pasado oscuro.
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