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El año en que el feminismo se reinventó no podía dejar al Primavera Sound indiferente. El festival de música indie, que se precia por su sensibilidad, su carácter multicultural y su despreocupación por las etiquetas, no podía sino sumarse a la ola de despertar en la reivindicación de los derechos de las mujeres que occidente está viviendo este 2018, desde la ola del #MeToo que emergió en Estados Unidos hasta el efecto Manada que hirvió la sangre de los San Fermines.
La ecléctica y ahora mística Björk, la nostálgica de una época que no ha conocido Lorde, o el pop-rock que Haim hizo nacer después de haberse criado en el country y el R&B, poco tienen que ver estas artistas entre ellas. Excepto el aquí y el ahora. Excepto su reinvención de la escena musical, no solo del indie, una categoría líquida para los que no quieren etiquetas, sino la reinvención del momento que les ha tocado y lo que han decidido hacer con él: tomar las riendas.
Björk, Lorde o Haim son solo algunas de las cabezas de cartel que emergen de una columna vertical de programación permeable a la actualidad: conviven con otras también ya consolidadas, como Jane Birkin, Charlotte Gainsbourg (hija de Jane y Serge), Fever Ray, CHVRCHES, Beach House, Warpaint o Lykke Li, y las aún emergentes pero aún más prometedoras Ibeyi, Maria Arnal, Hinds, Waxahatchee, Yonaka, Vagabon, Jorja Smith, Jlin, Bad Gyal, Sevdaliza o la española Javiera Mena.
Y es que no es para nada irrelevante a qué da voz o qué ignora el Primavera. Siendo este uno de los mayores festivales de su especie en la escena internacional, y uno de los mayores eventos culturales del país, actúa como termómetro de no solo qué se canta sino por qué. El Fórum de Barcelona se despliega desde el miércoles en su gran momento del año, que durará hasta el domingo oficialmente, aunque otros conciertos alarguen la cita por delante y por detrás, con actuación en salas de la capital catalana.
Con más de 200 artistas y bandas, cada asistente podrá hacer del Primavera una experiencia distinta. Pero en este relato femenino del festival, la primera cita imprescindible será el jueves (primer día oficial) con Björk. La islandesa regresa a Barcelona con solo un año y un álbum de diferencia desde su última visita, que fue, en cambio, en un contexto casi académico y, cómo no, siempre experimental, de la mano de Sonar y CCCB. Pero parece que (para ella, al menos) haya pasado una vida entera desde entonces. Si componer música es la más íntima expresión, con la frescura de su nuevo disco 'Utopia' se puede apreciar el paso del luto emocional de Vulnicura al renacer optimista.
'Utopia' es la isla a la que escapar, donde las madres bañan desnudas y a salvo a sus bebés, donde los tiempos se liberan de estructuras. 'Utopia' es la tierra prometida que Björk crea con “la determinación a la esperanza” a la que se decide tras la elección del presidente de Estados Unidos Donald Trump, dijo en una entrevista al New York Times. La concepción del proyecto surgió de “ese sentimiento post-Trump, cuando sientes que todo ha ido terriblemente mal”, relataba la artista, ahora afincada en Manhattan. “En lugar de lamentarnos y enfadarnos, lo que realmente necesitamos es nuevas propuestas sobre cómo sería el mundo en el que queremos vivir en el futuro”, continúa. Y eso es justamente lo que este album quiere sugerir.
Lo hace fusionando sus obsesiones por la naturaleza y por la tecnología. Hablar de las excentricidades de Björk (51 años) a estas alturas de su prolífica carrera se hace del todo innecesario. Pero lo cierto es que en todas las profesiones a las que se ha transformado, de la música al cine, la activista nunca ha desfallecido en sus múltiples reivindicaciones. No la apagaron ni su temprana maternidad ni sus desengaños amorosos. Lo que tiene cantar con el corazón abierto es que dejas que te lean – un poco. Una feminista, en fin, que deja que la ola del #MeToo se suba a ella y no al revés, con su denuncia pública al director danés de culto Lars Von Trier por abusos sexuales, mientras rodaba “Dancer in the Dark” en el 2000.
Su relato, sin embargo, trasciende de la anécdota de los tocamientos indeseados para poner sobre la mesa el abuso de poder del director sobre su obra hasta el punto de cuestionar su autoría, en unas acusaciones que el cineasta ha negado pero que jamás ha querido comentar.
Continuando con los imprescindibles femeninos, con menos biografía que la omnipotente Björk pero con igual arrojo, contamos con una prolífica generación. Allí se encuentran las americanas Haim, que desde sus orígenes rechazaron el apostillo de Girls Band, y clamaron por ser simplemente una banda, evidentemente formada por chicas pero sin el menoscabo de animadoras de instituto jugando a las guitarras.
Danielle, Este y Alana, nacieron en el country de sus Los Ángeles natal y se criaron en la flexibilidad del R&B, con influencias desde Joni Mitchel o Beatles. Abandonaron los estudios para tocar juntas, hicieron de teloneras de los grupos adecuados, y perdieron dinero en las primeras giras propias, forjaron una popularidad que cruzó el charco en 2012, con Londres como primera parada.
Las hermanas Haim fueron la primera banda femenina en ganar el premio BBC Sound of 2013 Award. Solo habían sacado un EP, pero su primer album, tan solo unos meses después, confirmó que eran merecedoras de ese premio visionario. Y así nos plantamos en el sábado, cuando Lorde tomará el Fórum. Nació en los noventa, y además en los noventa tardíos. Probablemente la mayoría de los que le vayan a rendir pleitesía le excederán en edad, pero no importa porque ella, la heroína, para compensar, excede en todos los demás sentidos, con una cercanía íntima y una transparencia translúcida. Ella es la honestidad en las antípodas del cinismo del que se acusa a su generación, demasiado expuesta a lo que aún no ha vivido, demasiado impaciente como para esperar a vivirlo. Lorde combina esa inociencia irreflexiva con una madurez que le hace sufrir de nostalgia preventiva.
Una estrella del pop con un alma vieja. Pero, en realidad, Lorde solo habla de lo que a ella le ha pasado. En su primer single Royals, de lo sobrevenido de una fama y un lujo incómodo, en su primer álbum 'Pure Heroine' de las inseguridades que no se marchan cuando la adolescencia técnicamente termina; y ahora, en Melodrama, de la melancolía inexplicable de la flor de la juventud. Ella misma se vió atrapada en las paradojas milenial, como que la radio y cultura de masas haya abrazado con tanta fuerza la crítica a exactamente ese tipo de borreguismo e indiferencia adinerada. Pero fue justo ese recibimiento el que convirtió a Lorde en la primera mujer artista en romper el record de millones de ventas de Adele. Su single Royals se mantuvo nueve semanas en el número 1 en la lista Billboard Hot 100 chart y le valió el Grammy.
“La medida de cualquier sociedad es cómo ésta trata a sus chicas y mujeres”. La frase emerge de uno de los temas del dúo Ibeyi, que será con toda seguridad uno de esos descubrimientos de la primavera en Barcelona. Las gemelas cubano-francesas cantan en estilo único y un idioma casi inventado, entre inglés, francés, yoruban y español. Cómo no iban a fusionar estilos como el jazz con melodías afrolatinas y adornos electrónicos. “Y yo les digo que ellas merecen ser tratadas con dignidad y respeto, y les digo que no deben prestar ninguna atención a los que degradan o les desprecian. Ellas deben hacer que sus voces sean oídas en el mundo”.
De nuevo lo canta Ibeyi, en su tema No man is big enough for my arms (“No hay hombre en el mundo demasiado grande para mis brazos”), y de nuevo la cita está sacada de un discurso de la exprimera dama Michelle Obama, en un meeting de campaña de la entonces histórica candidata a presidenta de EEUU, Hillary Clinton. Michelle se asoció con las hermanas Ibeyi para dar forma a su faceta más reivindicativa, que destaca entre temas más melódicos que enredan entre sonidos y voces. Luego EEUU no tuvo a su primera mujer presidenta, y Björk tuvo que imaginar Utopia, y Haim tuvo que explicar que no eran una Girl Band. Pero lo mejor es que mientras, todas ellas siguieron creando en un año no solo simbólico sino de cambios.
Dicen que los carteles de los festivales cuentan historias. En el del Primavera 2018 podríamos leer la historia del regreso de Arctic Monkeys a los escenarios, la catarsis en que Nick Cave and The Bad Seeds llevaron Skeleton Tree a escena, o la noche en que nos sentimos tan comprendidos por The National. O que los ochenta han vuelto – o que nunca se marcharon– que la música electrónica ya no es para solo para pasadas las 4am. Pero la historia que habla con más fuerza este año es la de ellas, las mujeres que mandaban en la escena musical de 2018 – y más allá.
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