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Saatchi ya no endosará su galería a los británicos

Los recortes del Estado impiden que su colección sea museo de arte contemporáneo

IÑIGO SÁENZ DE UGARTE

Primer axioma: una galería de arte, por famosa que sea, no es un museo. Segundo hecho incuestionable: la inmensa generosidad del Estado británico hacia la cultura tiene los días contados.

Charles Saatchi ha decidido retirar la oferta de donación de su galería y colección de arte contemporáneo. Las negociaciones con el Consejo de las Artes de Inglaterra han fracasado, lo que confirma las sospechas iniciales. ¿Para qué necesita Londres un Museo del Arte Contemporáneo cuando ya tiene la Tate Modern?

'La gente creativa no siempre emplea las reglas convencionales'. Esa fue la frase elegante del viceministro de Cultura, Ed Vaizey, cuando le preguntaron cómo se podía hacer una donación al Estado sin pactarla antes. En especial ahora, cuando se avecinan recortes en el Ministerio de Cultura no inferiores al 25% de su presupuesto.

Había una cuestión de principios difícil de resolver. Para mantener esa tradición británica de que los museos que reciben fondos públicos sean gratuitos, los abogados de Saatchi proponían que la nueva institución continuara con la política habitual en toda galería: comprar y vender obras de arte, buscar a nuevos creadores y obtener fondosde la venta de obras de artistas consagrados.

La Asociación de Museos tiene un código de conducta que le prohíbe vender obras.

Las 200 piezas incluidas en la colección de Saatchi permanecerán por tanto en manos privadas, y su destino está aún por decidir. El contribuyente no podrá alardear de que es dueño de una pequeña parte de Mi cama, de Tracey Emin, incluida su ropa interior, manchas sospechosas y condones usados, elementos fundamentales de la obra. Lo mismo se puede decir del tiburón tigre sumergido en formol, de Damien Hirst, más conocido como La imposibilidad física de la muerte en la mente de algo vivo.

El Gobierno avisa que se debe cambiar el modelo de negocio

Es una trágica pérdida, pero no el mayor de los problemas para la cultura británica. No sólo habrá menos fondos públicos, sino que el nuevo Gobierno ya ha avisado que las grandes instituciones culturales deben cambiar su 'modelo de negocio', porque resulta imposible esperar que vayan a continuar las cifras de inversión pública que se han disfrutado en la última década.

Las subvenciones a museos, teatros y otros organismos culturales pasaron en Gran Bretaña de 510 millones de euros en el año 2000 a 690 millones diez años más tarde.

Esta época dorada de la cultura va a tocar a su fin. La Royal Shakespeare Company no descarta poner menos obras en escena o reducir su actividad internacional. Los museos podrían cerrar un día a la semana, como se hace en el resto de Europa.

Siempre hay espacio para las ideas imaginativas. El crítico de arte Waldemar Januszczak ha propuesto que la National Gallery venda alguna de sus 13 obras de Rafael. Lo malo es que no todo el mundo cree que estuviera hablando en broma.

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