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"Escribir una novela larga es un acto insensato de fe"

A sus 31 años, este escritor argentino acaba de ganar el premio Alfaguara con 'El viajero del siglo', una novela del XIX muy poco decimonónica, con un personaje sin rumbo

PEIO H. RIAÑO

No sabe qué será lo siguiente que haga, pero no lo hará como El viajero del siglo, la novela que le ha valido el premio Alfaguara. Ha escrito microrrelatos, haikus, aforismos, cuentos, poemas, novelas y tiene entre sus referencias Guerra y paz, Rojo y negro y Don Quijote. 'En ese librito está todo', dice. En su caso, ha preparado una épica en minúsculas, en la que Hans es un héroe que descubre a dónde iba cuando llega.

¿Por qué dice que es una novela futurista que sucede en el pasado?

Porque es más una novela de ciencia ficción rebobinada que una novela histórica. No es una novela histórica al uso, no narra ningún acontecimiento histórico y ni uno solo de los personajes existieron realmente. Pero esos personajes ficticios que realizan acciones imaginarias, lo hacen en un contexto que está históricamente muy documentado. Recorrí el noreste de Alemania en bicicleta y monté un puzzle de todas aquellas ciudades y ninguna.

¿Por qué ese rechazo por la novela histórica al uso?

El género histórico, al haberse puesto de moda, ha sido bastardeado y desaprovechado en todas sus posibilidades. Parece que las novelas que suceden en el pasado deben ser de entretenimiento y de evasión, y eso es porque así lo han querido sus autores.

Y una metáfora del viaje, la del viajero que no puede viajar.

Esa es la gran ironía del libro. El viajero del siglo se está quieto. Hans tiene algo muy de nuestra época: la posibilidad infinita de moverse a todas partes y la fuerza del sedentarismo, que hace que nos movamos mucho menos de lo que nuestro mundo nos ofrece. De hecho, la metáfora perfecta del viajero sedentario es el internauta.

Ha vuelto de nuevo al extranjero.

Sí, es un tema central en mi vida y en mi obra. Quería volver a contar una historia de extranjeros, pero que no tuviera que ver con ningún país. Una especie de extranjería total, sin países. Una forma de estar en el mundo, donde todos los lugares y ninguno son los tuyos. Ningún lugar es su casa, aunque ningún lugar le es completamente ajeno. En todos los sitios tienes un conflicto de pertenencia, incluido tu lugar de origen.

No parece una novela a favor de lo postmoderno.

Esta es una novela de personajes. El personaje es el alma de la narrativa y últimamente se tiende a descuidarlo. No digo que la autoficción no sea interesante, porque de hecho una de mis novelas es así, Una vez Argentina. No seré yo quien subestime las posibilidades de la autoficción; ahora bien, si ello va a traer el abandono de la elaboración de los personajes, entonces yo me desapunto.

¿Qué otros aspectos cuestiona?

La fragmentariedad. A mí siempre me ha interesado, ahora bien, no entiendo por qué los fragmentos no van a estar al servicio de la estructura. Esta novela está formada a base de capítulos breves que forman un puzzle de una estructura mayor, con un ritmo pausado y progresivo. Es decir, la intención del libro es preguntarse qué podemos hacer con la novela del XIX desde el siglo XXI.

¿Es posible explicar el presente desde el pasado?

Por supuesto. ¿Cuándo empezó a joderse el siglo XXI? Pues en el XIX, con el fracaso de Napoleón. Entre la Revolución francesa y Waterloo se resumen todos los fracasos de la izquierda occidental de los siguientes 200 años. Napoleón tiene un proyecto, que hoy identificaríamos de izquierda revolucionaria, y eso deriva en un patético emperador que invade países y se transforma en un dictador de izquierdas. Sobre el fracaso de ese proyecto se construye la Europa de la Restauración: un paso atrás en las libertades, donde todo pasaba por la religión y las monarquías. Esa Europa reaccionaria es posible por el fracaso de Napoleón; el fracaso del comunismo hace posible que todo el mundo occidental se homogenice en un liberalismo salvaje y en un espíritu conservador.

¿Qué puede venir ahora que ha tocado tantos palos?

Tengo una fuerte atracción por el reset creativo. Cada vez que termino un libro no quiero que se parezca en nada al anterior. Llámalo curiosidad compulsiva. Me gusta sentir cada vez que empiezo un libro que no sé escribir, y recobrar esa ignorancia primera para aprender durante el proceso de escritura. Por eso detesto expresiones como 'dueño de su oficio' o 'el dominio del lenguaje'.

¿No es dueño del lenguaje?

El lenguaje no se domina, se desconoce progresivamente. Las personas sin curiosidad creen que el lenguaje no tiene misterios. El lenguaje es ambiguo, relativo, imprevisible e inabarcable. Quiero entrar en la nueva novela desarmado y no poder valerme de cosas que ya sepa.

¿Qué aprendió con El viajero del siglo?

La literatura, más que un disfraz, es una piel. Eso te lo da una novela larga con personajes. La poesía o el cuento te da otras cosas, como el placer inmediato. No es placentero escribir una página y media de una novela de 500. Te levantas y te das cuenta de que el argumento no se ha movido más que un centímetro. Tienen que pasar meses para ver un mínimo avance de la novela. Es fácil desanimarse; es un acto insensato de fe continuar con una historia a pesar de que no sabes para dónde avanzas. El cuento es una descarga de adrenalina y de hedonismo inmediata.

¿Cómo ve el nuevo paradigma del libro más allá del papel?

Tengo la sensación de que tanto los que están a favor como los que están en contra de la difusión digital están llevando el tema con mucha histeria. Unos lo hacen con mesianismo furibundo y ácrata, que me parece poco constructivo; y los otros con un inmovilismo reaccionario, que es ingenuo y lleva las de perder. Lo digital y lo impreso van a convivir sin ningún problema. Se habla poco de una de las posibilidades más fascinantes de la literatura digital que es la impresión exprés, es decir, lo digital puede servir para que se imprima más rápido y mejor en papel.

¿Y en cuanto a los derechos de autor?

Una cosa es la piratería y otra cosa es lo digital. Si en lo digital hay mucha piratería ahora es porque las autoridades son torpes y lentas y han tardado mucho en darse cuenta de que lo digital es parte de lo real. Se ha llegado a legislar tarde. Hay tantos timos en el mundo físico que me hace gracia que parezca que los únicos delitos se producen por culpa de lo digital. Es una catetada pensar así. Hay que poner orden y equidad.

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