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Actualizado:En La serpiente de Essex los personajes de Claire Danes y Tom Hiddleston debaten sobre fe, ciencia y mitología y, entre conversación y conversación, acaban sintiéndose atraídos el uno por el otro. Ocurre en medio de una tierra pantanosa, en unas circunstancias poco esperanzadoras para su amistad/romance, con una leyenda sobrevolándolo todo y en la época victoriana. Basada en la novela homónima de Sarah Perry, esta miniserie de seis episodios estrena los dos primeros este viernes en Apple TV+.
Circula la leyenda de que existe una serpiente, un animal mitológico, que ha reaparecido de nuevo en la región llevándose con ella a una joven. Esa es la premisa que el guion de Anna Symon y la cámara de Clio Barnard colocan como desencadenante de una historia donde gran parte de sus diálogos giran en torno a la fe, el miedo y la razón. Pero la protagonista de La serpiente de Essex no es esta chica, sino Cora Seaborne (Claire Danes), una mujer que acaba de enviudar tras un matrimonio donde el maltrato era continuo. Liberada de su marido, decide seguir su interés y su pasión por la ciencia hasta Essex, donde, según una noticia leída en la prensa, habita esta serpiente.
Ella defiende la teoría de que existe, aunque no se trataría de ningún animal mitológico o fantasmal como creen los lugareños. Está convencida de que hay una explicación científica para ello y la encontrará. Para entonces, cuando se muda, ya ha trabado amistad con un joven doctor en Londres con cierto complejo de genio incomprendido deseoso de encontrar con quién poner a prueba sus teorías médicas. En Essex, donde es recibida como una extraña y no sin ciertos recelos por los habitantes del lugar, tropieza con Will Ransome, un vicario casado y con dos hijos al que da vida Tom Hiddleston. Entre ellos se forman un triángulo en el que todos tienen algo que perder.
La serpiente de Essex experimenta con la luz, la fotografía y la nitidez del paisaje que muestra
Tras un primer encuentro donde se imponen los prejuicios y las primeras apariencias equivocadas, poco a poco vicario y viuda van acercando posturas. Lo curioso e interesante es que, contra lo que podría pensarse de entrada, quien defiende la existencia del monstruo es el personaje de Cora. Por el contrario, quien la niega es el hombre de fe, que intenta convencer a sus parroquianos de que se están dejando arrastrar por un miedo irracional sin fundamento. Y así, entre quienes creen y quienes no, la serie divide a sus personajes en dos bandos alimentando sus avances y retrocesos.
Más allá de todo ese debate, que está ahí y es su razón de ser, La serpiente de Essex juega con el entorno como un medio más para lo que quiere plasmar en pantalla. La cámara hace partícipe al espectador de ese ambiente enrarecido, de escasa visibilidad, húmedo y embarrado que lo impregna todo. La niebla se usa como elemento narrativo, al igual que la luz. Barnard recurre a ellas para evidenciar el recorrido de unos personajes arrastrados a un estado de ansiedad y temor casi continuo (cada uno por sus propias razones individuales o colectivas). Sin llegar a desvelar nada de cómo se resuelve en sus seis episodios, La serpiente de Essex experimenta con la luz, la fotografía y la nitidez del paisaje que muestra. La iluminación y la paleta cromática del primer capítulo nada tienen que ver con las del último. O, mejor dicho, tienen mucho que ver y responden a la evolución del misterio y quienes lo avivan.
Aunque Hiddleston (con su perfecta dicción shakesperiana) y Danes (mucho más contenida aquí que en las últimas temporadas de Homeland) se lleven el protagonismo, esta miniserie de Apple TV+ disfruta de unos secundarios que les arropan y sostienen en todo momento. Hayley Squires dibuja a una devota esposa que es pura candidez con su sufrida Stella Ransome. Hayley Squires es todo fuerza y activismo como Martha, ese pilar de apoyo de Cora durante tantos años que empieza a sentir la necesidad de reivindicar su valía e independencia. Por último, Frank Dillane se presenta como una suerte de Victor Frankenstein con mejores intenciones que el personaje creado por Mary Shelley. Aunque a su Luke Garrett no le falta un punto de locura y algo ego.
Al final, todos son personas a las que la serie recoge en un momento complicado de sus vidas para tejer una tela de araña de relaciones y consecuencias de las decisiones propias y ajenas que cada vez se va enredando más. Hasta que cada uno de ellos encuentra la manera de tirar del hilo que les ayudará a liberarse. Porque, más allá del debate y la discusión sobre ciencia y fe y mito y realidad que pueda plantearse en pantalla, La serpiente de Essex de lo que se trata es de cómo estar a un lado u otro de la línea condiciona a estos personajes y a quienes les rodean. En ocasiones, sin que llegue a justificarse con demasiada convicción cómo pasan de un estado a otro o en base a qué toman según que decisiones. Y eso pese a que la serie se toma su tiempo para contar las cosas y hace gala de un ritmo pausado recreándose mucho en los detalles para ponerlos al servicio de su ambientación victoriana y misterio-romántica.
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