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El Profesor (Álvaro Morte) y su banda están tocados. El final de la tercera parte les dejó en una tesitura compleja, con su plan saltando por los aires, alguna posible baja y acorralados en el interior del Banco de España. Y así, exactamente donde el espectador les dejó, vuelven a Netflix los protagonistas de la serie creada por Álex Pina con ocho nuevos episodios cargados de tensión, acción y emociones sobre los que Pedro Alonso tiene un mensaje. Avisa, en declaraciones a Público, que lo mejor es no intentar anticiparse y prepararse porque "no hay quién pueda hacerse una idea de todo lo que va a pasar" y "no siempre será fácil".
Berlín, personaje al que interpreta Alonso, es uno de los que más fascinación levanta. Tanto es así que, pese a haber muerto en aquel tiroteo del atraco a la Casa de Moneda y Timbre, sigue muy presente en la trama de esta cuarta parte. De él dice Alonso que es "una criatura siempre alerta, muy intuitiva, decidida a sacarle el máximo partido a cada instante como si fuera el último. Me atrevería a afirmar incluso que en el fondo es un tipo muy amoroso, pero que se puede convertir en un autentico psicópata en cuanto ve una mínima contradicción en lo que tenga enfrente. Todo según su criterio, claro".
Sobre por qué gusta tanto Berlín como personaje, cree que eso responde a que ven en él a alguien "absolutamente irrespetuoso con la norma y con lo que la mayor parte de la sociedad entiende como decente". Alonso lo compara con la atracción más trepidante de un parque de atracciones, "como subirse a un caballo salvaje: uno sabe que no debe, pero a veces sería fantástico poder probarlo".
Él, como el resto de quienes componen La casa de papel en ambos bandos, vive en esta nueva tanda de episodios una autentica ruleta de emociones. Y, con ellos, el espectador. Porque se puede sonreír con una escena en la que dos personajes se ponen tiernos, vibrar con un tiroteo y emocionarse cuando otro revela un trauma difícil de digerir. Todo eso en cuestión de unos pocos minutos. "Esta serie es de entretenimiento, pero a la vez tiene una tesitura muy emocional", apunta Alonso.
Su compañero de reparto José Manuel Poga, que da vida a Gandía, explica que "el equilibrio está presente porque el espectador transitará por todo tipo de impresiones"y señala la importancia del guion. "Además", añade, "creo que los personajes están en un punto muy al límite con respecto a sus estados emocionales…y esto los hace más auténticos. Lo que hace que sea más fácil que el espectador o la espectadora vayan de la mano".
Desconfianza, traición y más violencia
Más allá de la acción trepidante y de las emociones extremas que se le presuponen a la receta de La casa de papel, en esta entrega hay cierto halo de desconfianza y traición (supuesta, insinuada o real) que sobrevuela la trama. "Cuando las crisis aprietan, los demonios se disparan. Y los más perturbadores pueden ser aquellos que ponen en jaque la confianza en el otro, sí. La traición puede ser la puerta definitiva al mismo infierno", previene Alonso sobre lo que se podría ver sin desvelar nada del contenido en sí. Para Poga esto tiene que ver con que los personajes, tanto quienes perpetran el atraco como quienes intentan ponerle fin de la manera que sea, están frente a un "juego de estrategias. Es un ajedrez perverso donde cada movimiento es crucial. ¿Traicionar? ¿Confiar? Elige bien tu movimiento porque te juegas la vida".
En cuanto a la violencia, quien da vida a Gandía, ese agente de seguridad al servicio del gobernador del Banco de España que ya apuntaba maneras en la tercera parte, sabe mucho. Su papel será crucial en la resolución favorable o en contra del plan trazado por El Profesor, Berlín y Palermo en aquel monasterio italiano. Eso sí, ante la idea idealizada de que los atracadores (casi) siempre defendieron el camino de la no violencia recuerda Poga que "la tercera temporada acaba en una declaración de intenciones bastante violenta por parte de los dos bandos. El plan se está complicando y robar el Banco de España no es un juego. Creo que la tercera temporada solo es la antesala de lo que está por llegar".
En la porción del pastel que le toca a él en este sentido -está involucrado en algunas de las mejores escenas de acción-, prepararse no estuvo exento de esfuerzo. Sobre el salto de Gandía a la primera línea, es consciente de que no caerá bien y pide que no le odien porque odiar el algo "muy feo". Además, como bien dice, "Gandía es parte del trato. En esta cuarta entrega La casa de papel ha optado por un código más oscuro, y un personaje como Gandía es, en parte, necesario para aportar esa sordidez que se pretende. Espero que las personas que vean esta temporada vean en Gandía un potenciador de heroísmo para los protagonistas".
Como producto de entretenimiento que es, aunque contenga ramificaciones emocionales, asomarse a La casa de papel estos días puede ser, como dice Poga, "incluso saludable (en el caso de que te guste la serie, claro)" porque "supone una distracción necesaria para mantener nuestras mentes alejadas, por un rato, de este bucle de información amedrentadora en el que estamos inmersos".
Alonso ahonda un poco más y al preguntarle por cómo puede cambiar el sentido en el que se ve una serie en un contexto distinto al que fue escrita -pregunta que tiene que ver con una frase que dice Berlín: "Lo de 2008 fue un chiste, ahora viene la crisis de deuda"- califica de "inédita" la coyuntura actual. "Al menos", puntualiza, "en nuestro tiempo". "Vivimos un momento asombroso, que por segundos más parece una película de ficción distópica. Pero tristemente lo que está pasando es de verdad. Podría decirse que en cierto modo es un test de estrés, lo está siendo cada día. Hay mucha gente que está sufriendo. Ahora mismo. Y las ramificaciones sociales y económicas del bicho pueden ser muy serias. No se va a solucionar esto de una semana para otra", lamenta.
Lo que le preocupa es el "comportamiento tóxico". De ahí que llame a la responsabilidad y a "no dejarse arrastrar por esas voces que no dejan de ver enemigos en todas partes y que quieren solucionarlo a base de escupirse". El problema, añade, es "global" y como tal necesita de una solución en la que participemos todos para que "el mundo en el que vivimos no sea cada día más como un monstruo insaciable que se lo traga todo, a costa de los más vulnerables".
Un análisis que entronca, en cierta manera y salvando las distancias entre ficción y realidad, con lo que se encuentra en la trastienda de La casa de papel. "Dicho esto", continúa su respuesta, "no puedo dejar de repetir que La casa de papel es una serie. Un entretenimiento. Pero a veces pienso que su línea dramática fundamental habla de una familia disfuncional que, cuanto más feas se pusieron la cosas, más supo quererse. El amor lo puede todo. Y más si es a fondo perdido”, sentencia.
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