Madrid
Merlín, Arturo, Lancelot, Perceval, Morgana… todos ellos son nombres provenientes de la leyenda del rey Arturo. Ese monarca con una espada con nombre propio y una compañía de nobles caballeros a su servicio que se reunían en torno a una mesa redonda. La historia (o al menos alguna de sus variantes) es conocida. Pero, ¿qué ocurrió antes de que Arturo empuñase a Excálibur y se sentase en el trono de Camelot? ¿Quién era la Dama del Lago que propició ese ascenso y cuál es su leyenda? Responder a esas preguntas es lo que se propusieron Frank Miller y Tom Wheeler con Maldita. Dos autores fanáticos del mito que lo abordaron desde un punto de vista distinto y que ven ahora cómo su obra, publicada en octubre de 2019, cobra vida a través de la serie que este viernes estrena Netflix.
La literatura nacida del mito artúrico es legendaria, centenaria y rica en adaptaciones a la pantalla. En el cine son varios los títulos que pueden encontrarse que han bebido de él. Desde aquel Merlín animado de los sesenta de Disney al Arturo rubio de Guy Ritchie de hace tres años. Aunque quizá una de las más populares y que más contribuyó a extender la leyenda para toda una generación fuese la versión de Jerry Zucker protagonizada por aquel triángulo amoroso que formaron en 1995 Lancelot (Richard Gere), Arturo (Sean Connery) y Ginebra (Julia Ormond).
La series también han sabido sacar provecho de este rico universo de verdes prados, bosques frondosos y ríos cristalinos. Por Merlín (2008) pasaron infinidad de personajes durante cinco temporadas. Heredera de ella y de todas aquellas adaptaciones que se hicieron antes le llega ahora el turno a Maldita. Una visión del 'antes' en muchos sentidos, pero más moderna en realidad. Porque en la escrita por Tom Wheeler, Janet Lin, Rachel Shukert, Leila Gerstein, William Wheeler y Robbie Thompson el protagonista principal no es Arturo, ni siquiera Merlín, sino una mujer llamada Nimue (Katherine Langford) que, en un mundo lleno de caballeros en busca de honor, no necesita de nadie que la salve. ¿Ayuda? Toda. ¿Protección? Quizá un poco. Pero como cualquier héroe, sin importar su género, lucha contra el mal y busca la justicia para su pueblo sin tener que ser rescatada. Es más, la mayor parte de las veces ella es quien acude al rescate.
Miller y Wheeler dibujan un mundo dividido por las guerras en el que las razas se enfrentan unas a otras, el poder corrompe a quien lo ostenta, el fanatismo se extiende sin freno y la Iglesia ejerce un poder que va más allá de conspirar o rezar por las almas de sus fieles. El cristianismo cuenta con un brazo armado, los Paladines Rojos, que masacra a los infieles, los Fey, porque magia y fe no comulgan. Al frente de esa horda de tonsurados sangrientos se sitúa el padre Carden (Peter Mullan), un hombre despiadado que ha encontrado en el hábito una excusa para dar rienda suelta a su sed de violencia y que tiene en el Monje Llorón (Daniel Sharman) a su mejor arma.
En 'Maldita' el cristianismo cuenta con un brazo armado: los Paladines Rojos
En el lado contrario, liderando a los seres mágicos, se alza contra su propia voluntad Nimue, una joven Fey que alberga en su interior un poder incalculable acrecentado por la Espada de Poder (Excálibur en algún momento). Su cruzada personal se basa en una lucha contra sí misma intentando doblegar al monstruo que le insisten desde niña habita en su interior. Como una heroína clásica, la nacida para ser la Dama del Lago se enfrenta a sus miedos, al destino y a los enemigos de su pueblo intentando ser una líder digna de ser llamada así. Sola no puede. Nadie puede. Y ahí es donde entran en juego el resto de personajes conocidos por quienes estén familiarizados con la leyenda. Sin embargo, el Arturo (Devon Terrell) de Maldita nada tiene que ver con el del mito. Es un mercenario, un chico acosado por las deudas de su padre obsesionado con restaurar el honor en su familia. Esa de la que solo le quedan una tía y su hermana Morgana (Shalom Brune-Franklin), una monja con poca vocación para la oración.
Como enlace entre la casa Pendragón, los Paladines Rojos, el aspirante nórdico al trono y los Fey: el mago Merlín. Un hechicero sin magia, pero con mucha labia y carisma a rebosar, de intenciones ocultas y con planes diversos para arreglar el caos al que él mismo ha contribuido. Interpretado por un desatado Gustaf Skarsgård, quien recuerda a su Floki de Vikingos por momentos, este Merlín está a medio camino entre el hombre acabado y hastiado de todo que se refugia en el vino y el genio loco sin el que los demás no pueden salir adelante.
Integrar a tanto personaje dentro de la trama principal (Nimue debe entregar la espada a Merlín) y de sus propias subtramas para que todos (o la mayoría de ellos) no acaben donde empezaron no resulta sencillo. Lo más fácil –se ha visto varias veces esta temporada ya– es que el tren argumental descarrilase en algún momento. Sin embargo, no solo se logra, sino que Maldita funciona muy bien como serie de entretenimiento con una rica mitología detrás bien contada y profusa en detalles.
A diferencia de The Witcher (también de Netflix), aquí el guion tiene mucho más peso. No se dan tantas cosas por hechas y sabidas como ocurría en la protagonizada por Henry Cavill, en la que si no se habían leído los libros o jugado a los videojuegos era fácil que quedasen preguntas de peso sin respuesta. Y, a diferencia de otra de la casa donde también hay mucha mitología y misticismo, La monja guerrera, la acción es parte importante. Algunas de las mejores escenas de los diez capítulos que componen esta primera temporada son precisamente las de acción. En especial aquellas en las que participan el Monje Llorón, Galván (Matt Stokoe) y el propio Arturo. A Nimue, por el contrario, la espada le pesa demasiado.
Parte de la diversión está en encontrarse con personajes de la mitología diseminados por la historia
Maldita tiene todo lo que se le puede pedir a una de aventuras fantásticas con el plus de contar con una leyenda como la artúrica como envoltorio. Hay criaturas mágicas, hechizos, espíritus, caballeros, reyes, reinas, sacerdotes, monjas, vikingos, venenos, persecuciones y huidas a caballo, batallas multitudinarias, asedios, fuego, espadas, romance, traiciones, amistad… ¿qué más se le puede pedir si, además, todo eso encaja y divierte? Parte de la diversión está en encontrarse con esos personajes de la mitología diseminados por la historia y el toque actualizado de la misma con una mujer valiente y rebelde como protagonista. Eso y que, pese al componente fantástico y épico, aborda temas universales propios de una historia sobre el camino que ha de recorrer un héroe/heroína para llegar a serlo y los sacrificios que debe realizar para alcanzar su meta.
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